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Un nuevo y caluroso día se avecinaba en Hawkins. Ya no sabía en qué día del mes estábamos, y para ser sincera, tampoco me importaba. Hice lo que hacía todas las mañanas al despertar, tomé una ducha para refrescarme porque era tan agobiante el calor que estaba a punto de desmayarme, y luego me dirigí directamente hacia la cocina para prepararme un té. Mi rutina siempre consistía en tomar una taza de café con algo dulce para despertarse del todo, pero mis nervios últimamente me estaban jugando una mala pasada y mi estómago no aguantaba nada fuerte, así que lo único que podía beber era un té de lavanda o manzanilla. Podía decir que estaba de suerte al poder vivir momentáneamente en la casa de la hermana de mi madre, porque ella tenía un jardín lleno de hierbas y flores que me servían para mis brebajes. Pero, sabía que no iba a durar mucho, que pronto tendría que marcharme, en especial cuando mi prima volviera de la universidad.

El silencio se había apoderado de la casa, mi tía se encontraba trabajando o ayudando a las familias que habían resultado heridas en el terremoto. Todavía no entendía por qué se ofrecía como voluntaria, siendo que su esposo había muerto ese día junto a muchas otras personas. En su lugar me quedaría en casa, tratando de asimilar todo lo que había ocurrido y lograr organizar un plan para cuando sus hijos volvieran de clases y de sus vacaciones. Pero, también, no era nadie para estar juzgando. Mi hermana estaba desaparecida y yo solo me dedicaba a beber té.

Corina era un año y medio más grande que yo, ella era la que supuestamente tenía la obligación de cuidarme, ya que nuestra madre se había marchado cuando yo era una niña, pero no era así. Yo era la que se encargaba que todo estuviera en orden, que tengamos la cena lista y que nuestras vestimentas se vieran lo más presentables posible para ir al instituto, ella solo se ocupaba de consumir ciertas hierbas que daba la naturaleza para olvidarse de todos sus problemas. Tampoco la juzgaba porque no podía mentir, había hecho lo mismo muchas veces con mis amigos, pero lo de Corina ya era demasiado. Así que no sabía qué pensar sobre su desaparición, podría ser que algo malo le hubiese pasado durante el terremoto o simplemente se marchó con alguien.

Dejé de pensar en mi hermana y me puse a evaluar si era buena idea lo que había elegido para vestir. A pesar de que hacía demasiado calor, no podía evitar ponerme unas botas altas que me había heredado mi tía, eran bellísimas y combinaba a la perfección con el vestido setentoso de que me había regalado mi madre. Sabía que, si daba un paso fuera de la casa, todo el mundo me miraría extraño porque ya nadie se vestía de esta forma, pero yo me sentía cómoda y reflejaba mi estilo de vida.

El teléfono de la casa sonó por quinta vez en lo que va del día, y es la quinta vez que me niego a atenderlo porque me imaginaba dos escenarios diferentes, podían ser uno de los hijos de mi tía que la buscaban a ella para hablar de su padre, y yo no tenía ganas de escucharlos con ese drama en ese instante; o era alguien que se había enterado que yo me encontraba allí y llamaban para gritarme que era una bruja cómplice de un asesino. Si escuchaba esas palabras una vez más, estaba segura que terminaría explotando y realmente le lanzaría una maldición a este tonto pueblo.

Alguien llamó a la puerta y me alertó. Me preguntaba quién podía ser y no tenía otra opción más que ir a ver de quién se trataba. Dejé la taza de té sobre la mesa de la cocina y caminé, no muy disimulada, hacia la puerta por culpa de los tacos de mis botas.

Observé por el mirador y me sorprendí de ver de quienes se trataban. No entendía qué hacían allí parados, pero algo me decía que debía escuchar lo que tenían para decir. Abrí la puerta.

—¿Qué quieren?

Un curioso niño de cabello rizado se encontraba en frente mío, observando y replanteándose si había sido buena idea venir a verme o si tan solo era una pérdida de tiempo. No era necesario que soltara una sola palabra, con solo verlo podía sentir la preocupación que lo estaba atormentando, y que si estaba buscando ayuda era porque se trataba de algo importante. Él se volteó para ver a los chicos que lo estaban acompañando. Steve Harrington se encontraba dentro de su auto, el cual estaba estacionando en la calle del frente, pero aún así podía verlo por más que él se escondiera. No me interesaba hablar con él, no después de haber abandonado a mi hermana por Nancy Wheeler. Junto a Dustin Henderson se encontraban Lucas Sinclair y una chica de pelo rapado, la cual no tenía idea de cómo se llamaba, pero sí la había visto un par de veces paseando por el pueblo con el hermano de Nancy.

—Hola —dijo el chico con duda, pero siguió adelante—. Me llamo Dustin, y ellos son Lucas y El.

Los otros niños solo me dedicaron una sonrisa, mientras yo volvía a dirigir mi atención a Dustin.

—Supongo que sí están aquí es porque saben quién soy y necesitan algo de mí, así que hablen rápido porque tengo cosas que hacer.

Dustin metió las manos dentro de sus bolsillos. —¿Te puedo llamar Ana?

—Ese es mi nombre. Eh, díganme, ¿están aquí porque necesitan algo o solo quieren hacerme una broma?

Los tres negaron con la cabeza, dándole lugar a Dustin para que avanzara un paso y estuviera más cerca. Suspiró y comenzó a hablar.

—La hermana de mi amigo ha escuchado rumores de que practicas eh..., brujería. Lo siento, no quiero ser maleducado, pero no sé cómo referirme correctamente a ese tema.

Arqué una ceja, tratando de comprender qué era lo que estaba sucediendo. Como el niño vio que no había oído sonido continuó con su relato.

—Bueno, como estaba diciendo, nos han comentado que eres bruja o médium y que tenías el poder de hablar con los muertos.

Por un momento me quedé en silencio porque sí estaba acostumbrada que todo el mundo me dijera bruja o hija de satán, porque no era un secreto, todo el mundo me había visto más de una vez haciendo rituales en el bosque o en mi propio tráiler. Lo que me preocupaba era que se estuviese rumoreando que podía hablar con los muertos, eso no me convenía y menos en un momento así. Lo que menos necesitaba era que cientos de personas se acercaran a mí para que canalizara a sus seres queridos, no tenía las fuerzas como para hacerlo.

—No sé de dónde han sacado eso, pero lo siento, no puedo ayudarlos. ¿No tendrían que estar en sus casas? Es peligroso que un grupo de niños estén solos en las calles de Hawkins.

Lucas dio un paso hacia delante e inmediatamente sentí una energía melancólica y no pude evitar notar como sus ojos se inundaban.

—Necesitamos tu ayuda. Mi no..., nuestra amiga sufrió un accidente durante el terremoto. Ella se encuentra en el hospital y los doctores dicen que ella murió por un par de minutos y que milagrosamente revivió, pero ahora no puede despertar. Nosotros pensábamos que, tal vez, podías ayudarnos a llegar a ella de alguna forma. No está muerta, pero creemos que una para de Max si lo está.

—Me encantaría poder ayudarlos, pero, ¿por qué creen que puedo contactarla? —Hago señas para que se sienten en los sillones de mimbre que había en el porche de la casa.

—Porque yo no he podido encontrarla y la última opción que nos queda eres tú —La chica que los acompañaba dijo con tristeza. Nuestras miradas se entrelazaron por un instante y no fue necesario que preguntara a qué se refería con lo que acababa de decir, ella era especial, muy especial.

Me quedé en silencio nuevamente, tenía que pensar si era buena idea involucrarme en esta situación. No quería que me culparan si las cosas no salían cómo ellos deseaban, tampoco podía prometerles que la encontraría porque no era tan fácil como las personas creían. Pero, tampoco me podía hacer la desentendida, ellos estaban desesperados y podía notarlo. No muchas personas se animaban a hablarme para pedirme algo porque según lo que se decía era que yo los intimidaba, no por mi apariencia, si no por lo que creían que era capaz de hacer. Pero ellos estaban allí, hablándome sin miedo, pidiéndome que hiciera algo por una niña que seguramente estaba sufriendo.

—¿Ustedes creen que me permitirán verla en el hospital? Sí es así, tienen que avisarme cuándo para poder buscar todos los materiales que yo necesito, y ustedes tienen que anotar algunas cosas que necesito de su amiga.

Dustin saltó cuando escuchó mi pregunta y se abalanzó hacia mí para rodearme con sus brazos. Se acercó a mi oído y susurró: —Gracias.

Rapture | Eddie MunsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora