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Conway estaba tenso, pero no tenso de enfadado, cómo normalmente suele estar, sino tenso de avergonzado. Desde esa mañana no paraba de mirar al italiano sin que él se diera cuenta, y parecía dudar constantemente entre si hacer algo o no.

Hacía ya varias semanas que Toni y él habían vuelto a su rutina de patrullage habitual — con el niño en el asiento de atrás queriendo tasear a los criminales —, y lo cierto es que aún le costaba creerse que Toni estaba de verdad frente a él, en carne y hueso.

Ya tenía completamente asimilada su muerte, y de repente volvió resurgiendo de entre las ardientes llamas del infierno.

Pero ahora podía verlo en ropa interior todas las mañanas, y eso sí que era algo nuevo — y de lo que no se iba a quejar—.

A la hora del descanso, cuando Toni y él se quedaron solos en los pasillos de la comisaría, decidió dar el paso, haciendo la tan esperada pregunta.

— Oye... ¿Te gustaría salir a cenar conmigo hoy? — habló, lo más seguro de su mismo posible. Tenía dudas de si todo el coqueteo que estaba recibiendo de parte del italiano era una alucinación, una broma por su parte o si realmente era cierto.

El oji azul levantó la vista, mirándole a través de sus lentes oscuros.

— ¿Una cita? — preguntó, cómo si no se lo creyera. Después sonrió ampliamente, dirigiéndole una mirada animada al azabache —. Sí, claro. Me encantaría.

El rubio siguió caminando, y Jack podía sentir como su corazón latía ahora con más fuerza que antes. Si Toni no dejaba de ser tan guapo le iba a petar el marcapasos.

«...»

El hecho de vivir en la misma casa le quitaba un poco el romanticismo a todo eso de ponerse guapo para el contrario, ya que se cruzaban todo el rato por el pasillo.

Jack había decidido gastar parte de sus ahorros — y lo que probablemente era su herencia — en un buen restaurante, de esos a los que solo fue un par de veces con su ex esposa, cuando intentaban conquistarse el uno al otro. Le dió un poco de gracia el hecho de que estuviera en la misma situación, años después, y con un hombre.

Pero ahora no había tiempo para reír, pues no encontraba su corbata negra. Tenía decenas de corbatas negras, pero esa era diferente: tenía un efecto mate diferente, que no se le pegaba al cuello.

Sí, aunque no lo creas del todo, es una corbata diferente. Y tenía que ponerse guapo para el italiano.

En total optó por un traje negro y una camisa blanca, lo que solía llevar regularmente pero esta vez dándole un toque elegante. Y evidentemente, la ya mencionada corbata de los cojones.

Caminó a zancadas por el pasillo, dirigiéndose a lo que era la habitación de Toni. Éste estaba frente al espejo, poniéndose brillo de labios o quién sabe que cosas.

Quién no sepa que Toni es un coqueto debe de ser un ignorante. Jack Conway era un ignorante.

Su vista dió un recorrido por el cuerpo completo del rubio. Éste había optado por una camisa granate y un pantalón negro ajustado. Divino, si se lo preguntan a cualquier, y humilde si se lo preguntas a Toni.

— Toni ¿Has visto mi corbata? — preguntó después de aclararse la garganta y disimular su sonrojo.

— ¿Te refieres a esta corbata? — preguntó el rubio, dándose la vuelta con un aire levemente coqueto.

Hierba Mala Nunca Muere  •  Tonway Donde viven las historias. Descúbrelo ahora