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Las semanas se convirtieron en meses, y la vida de Gambino se había convertido en algo que nunca creería: la vida de una abuela.

Se levantaba, limpiaba, conseguía comida, salía a rezar y paseaba por la playa. Mientras, Crish hacia lo posible para consigue dinero, así que probablemente se encontraba vendiendo porros para alguna mafia que no fuera la de su padre.

Pero hoy Toni no tenía ganas de pasear, ni de limpiar, ni de rezar. Sólo se quería quedar tumbado en ese sofá, pensando en qué había degenerado su vida.

— Joder, con lo que yo he sido — dijo, tapándose los ojos con las manos, buscando descansar. Está claro que no siempre se puede ser optimistas.

La puerta se abrió de golpe, pero Toni ni se inmutó por eso.

— ¿Te has recuperado ya? — preguntó un Crish encapuchado.

— Más o menos ¿Por?

— Porque nos tenemos que ir de aquí cagando leches. Se han enterado de que estás aquí, y quieren cortarte la cabeza.

Gambino palideció. No podía ni pasar unos meses sin que alguien quisiera acabar con su vida. De puta madre.

Se levantó rápidamente y subió las escaleras a su habitación, agarrando su mochila y metiendo sus pertenencias allí. Mientras buscaba entre sus contactos el número de teléfono de un amigo mafioso.

— Enzo, es urgente ¿Tienes idea de dónde podemos robar un coche rápido y en condiciones? — preguntó, metiendo unos calzoncillos en la mochila.

— Pues, en el barrio Pinciano es donde vive la gente rica, así que cerca de allí habrá algún buen coche ¿Por qué la pregunta?

— Nos vamos de aquí, nos han cazado. Adiós.

Colgó sin dejarle tiempo al contrario de responder. Crish apareció en su puerta, gritándole que corriera y saliendo disparado escaleras abajo.

Minutos más tarde se encontraban ya en la zona rica de Roma, escondidos en un callejón.

Crish se asomó para ver si había alguien en la calle, y al comprobar que no se giró a mirar al Gambino.

— Está todo despejado ¿Te encuentras bien?

Toni se apoyaba en la pared, jadeando. Desde hacía meses que no corría tanto por su pierna rota, y ahora se estaba muriendo del cansancio. Se recuperó cómo pudo, comenzando a correr de nuevo. Crish se quedó atrás, asegurándose de que no los siguiera nadie.

La mayoría de la gente que quería la cabeza de Toni o la de Crish probablemente los tenían localizados, así que cuanto antes se fueran de ese barrio o de la ciudad mejor.

Pero entonces una arma siendo cargada se escuchó.

— Hola, figlio. Y Toni Gambino también, vai per Dio. Creo que me a tocado la lotería.

El rubio menor levantó las manos lentamente, sintiendo el arma clavarse en su espalda.

— Padre.

Toni sacó su arma, apuntando al padre de Crish, quién se encontraba detrás de éste.

— ¿Qué pensabas, salir del país? ¿Dejar abandonado a tu pobre padre, sin nadie a quien darle su maravillosa mafia?

— Coma verga, viejo — escupió las palabras con odio, sin poder girarse a darle un puñetazo.

— Sabes, me he enterado de que andabas vendiendo cosas para otra gente ¿Tan poco quieres a tuo padre? — puso un tono de tristeza falso, antes de agarrar a su hijo de la cintura, acercándolo a él y colocando el arma en su cabeza —. Escucha, Gambino. Baja ese arma ahora o te juro que le disparo.

— ¿Por qué lo harías? — preguntó el contrario, tratando de ganar tiempo para hacer un plan.

— ¿Por traición a la familia? Vamos, Gambino, somos italianos... La familia es lo primero, ¿no?

— Es lo primero, sí — apuntó directamente a la cabeza del tipo, poniendo una expresión de seriedad —. Y a mí me toca proteger a mi familia.

El sonido de un disparo, un grito, y un cuerpo cayendo inerte al suelo. Crish se soltó del agarre de su padre, viendo cómo éste caía al suelo, llevándose una mano al hombro.

Toni había cambiado la dirección del disparo rápidamente, dándole así en el hombro.

No podían perder más tiempo, el disparo alertaría a los vecino, y ellos llamarían a la policía. Agarró el arma tirada en el suelo, saliendo de la escena rápidamente, y dejando al viejo murmurando cosas en el suelo.

Entraron al garaje de un bloque de pisos, encontrando un Audi, el cual puentearon y robaron de forma exitosa. Minutos más tarde se encontraban en las afueras de la ciudad, y no habían tenido más encuentros con mafiosos ni policías.

El viaje para salir de la ciudad fue algo movidito, más por los nervios de ambos rubios que por los peligros reales de la carretera. Pero ya estaban fuera de Roma, así que lo único que les quedaba era conducir hasta las afueras del país.

Puede que no tuvieran planeado marcharse tan pronto, ni tan repentinamente, pero lo hecho hecho estaba.

Siguiente destino: Londres, en el hotel más mierda de la ciudad de mierda. Esperaban que no estuviera lloviendo en su llegada, aunque siendo Londres, quién sabe.

Hierba Mala Nunca Muere  •  Tonway Donde viven las historias. Descúbrelo ahora