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Eran un poco más de las ocho de la noche cuando Steve se dignó a estacionar su automóvil frente a mi casa, bueno, la casa de mi tía. Había estado sentada en el porche por treinta minutos, esperando en el frío porque él me había pedido que estuviese lista para esa hora, que no debía demorarme preparándome, porque teníamos un largo recorrido por hacer. Al escucharlo no pude evitar largar una carcajada, lo conocía demasiado bien como para que él tuviera la audacia de decirme eso. Steve era quién se tomaba todo el tiempo del mundo delante de un espejo para tratar de arreglar eso a lo que él llamaba cabello.

Miré hacia atrás y vi cómo mi tía observaba por la ventana, ella no estaba muy de acuerdo con que me fuera de fiesta, según lo que ella había dicho. Traté de explicarle que no era una fiesta, sino una reunión para recordar a Eddie. A pesar de que a Eddie le agradaba, no creía que fuera una buena idea con todo lo que estaba pasando en el pueblo. Yo no pensaba como ella, pero no quería ir de todas formas. Aún estaba a tiempo de arrepentirme, volver a la casa y tener una tranquila velada con ella. Pero, ya había dado mi palabra y no podía echarme a atrás.

Me preguntaba qué pensaría de Eddie sobre lo que sus amigos estaban a punto de hacer. Nos sabía si le daría gracia y le agradaría que sus amigos lo recordaran con cariño o, si se enojaría porque sentía que están por cerrar un capítulo en sus vidas. No podía comprar esta situación a aquellas bandas famosas, en las cuales muere un guitarrista o baterista por sobredosis o accidente, y años después, casi nadie se acuerda del suceso porque los mismos del grupo siguen con sus vidas, no recordando a los fanáticos que hubo una persona que formó parte del éxito pero que lamentablemente ya no está. Podía ser tonto, pero era lo que yo estaba sintiendo en ese momento.

—¿Vamos? —preguntó Steve desde su automóvil.

Corrí hacia el automóvil y me metí a la parte de atrás. En el asiento del acompañante se encontraba sentado Dustin, quien estaba muy concentrado leyendo un cómic, estaba segura que ni siquiera se había percatado de mi presencia. Me alegré al ver que por lo menos su mente estaba ocupada en otra cosa, pero luego noté que se trataba de un cómic de Calabozos y Dragones.

En la parte trasera se encontraba Robin y Erica Sinclair. Las dos me saludaron con una sonrisa.

—Qué bonita te ves, Robin —le dije a Robin, quien llevaba un atuendo totalmente diferente al que estaba acostumbrada a verla.

El rostro de Robin se tiñó de un tono rojizo en cuestión de segundos. No era mi intención avergonzarla, todo lo contrario. No veía nada malo en darle un cumplido a una persona. Ella se veía particularmente hermosa esa noche, así que tenía que hacérselo saber. Esperaba que no se lo tomara mal porque lo había expresado con la mejor de las intenciones.

Ella sonrió. —Gracias, Ana. Tú también te ves muy bonita.

Steve miró a su amiga por el espejo retrovisor.

—Ay, no me digan que se va a formar una pareja —dijo Erica con una mueca de asco. Me reí al escuchar lo que ella dijo, me parecía una niña muy simpática—. Recuerden que no traje mi bolsa para vomitar.

Todos nos largamos a reír con sus ocurrencias. El rostro de Erica se iluminaba como si estuviera necesitando momentos de distensión luego de un mes cargado de preocupación y tristeza. Me daba mucha pena que ella tuviese que atravesar por esta situación.

El trayecto desde mi casa a la casa de Gareth se había tornado eterno, pero, por un lado, me alegraba que así fuera porque todavía no quería llegar. No sabía cómo iba a reaccionar al verlos, porque los extrañaba muchísimo, pero verlos me recordaría que no podía decirles nada sobre Eddie.

Rapture | Eddie MunsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora