°Ésto que estoy viviendo en ésta corta etapa de mi vida es lo más ridículamente injusto que me ha pasado.
Conocí a Eilis hace 5 años atrás, era una chica fresca, hermosa y transparente y con un humorr fascinante. Nunca paraba de sonreír, y eso era una de las principales cosas que me cautivó de ella pero ni hablar de su belleza: Cabello lacio castaño con reflejos ámbar y con un corte muy peculiar, largo de un lado y por los hombros del otro, haciendo resaltar la variedad de tonos del mismo, los cuales armonizaban perfectamente con su piel ligeramente tostada. De su rostro resaltaban unos grandes y expresivos ojos celeste, los cuales eran coronados por una perfectas cejas rectas. Su nariz respingona me resultaba adorable, pero ahora vamos a la causa de el problema: sus labios.
Unos perfectos labios rosados y aparentemente suaves por los que me estoy volviendo loco y muero por besar.
La razón de mi molestia se debe a que llevamos dos años de noviazgo ¡Dos años! Y lo impactante no es el tiempo que me ha aguantado, no, ¡lo que realmente impacta es que no se ha dignado a darme ni siquiera un beso en la mejilla!
Ya hemos discutido el tema muchas veces, pero ella insiste en que no lo hará, no se si es que quiere que le ruegue o quiere alejarme indirectamente de ella, pero está logrando que pierda todo rastro de mi dignidad y le suplique que me deje besarla, al menos, un segundo.
—¡Eilis, por favor, te lo suplico!— exclamo arrodillado frente a ella y con las manos unidas en mi pecho, muy patético, lo sé, pero ya no me importa.
Estamos en su habitación, terminábamos de llegar de la universidad y nos pusimos a discutir algunos temas al azar hasta llegar a éste.
Ella me observa con una ceja alzada y con una mueca de clara frustración.
—Deja de insistirme, Gabriel, te he dicho millones de veces que no pienso besarte.—se cruza de brazos.
Yo sé que ella también quiere besarme, muchas veces hemos estado a punto de hacerlo, pero se aparta como si estuviera luchando consigo misma y se va, alejándose de mi lo mas que puede.
—Eilis... Llevamos mas de...
—De dos años de relación, no me has dado ni un beso en la mejilla, esto es injusto. ¿Crees que no recuerdo tu discursito de cuarta que me das cada que se te da la oportunidad? — me reprocha haciendo distintos ademanes con sus manos.
Me levanto de el suelo y me intento acercar pero ella da un par de pasos atrás y se cruza de brazos, claro reflejo de su desconfíanza en mis movimientos.
—Entiende, me estoy muriendo por besarte.— Ella baja los brazos y su mirada, susurra algo que no puedo escuchar para luego volver a mirarme directamente.
—¿De verdad tanto deseas besarme?— yo asiento impaciente a lo que ella baja la mirada, como si pensara cautelosamente sus siguientes palabras.— De acuerdo, dejaré que me beses pero será el primero y el último, ¿Me entiendes?— asiento más rápido, anonadado, sin poder creer lo que escucho. «¿estoy soñando?»
Eilis se acerca con cautela a mi y me mira con un dejo de nerviosismo.
—Solo... una cosa más.— me susurra cuando ya está a un paso de mi, yo asiento y le hago un ademán para que prosiga.— Ya no puedes arrepentirte de tu decisión, llevas meses rogándome, y si no he querido hacerlo no es por que no quiera, yo...— Se corta así misma para dejar salir un sollozo ahogado, yo seco un par de sus lágrimas y le sonrío mientras levanto su rostro nuevamente para que sepa que entiendo lo que me dice.— Yo te amo...— Y se suelta a llorar para luego lanzarse a mis brazos, tomar mis mejillas con sus delicadas manos y, por fin, darme el beso por el que tanto he esperado.
Calidez invade mis labios cuando los roza con los mios, tomo su cintura, a lo que ella se aferra a mi cuello, la aprieto fuertemente contra mi cuerpo y ella jadea sobre mis labios, separa los suyos ligeramente para profundizar el beso.
La calidez se hace más fuerte poco a poco, pero... Esto ya no es una calidez normal, su piel comienza a arder, literalmente, e intento separarme porque me lastíma, pero no me suelta, abro los ojos y observo, frente a los mios, que los de ella se han vuelto vinotintos, y justo cuando ya estoy completamente aterrado, muerde mi labio inferior, haciendo que un dolor punzante recorra cada parte de mi cuerpo y abundante sangre salga de la herida.
Ella se separa de mi lentamente, dejandome caer al suelo ya que he quedado paralizado, apenas puedo respirar.
Ella no es Eilis, ella no es la mujer de la que me enamoré, es una mounstrosidad.
Amplía su sonrisa al verme tirado en el piso y deja ver unos filosos colmillos, relame mi sangre de sus labios, aquellos que alguna vez deseé tanto besar, ahora me causan repulsión.
Se sienta pegando sus piernas sobre mi abdomen, se inclina para esconder su cara en mi cuello y susurra con voz profunda en mi oído.
—Mira hasta donde te llevó tu terquedad. — Sus palabras hacen que se tense todo mi cuerpo, entonces lleva sus colmillos a mi cuello y muerde con tanta fuerza que ahogo un grito, y apreto los labios con la poca fuerza que me queda.
Poco a poco la sangre va dejando mi cuerpo, puedo sentir como la extrae con sus colmillos, hasta que pierdo la conciencia y mi alma sale de mi cuerpo, bagando y observando la esena.
Ella no se separa de mi cuerpo sin vida hasta dejarlo sin una gota de sangre, se levanta aun con una amplia sonrisa y sus ojos vinotintos. Relame sus labios, y al hacerlo, no queda nada de mi sangre en un lugar que no sea dentro de su cuerpo, poco a poco puedo sentir como baja la calidez del mismo, así como también sus ojos y colmillos vuelven a la normalidad.
Eilis mira la escena en un estado de inconsciencia, como si no recordara nada y de pronto, solo se deja caer al suelo, lágrimas empiezan a desbordar por su rostro el cual no se contrae hasta que empieza a soltar ligeros sollozos los cuales en un par de minutos pasan a ser un llanto incontrolable y doloroso que hace que mi alma se retuerza en dolor.
—¡Idiota, Necio!— grita con desesperación. Yo no puedo hacer nada más que ver con amargura como golpea mi gris cuerpo sin vida, el cual empieza a desmoronarse poco a poco dejando solo cenizas, como si se estuviera quemando por dentro. Ahora su voz es entrecortada.— ¡Grandisimo estúpido, te dije que no me insistieras!.—golpea con más fuerza el cuerpo. —¿¡Ya estas satisfecho?! — Grita amargamente, dejando caer aún mas lágrimas y dejando en claro su sufrimiento. — No sé porque pensé que está vez sería diferente... Ahora literalmente te estás muriendo por besarme.
Fue lo último que escuche antes de que mi cuerpo terminara por convertirse en polvo y mi alma se desvaneciera por completo de esa oscura habitación.
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Alma inestable
De Todo¿Alguna vez te has atrevido a adentrarte en la mente de otra persona? Saber sus miedos, sus secretos más oscuros, anhelos y como estos pueden ser destruidos. A través de la literatura podemos dejar pequeñas pistas para comprender la complejidad de n...