21

467 65 1
                                    


—¿Cómo se llama esta piedra?

Froté mis ojos para que no se notaran mis ganas de llorar, pero sabía que en cualquier momento el sentimiento me terminaría por vencer y sacaría del pecho todo lo que estaba sintiendo. Pero no era el momento para hacerlo, no mientras tenía compañía, porque no quería explicar lo que estaba provocando que esté así de mal.

Guardarme secretos terminaría haciéndome más daño de lo que podría aguantar, y eso era algo que siempre lo supe. Toda la vida me guardé cosas por no lastimar a los que me rodean, es algo que sale de mí naturalmente, no puedo evitarlo, pero en algún momento tendría que obligarme a cambiar porque, si no, es muy probable que no termine bien de la cabeza.

A mi madre le había sucedido algo parecido. No es que ella estuviera loca, bueno, realmente no podía comprobarlo porque hacía años de que le había perdido el rastro, pero, cuando ella aún vivía conmigo, prefería no decir ciertas cosas para que a sus hijas no les afectara nada. Ella estaba equivocada y no lo sabía, era mejor que nos dijera la verdad de lo que ella estuviese atravesando porque, en lo personal me hubiese gustado conocerla a fondo y haber sido capaz de ayudarla en algo.

Los secretos que ella guardaba le habían obligado a abandonarnos, de eso estaba segura. No podía decir que la comprendía porque jamás hubiese hecho lo que ella nos hizo, nos dejó a nuestra suerte en un lugar en donde corríamos peligro. Corina no tenía los mismos poderes que yo, aunque sí era bastante perceptiva, pero todo Hawkins nos conocía. Cada persona de este pueblo se sentía intimidada por nuestro apellido, aunque también había otros que pensaban que éramos monstruos y serían capaces de hacernos daño por esa idea que tenían.

No quería terminar como mi madre, pero al paso que iba, mis mentiras también me llevarían al límite.

—¿Ana? —El sacudió su mano delante de mi cara para llamarme la atención.

Dejé de disociar para prestarle atención. Eleven se encontraba frente a mí con una piedra, la cual le había llamado la atención por su hermoso color azul y pequeños destellos dorados. Ella se veía muy entusiasmada observando cada objeto de mi cuarto, era como si nunca hubiese visto el cuarto de una adolescente, a pesar de que ella también era una. Realmente no sabía el por qué del brillo de sus ojos, ya que no tenía muchas cosas en mi cuarto a raíz de que había perdido todo en el terremoto.

Traté de fingir una sonrisa. —¿Sí?

—Te estaba preguntando por esta piedra —Giró la piedra de un lado hacia el otro para mostrármela—. Es realmente hermosa. ¿Cómo se llama?

Estuve a punto de perderme de nuevo en mis pensamientos, pero no podía permitírmelo. Tenía que disimular las ganas que tenía de que me dejara sola para acostarme en mi cama y cubrirme con mis mantas, y no salir más de allí.

—Esta piedra se llama Lapis Lazuli.

Ella sonrió. —¿Y para qué sirve?

—Eh, se dice que esta piedra tiene las propiedades para protegernos contra ataques psíquicos —El estaba prestando atención, se veía que el tema le estaba interesando—, y también se dice que atrae paz para la persona que lo lleve puesta.

El se quedó en silencio, observando la piedra por un instante.

—Bitchin.

Reí. A pesar de que la expresión de Eleven era un poco seria, ella sí sabía cómo sacarme una sorpresiva sonrisa. Me agradaba tenerla cerca, había algo en ella que me hacía sentir cómoda, como si su presencia me diera un poco de paz. Tal vez esa sensación se debía a que ella también tenía poderes poco comunes, podría ser que me sentía un poco identificada con ella. '

Rapture | Eddie MunsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora