A l i c e

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Otra vez se escuchaban ruidos detrás de la puerta de el baño.

Eran las 02:35 de la madrugada y Alice aún no podía conciliar el sueño. Ya había tratado repetidas veces de convencer a sus padres de que algo la vigilaba todas las noches cuando dormía, pero a ellos solo les parecían alucinaciones que una niña de nueve años se estaba inventando, y ya que ambos trabajaban de noche, no se percataban del martirio que vivía su hija cada que se iban, dejándola sola en esa enorme casa. Así que, ya qué se negaban a creerle y ayudarla, se desvelaba cada noche, hasta que le ganaba el sueño y terminaba teniendo terribles pesadillas.

Lo único que habían hecho sus padres en un intento de que los dejara en paz había sido entregarle un frasco de pastillas para dormir las cueles estaban en el lavamanos del baño, pero le eran inútiles, no quería tomárselas ya que eso significaría que no podría ver a lo que creía que la observaba.

Hacía ya varios días se había propuesto ha atrapar lo que fuera que la estuviera atormentando, a pesar del pavor que sentía. Siempre fue una chica muy asustadiza y paranoica, pero era enfrentarse a sus miedos o pasar el resto de su vida sin dormir bien por las noches.

Con cautela, bajó sus piernitas temblorosas de la cama individual hasta ponerse de pie, abrazando consigo un peluche en forma de lagartija verde que le había regalado su abuela hacía ya dos años. Suspiró profundamente y empezó a caminar con mucho cuidado hasta llegar a la puerta de su baño.

Dudó un par de veces en tomar la perilla, tenía mucho miedo de lo que pudiera encontrar ahí, sus manos temblaban, estaba más pálida de lo que solía estarlo y su cabello ámbar caía alborotado frente a su cara, pero estaba decidida, y en contra de si misma abrió la puerta para encontrar... Absolutamente nada fuera de lo normal.

Se dedicó a observar con recelo cada rincón del pequeño baño, pero no había nada que aparentara estar causando ese molesto ruido que la atormentaba. Dirigió su atención al lavamanos, lo único que había sobre el era el blanco frasco de pastillas y un vaso.

Se trató de convencer a si misma que tal vez sus padres tenían razón y solo estaba imaginando tonterías, así que tomó la decision de que les haría caso al ingerir las pastillas y tal vez así se acabarían sus pesadillas. Agarró el frasco, lo abrió, y sacó un puñito de pastillas las cuales tragó con ayuda de un vaso transparente, previamente llenado con agua.

Tomó con mucha más fuerza su peluche y se repitió en voz baja que estaría bien, pero cuando estaba apunto de dar la vuelta para volver a su cama, escuchó un ruido que provenía de la cortina del baño que ocultaba la bañera. Dio un respingón, lanzando el peluche hacia un lado, el cual cayó en el lavamanos, y luego se acercó a la cortina, tiró de ella, y al hacerlo cerró los ojos al sentir como una corriente de aire la arrastraba hasta ser supsionada por una especie de agujero que estaba al fondo de la bañera.

Cuando abrió los ojos percibió que estaba en un espacio completamente en blanco, no había suelo, ni paredes, nada más que ella. Esto la asustó sobre manera, así que comenzó a correr, pero sus movimientos parecían no llevarla a ningún lugar, ya que nada la ayudaba a orientarse.

Lloró desconsolada por unos veinte minutos hasta que, como si de un susurro se tratase, escuchó un silbido agudo y armónico que variaba en ritmo y se escuchaba con más claridad conforme pasaba el tiempo. Alice alzó la cabeza hacía donde creía que provenía el ruido y detalló una figura negra acercándose a gran velocidad. Su instinto fue correr tan rápido como su cuerpo se lo permitía, pero era en bano. En menos de un minuto sintió como algo la empujaba haciéndola caer, pero antes de tocar el cuerpo se giró para quedar boca arriba y observó al causante de su recién adquirido dolor de espalda: Era una especie de ser humanoide, muy parecido a una lagartija verde la cual llevaba un traje victoriano y un elegante sombrero negro con una cinta roja que ondeaba con la inexistente brisa.

Alma inestableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora