S a n g r e d e M e d u s a

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Damian se encontraba sentado en uno de los asientos traseros del microbús esperando su parada ansiosamente, quería llegar lo más rápido posible a la empresa donde había solicitado trabajo unos meses atrás. Se trataba de una nueva pero exitosa empresa que distribuía jarabes para niños a todo el país.

El microbús se detuvo bruscamente y Damian no perdió tiempo para bajar de el. Corrió desesperado, ya no quería esperar más. Lo habían tenido en espera durante seis meses y el sabía que, si obtenía el empleo, cambiaría por completo su vida. Se dirigió a la recepción donde una mujer de aproximadamente unos cuarenta años, morena y de largo cabello castaño con reflejos ámbar, lo obligó a esperar dos horas antes de que el dueño lo pudiera atender.

Ya transcurridas las dos horas, la recepcionista lo guió a la entrada de la oficina donde estaba el dueño de la empresa; Don Agustín, un hombre calvo y un poco pasado de peso que vestía un elegante traje azul marino. La mujer caminó hasta quedar a un lado de Don Agustín, mientras que Damian se quedo frente a la puerta con su celular en mano y dando una sonrisa de boca cerrada.

—Buen día, joven... —Don Agustín se detuvo para observar discretamente una hoja de papel que estaba en su escritorio. —Damian Suarez. Me alegra informarle que su solicitud de empleo en mi empresa ha sido aprobada, pero antes de firmar el contrato... Podría contestarme; ¿está usted dispuesto a apoyar a esta empresa al máximo, y si fuese necesario, dar su vida por el empleo?— Preguntó con un tono similar al de un político en campaña. Damian no dudo ni un segundo en dar su respuesta.

—Claro que sí, Don Agustín. Puede estar seguro de que lo ayudaré con todo lo que esté a mi alcance para que esta empresa despegue finalmente alrededor del mundo. —Contestó Damian con firmeza y entusiasmo.

—¡Eso era lo que necesitaba escuchar! Un joven con iniciativa que no le teme a un buen reto. Hay que brindar por el gran éxito que sé le darás a mi empresa. ¡Valentina, trae dos copas de vino para el joven y para mi!—Grito Don Agustín, enseguida la recepcionista se acercó con dos copas de vino, entregando una a cada uno.—¡Salud!

—¡Salud!—Exclamó Damian para luego darle un corto sorbo al vino.

Unos segundos después Damian se paralizó por completo a causa de algo que contenía la bebida. Recogí su esencia al instante, el pobre murió muy rápido, sin poder moverse o hacer algúna queja de dolor. Simplemente quedó tieso como una roca.

—¡Por Dios, Realmente funcionó! —Gritó Don Agustín con una gran sonrisa en su rostro, dando un pequeño salto para abrazar a Valentina, quien se incomodó al instante alejándolo con un empujón, al cual Don Agustín no le dio mucha importancia. —Ya tenemos el producto perfecto para matar de manera instantánea, y lo mejor, en cuestión de minutos no quedara nada ya que se acelera el proceso de descomposición.

»¡¿Te das cuenta, Tinita?! ¿Sabes cuanto nos podrían llegar a pagar por esto? Las mafias, el ejército, gobiernos de todo el mundo, ¡seremos muy ricos!

»Me da lástima por el pobre diablo, pero ya no hay nada que hacer. Además, se lo merecía por andar mintiendo en su currículum... Como si le fuésemos a creer que trabajó como gerente en el banco central. ¿Y sabes qué es lo mejor del caso? No tendremos que limpiar nada y nadie más que nosotros sabrá lo ocurrido.

»Valió la pena buscar al candidato perfecto; sin trabajo o donde caerse muerto durante siete meses para nuestro plan. ¡Haremos millones con éste veneno! —Exclamó para luego terminar el contenido de su copa.

Mientras tanto, luego de enviar la esencia de Damian al Edén, yo me encontraba escuchando los fuertes sollozos de una mujer, reclamos y susurros a través del teléfono en alta voz que seguía aferrado a la mano de lo que quedaba del cuerpo sin vida de Damian mientras aún estaba en llamada con sus padres, a los que les había dicho que llamaría para que escucharan la "entrevista" y así demostrarles que no era un bueno para nada y que si lograría obtener el empleo.

Alma inestableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora