09

567 94 17
                                    

— Y un día más, nos enfrentamos a uno de los más grandes dilemas de la historia jamás conocidos: mermelada de fresa, o de melocotón.

El rubio estaba agachado, con sus ojos a la altura de la mesa y mirando ambos botes de mermelada frente a él. Conway, quién apenas acababa de entrar a la cocina, se preguntaba cuántas idioteces tendría que aguantar a partir de ese día. Aunque si eran por parte del italiano, quizás podría soportarlas.

Se cruzó de brazos, apoyándose en el marco de la puerta.

— ¿Se puede saber qué coño haces en mi cocina y en ropa interior?

Toni se incorporó lentamente, dirigiéndole la mirada al azabache.

Por temas del azar y el destino -mentira, no tenía casa- Toni terminó convenciendo a Conway de que le dejara quedarse en su habitación de hotel hasta que sus situaciones mejorarán. Todos se preguntaban por qué un policía en Londres no podía comprarse un piso, pero esa duda la dejaremos para más tarde.

Escaneó de arriba abajo el cuerpo del azabache: un pantalón de chándal corto gris y una camiseta negras, también corta. A demás, estaba en una postura que hacía lucir su cintura, y Toni era un guarro. Manía que se le pegó de Salinas, el abogado lechoso.

— Esque no sé qué ponerle a mis tostadas — habló, haciendo un puchero a modo de broma.

Jack suspiró, tratando de no reírse.

— Más tonto y no naces, hijo mío.

Avanzó hasta la mesa, ignorando las risas de Toni y cómo éste estaba a punto de sufrir un colapso por no poder respirar. Agarró con violencia el bote de mermelada de fresa, abriéndolo y metiendo una cuchara en él.

— Mira, esto se hace así, anormal — agarró una gran cucharada de la sustancia roja, dejándola caer sobre la tostada medio quemada del italiano. Luego lo esparció un poco con la misma cuchara, y le dio una mordida.

Toni puso cara de espanto, alejándose varios pasos del policía.

— ¡Eres un animal! — chilló —. ¡¿Cómo se te ocurre hacer eso así?! ¡Para algo hay cuchillos, hijo de puta!

— ¡Los cuchillos son para la mantequilla! A demás, me ofende que que hayas dudado sobre que mermelada usar; es evidente que la de fresa es la mejor con diferencia.

— Eres... ¡Un monstruo! — chilló de nuevo, antes de arrebatarle la tostada al azabache y darle él también una mordida.

— ¡Oye! ¡Mi desayuno!

— ¿Te refieres al desayuno que me has ROBADO? — cuestionó el italiano, dándole la espalda.

Jack bajó la mirada, para después sonreír pícaro.

— Menudos atributos italianos que cargas ¿Eh? — dijo coqueto, para después soltarle una nalgada a Toni que hizo que casi se le cayera su comida.

— Hijo de puta — masculló, alejándose del azabache que se reía cómo loco —. Me voy a cambiar antes de que se te ocurra alguna locura más, viejo verde.

— Adiós princesita ~

— Que te jodas — dijo, sacándole el dedo medio.

Eso serían más mañanas a partir de ese día en «la casa» de Conway: un italiano en ropa interior, desayuno compartido e idioteces varias.

— Caballero, le pido que por favor baje el arma.

Varios policías se reunían cerca de un badulaque, el cual estaba siendo atracado con varias personas cómo rehenes.

Toni se encontraba en el asiento del copiloto de su coche patrulla, a punto de saltar de la emoción por volver a la acción policial. En el asiento de atrás y observando todo con calma se encontraba Crish, el chico que pasó dos semanas desaparecido haciendo quién sabe qué con Gordon y sus agentes.

— Muy bien, chicos. Hoy vamos a aprender a hacer una negociación en caso de atraco — Jack hablaba pausado entre una palabra y otra, interrumpido por sus propios movimientos al encenderse un cigarro.

También hablaba con voz de vídeo educativo para niños, como si sus acompañantes fueran idiotas o algo así. Si le preguntas a Jack te diría que, en efecto, son idiotas, pero no necesitan que se les hablé con voz de learning kids.

— Cierra la boca viejo, ya sabemos hacer esto.

— No te lo creas tanto, capu- — antes de terminar la frase, ambos jóvenes ya habían salido del vehículo, dirigiéndose a paso rápido a la puerta del negocio.

Suspirando, el azabache salió también, manteniéndose a una distancia prudente para observar lo que hacían los italianos.

— Buenas tardes señor — se acercó el más joven de ambos, poniendo una mano en su cintura —. Tengo que pedirle por favor que deje de robar esta tienda. Robar está mal, no lo haga por favor ☺️

Soltó así cómo si nada, con un aura inocente más que fingida. El hombre al otro lado del cristal se quedó incrédulo.

— ¿Y a éste qué coño le pasa?

— Oye, no se meta con mi compañero. Ahí donde le ve parece una masita, pero cuando se enfada comienza a pegar hostias. Pim Pam, Pim pam. No para — habló ahora el rubio.

Crish se tapó la boca con una mano, aguantándose la risa. La que estaban montando, por Dios.

— Técnicamente — habló aún con dificultad —. Técnicamente no pueden quitarte tus cosas sin tu consentimiento, así que no puede robar ¿Le gustaría que le robaran a usted, señor?

— Hombre, pues la verdad es que no — contestó el otro ¿Acaso era esa una nueva técnica de manipulación para atracadores idiotas? Puede que sí.

— Que fuerte que fuerte que fuerte — susurró Conway desde su sitio.

— Señor, entréguese ahora o tendremos que sacar al perro.

— ¡Ni de coña vamos a sacar al perro! ¡Antes muerto! — gritó desde lo lejos Conway, ganándose varias miradas extrañadas.

— Esque... Si me entrego me van a meter en la cárcel... Y eso no es bueno.

— Tiene un punto — le susurró Crish a Toni. Éste asintió, metiéndose aún más en el papel.

— Usted puede decidir, si quiere entregarse ahora, o si quiere comenzar una persecución.

— Hmmmm ¡Quiero la persecución!

— Perfecto — se alegró Toni, dando una palmada —. Pues lo único que tiene que hacer es ir dándonos los... Tres rehenes, y podemos comenzar a negociar.

Al final la negociación quedó en dos segundos y sin clave Robert

(Creo que lo de clave Robert se escribe así, pero no estoy seguro. Podéis corregirme si está mal)

Cada uno se subió a su patrulla, y antes de que Jack pudiera comenzar a regañarlos por las estupideces que estaban haciendo al tratar con un hombre armado, el claxon sonó, haciendo que el coche arrancara violentamente.

Dos calles después, el atracador chocó contra una pared y la persecución terminó. Sinceramente decepcionante.

Pero eso no quitaba la emoción del primer atraco, en el caso de Toni el primero después de varios meses. Ambos italianos tenían una sonrisa en su rostro, sonrisa de la cual Jack también terminó contagiándose.

¿Cómo iba a regañarlos? Si estaba más felices que nunca, arruinaría su ilusión.

«Cuánto has cambiado ¿Eh Jack?» pensó para si mismo, conduciendo en dirección a la última alerta que les había llegado. Tener a dos italianos hiperactivos gritándote en el oído quizás no era lo mejor del mundo, pero en ese momento no le importó. Se sentía feliz de nuevo, otra vez en casa.


Hierba Mala Nunca Muere  •  Tonway Donde viven las historias. Descúbrelo ahora