Capítulo 9

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"Un mundo sin Haruka no vale la pena ser salvado". Michiru se levantó de golpe en medio de la noche. Desde que Uranus quedó en coma no había dejado de soñar una y otra vez con ese momento, donde ella pudo salvarla. No sabía si era por culpa o porque tenía ganas de rendirse, ya que su Haruka no estaba. Se sentó en la cama y miró al lado, donde debía estar ella. En su lugar solo estaba su almohada, fría como la muerte.

Finalmente, la Haruka del pasado aceptó dormir en la habitación que le habían asignado después de lo que pasó con ella el día anterior. Por un lado, eso le trajo alivio, pero por el otro, saber que estaba en la otra habitación le traía cierto tipo de nostalgia. Es verdad que no era "su" Haruka, pero era la Haruka de la que se había enamorado hacía tantos años atrás, que era imposible no pensar si es que realmente hizo lo correcto. Sin embargo, en el fondo lo sabía. Lo único que podía hacer era entrenarla lo mejor que pudiera y seguir su plan para enviarla de vuelta al siglo XX antes de que la desgracia cayera sobre todos. "Si me toca sufrir ahora, por lo menos quiero seguir siendo feliz en el pasado..." pensó.

Se puso de pie y caminó hacia el balcón que tenía en la habitación. Era muy temprano como para salir a algún lado, pero amaba el viento frio en el alba. Dicen que la hora más oscura es esa, justo antes de que salga el sol. Así se sentía ella, en su hora más oscura, esperando que el sol salga y la ilumine nuevamente. Un sol que había dejado de darle calor solo a ella... agitó la cabeza un poco como queriendo espantar sus pensamientos. Cruzando sus brazos miró hacia el horizonte. Los primeros rayos del astro empezaban a asomarse. Cerró los ojos y respiró profundamente. Si se concentraba un poco podía percibir el olor del mar.

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Hacia horas que no podía dormir. Cansada de dar vueltas en la cama se sentó, tirando las sabanas a un lado en señal de frustración y cansancio. Miró alrededor, era un lugar totalmente desconocido para ella. Desde que llegó no dejó de preguntarse como estaría Michiru, que estaría haciendo, si estaría preocupada buscándola. La conocía bien, siempre se mostraba calmada y en control... pero en el fondo era una tormenta que solo ella podía sosegar. Sabía también que cuando las cosas la abrumaban solía encerrarse en sí misma y no dejaba entrar a nadie. Y cuando eso pasaba era cuando sabía que más la necesitaba, pero no podía hacer nada más que esperar en silencio a que notara que estaba ahí, esperándola.

Suspiró y se puso de pie, abrió las ventanas y salió al balcón, se apoyó en la baranda y cerró los ojos. Tocó su mejilla recordando el golpe que Neptune le dio el día anterior. Eso había dolido más que todos los golpes de Jupiter, porque lo sintió en el alma. Sin embargo, sentía que lo merecía ¿Qué había hecho ella para estar en esa situación? Había dejado sola a Michiru en su recital para ver a otra persona ¿Por qué? Si a quien ama es a ella ¿Por qué hizo lo que hizo? Se merecía ese golpe. Solo quería regresar y decirle a su Michiru cuanto la amaba, cuanto la necesitaba.

Escuchó un pequeño llanto, casi imperceptible. Abrió los ojos y miró hacia un lado. Vio a Michiru abrazándose a sí misma y secándose las lágrimas. Se sintió culpable aunque no sabía de qué, pero tenía el presentimiento que sus lágrimas no eran solo de preocupación por su "yo" futuro, tenía el presentimiento de que había algo más. Quería acompañarla pero no sabía cómo. Sus propias palabras, entonces, vinieron a su mente "no seas cruel, no te encierres en tu propio mundo, no me abandones..." sabía que en ese momento no había nada que pudiera hacer, más que esperar. Entró a su habitación para intentar dormir un poco, sospechaba que sería un día largo.

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Los entrenamientos en el campo eran más difíciles para Haruka de lo que pensó. Mercury había desarrollado un software que, mediante hologramas y artefactos, se podía revivir batallas antiguas y que pudieran ser usadas como entrenamientos, además de estudiar estrategias y errores. El que había escogido Neptune para Haruka fue la batalla final con Mistress 9. La misión en esta simulación era poder clavar su espada en el pecho del enemigo mientras esquivaba los ataques lanzados en su contra. Neptune observaba desde la sala de control, junto con Mercury, quien manejaba el programa.

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