Capítulo tres

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—creí que solo papá podía hablar con E y J —dije como quién no quiere la cosa.

—soy el único cuidador autorizado, para hablar con ellos por cualquier emergencia —admitió.

—entiendo.

Papá entró y fue directo al grupo de niños que habían estado hostigando a E.
Los pequeños se pusieron en pie ni bien vieron al hombre frente a ellos.

—ustedes están castigados —un par de cuidadores que venían con él, se llevaron a los niños.

—E, ¿Estás bien?

—si, papá —respondió apenada.

—tienes que controlar tus impulsos, tus hermanos pudieron salir heridos. —la niña asintió.

En cuanto se retiró, llevamos al resto al comedor para que cenaran, con todo lo sucedido ya se habían hecho las ocho de la noche.

—te veo muy pensativa —Peter se puso junto a mi, supervisando a los niños.

—solo recuerdo —me encogí de hombros. —cuando nos castigaron a nosotros.

Estaba en mi habitación, había estado teniendo problemas en mis pruebas por lo que algo abrumada y triste, opté por encerrarme en mi habitación sin cenar.
Mis ojos se estaban cerrando cuando mi puerta es sutilmente golpeada, me levantó con pesadez y abro.

—deberías estar durmiendo —sonreí al ver a mi amigo.

—y tú deberías haber ido a cenar —entróes por lo de las pruebas ¿Cierto?

—soy un asco, no puedo prender ni un solo foco —me dejé caer con pesadez en la cama.

—Ary, no eres un asco solo tienes que practicar un poco más —se sentó junto a mi.

—es fácil decirlo cuando tú eres el mejor.

—suspiró —¿Qué dices si asaltamos la cocina y hacemos una piyamada?

—¿En serio?

—claro que sí —sonrió.

Ambos salimos de la habitación con precaución ya que había cámaras por todos lados, con rapidez entramos a la cocina y tomamos algunas cosas e inmediatamente regresamos a mi habitación con las manos llenas.
Estuvimos un rato comiendo mientras platicabamos de cosas triviales, la verdad fue divertido cometer esta travesura aunque seguro lo pagaríamos caro.

—mira que traje —se inclinó hacia abajo, ya que estaba acostado junto a mi y sacó una radio mediana.
Nos acercamos a un enchufe para conectarla y buscamos alguna estación que nos interesara. —es una radio —explicó —puedes escuchar música y hasta personas hablando, sobre diversos temas.

—¿Música?

—si, a ver ¿Qué tal esta canción? —subió un poquito el volumen.

La canción era pegajosa aunque la letra no la entendía muy bien, pero creo que Uno si porque se puso algo colorado.

—me gusta, es divertida —sonreí.

A la mañana siguiente papá apareció en mi habitación, encontrándonos a ambos en mi cama con las manos y boca sucias y la radio en el piso junto a nosotros, además de los restos de comida.

—están castigados —fue todo lo que dijo antes de que nos llevaran a una sala y nos pusieran ese feo collarín por el que nos transmitían electricidad.

Amnesia ~Peter Ballard Donde viven las historias. Descúbrelo ahora