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Observé mi reflejo en el cristal de una de las ventanas del pasillo y chasqueé la lengua. No llevaba corbata. Genial.

—¿Tienes una corbata de repuesto? —le pregunté a Yoongi en cuanto llegué junto a él, que se encontraba de pie en el umbral de la puerta del salón de clases.

—No. —respondió negando con su cabeza.

Resoplé, barriendo con la mirada el pasillo. No iba a entrar al aula sin corbata. No porque me importara el código de vestimenta, sino porque la idea de que alguien más me señalara un error me molestaba más de lo que debería.

—Bueno… Creo que debería quitarle la corbata a… ¡Oye! —llamé con voz firme a un estudiante que caminaba lo más lejos posible de nosotros, como si creyera que podía pasar desapercibido.

Qué ingenioso.

El chico se tensó al instante y se detuvo con una expresión de alarma. Su incomodidad me resultó casi entretenida.

Yoongi, en cambio, suspiró y se interpuso entre ambos antes de que la situación se descontrolara.

—Pero puedo prestarte la mía —se apresuró a decir, como si temiera lo que vendría después—. Además, no estaré en clases con el profesor de literatura…

—Quiero la de él —corté su propuesta sin dudarlo.

Con una mano, empujé a Yoongi a un lado. Quería mirar al chico directamente, ver en sus ojos el momento exacto en que aceptara lo inevitable. Ahí estaba: miedo puro, mezclado con esa tonta esperanza de que alguien vendría a salvarlo.

Yoongi volvió a suspirar.

—Ya te dije que puedo…

—Tengo una de repuesto.

Jimin apareció en escena con su habitual aire de niño bueno, creyendo que tenía derecho a opinar. Rodé los ojos con fastidio.

—No me interesa la tuya. —Mi tono no dejaba espacio a negociaciones.

Chasqueé los dedos, exigiendo lo que quería. El estudiante tardó un segundo en reaccionar, como si todavía estuviera evaluando sus opciones. No las tenía.

—No lo hagas —intentó musitar Yoongi, pero su voz había salido alta y firme, sonó casi como una amenaza. Entonces los estudiantes que pasaban cerca se congelaron y el aire se llenó de tensión.

Min Yoongi tenía ese efecto cada vez que se enojaba; su ira era un recordatorio de lo que fue en el pasado. En aquel instituto, corrían innumerables rumores. Los rumores sobre mí eran los más comentados, sí, pero el nombre de Yoongi también pesaba en los pasillos. Y aunque él intentara enterrarlo, seguía ahí, latente, en la mirada temerosa de los estudiantes, en la forma en que su sola presencia bastaba para silenciar una multitud.

—Desaparece de mi vista.

El estudiante huyó sin mirar atrás. Yoongi contempló a su alrededor, los rostros de los otros estudiantes reflejaban miedo y asombro. Seguramente una parte de él se arrepentía de haber explotado, no quería volver a ser ese monstruo que aterrorizaba a todos, el monstruo que tanto se esforzaba en dejar atrás.

Jimin rompió el silencio, extendiendome la corbata con una expresión exasperada.

—Ten. —Su tono era más de reproche que de amabilidad—. Siempre haces esto a propósito...

Chasqueé la lengua y le arranqué la corbata de las manos con desgana.

—Cállate. No te pedí que me hablaras.

Mis dedos se movieron con rapidez, anudándola al cuello sin siquiera mirarlo. No tenía paciencia para sus quejas. Pero sí para Yoongi. A él sí lo observé de reojo, atento a cada movimiento. Sabía lo que estaba pasando en su cabeza. Yoongi estaba lidiando con su propio infierno interior y no quería ser yo quien lo empujara más allá de su límite.

Falso Nerd || KookVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora