E s t ú p i d a

43 5 0
                                    

(⁠⊙)

¿Qué me pasa? ¡¿Qué me pasa?! He perdido el control por completo de mi cuerpo, no hay nada que pueda hacer ya para ser quien era antes de empezar con mi autodestrucción.

He dejado a un lado un rostro y cuerpo perfecto para empezar a hacerle caso a comentarios "irrelevantes" que poco a poco se volvieron un tormento tortuoso que día a día se repite en mi mente como un discurso sin cesar.

¿Cuándo acabará este cruel monólogo de mi lado más oscuro? Ese que no deja de decirme que soy horripilante ante los ojos de la humanidad, que me repite una y otra vez cada pequeño defecto que no me debería importar, que cree que no soy lo suficientemente decente como para que un pequeño rayito de luz me ilumine siquiera.

Me miro al espejo y este solo se burla de mi usando mi reflejo como proyección. ¿Porqué te sigo haciendo caso?

—Eres un puto asco, no mereces permanecer más tiempo con vida. ¡Mírate! Que cuerpo tan mal formado, antes eras perfecta.— Me dice esa voz interna que curiosamente resuena entre las paredes del baño de mi institución.

No puedo, no puedo con esto.

Tomo aire y me alejo de el lavamanos, no tengo muchas fuerzas pero de alguna manera logro ir hasta el retrete para meter los dedos en mi garganta, ya más por costumbre que porque realmente vaya a vomitar algo, no he probado bocado en días.

Mi cabeza no deja de dar vueltas, de alguna manera saco fuerzas y llego nuevamente al espejo donde mi reflejo ojeroso, mi cabello desordenado y mis ojos que piden agritos acabar con todo me hacen sonreír sin razón aparente.

Soy un completo chiste, soy una completa farsa, ni siquiera sé quién soy. ¿Quién soy?

—No eres nadie, no eres nada.— Afirma sonriente mi tétrico reflejo.

Unas enormes ganas de reír me consumen y termino soltando carcajadas en el suelo, carcajadas silenciosas ya que apenas puedo emitir sonidos ásperos debido a lo seca que está mi garganta.

Soy un chiste, soy un chiste. Nunca seré lo que alguna vez fuí y mi más grande acto de estupidez fué alguna vez haber tenido fé de que recuperaría mi vida.

Las risas poco a poco se van transformando en un llanto amargo que no puedo controlar y ese llanto después de unos minutos se disipa, ya no tengo lágrimas que derramar. Miro a todos lados y el silencio es sofocante, lo único que se escucha es una gota que cae del grifo cada tanto, intento levantarme y al hacerlo hago lo posible para no ver mi reflejo y cerrar la llave.

Respiro ondo, inhalo y exhalo, todo va a mejorar, no es la primera vez que esto sucede, en algún momento me dejará de importar.

—Eres realmente muy estúpida si eso es lo que crees, nunca me detendré, siempre estaré aquí para recordarte que no hay ser más despreciable y horrible que tú.

Mi paciencia se agota y en un arrebato de ira golpeo en un puño mi reflejo, logro romper el espejo dejando muy adolorida mi mano, pero no me detengo, no hasta haber roto todos los espejos que en el baño se encontraban y cuando esto sucede veo mis manos ensangrentadas con pequeños trozos de cristales incrustados, el dolor ahí empieza y no se detiene, tengo que buscar ayuda.

Me dirijo a la puerta del baño a la cual le había pasado el pasador interno y al tratar de zafarlo se me lastiman aún más las manos, no puedo habrirlo y empiezo a entrar en desesperación.

—¿Pensaste que con romper los espejos era suficiente? Eres una estúpida, vivo dentro de tu mente, soy parte de tí, nunca podrás destruirme ¡Estúpida, estúpida!

No, no, no, no ,no ¡NO!

Comienzo a pedir ayuda a gritos casi inaudibles, desesperada. Puede que ya no haya nadie, deben ser como las 6 de la tarde, ya seguro todos se han ido y el turno nocturno llegará hasta las 8.

Mi garganta arde demasiado y ya ni siquiera puedo emitir un gruñido, me tiro al piso, el dolor es insoportable. Mi cabeza no deja de dar vueltas y puedo escuchar mi voz como si se tratase de miles gritando al unisono que soy una estúpida. No soporto el dolor, no soporto mi mente, no puedo seguir viviendo este martirio.

Como puedo llevo mi rostro a mis muñecas para empezar a morderlas, cada vez con más fuerza desgarrando la carne para que la sangre brote a chorros por mis brazos. Quizás perdí la conciencia de mi misma por unos minutos porque cuando volví a centrarme en lo que hacía estaba completamente bañada de sangre, de el pecho hasta los pies, comienzo a ser conciente de que me estoy suicidando y me aterroriza por completo.

Mi mente sigue gritando mientras la sangre fluye, estoy inmovilizada y sin la posibilidad de emitir un ligero sonido de mis labios, pero antes de perder por completo el conocimiento una sola palabra resonó exasperante en mi cabeza: Estúpida.

Alma inestableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora