Capítulo 3 - trabajo

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"La luz de la vida es Dios."

Terminada la ceremonia todos los serafines entramos al oráculo, cada uno se dirigió a su lugar correspondiente. Bajo el tumulto que se formó me vi obligado a separarme de mi amigo y desplazarme entre los serafines con cautela hasta llegar a donde correspondía.

Estaba tan cerca pero tan lejos a la vez.

Dentro del oráculo yacía una gran cortina blanca que cubría las ventanas de inmenso tamaño por las cuales se dejaba ver el centro del oráculo.

Cuando todos encontramos nuestros lugares y la paz reino, se escucharon las primeras trompetas tocadas por los querubines.

El sonido resonó sobre nosotros y nuestros cuerpos se movieron de forma automática, como si la voluntad que manejábamos fuera insignificante bajo el eco de la trompeta.

Con el primer par de alas nos cubrimos el rostro. La segunda trompeta no tardó en sonar y el tercer par de alas taparon nuestros pies, provocando un gentil cosquilleo debido al rose con las plumas.

Tercera trompeta

Nos posicionamos uniendo nuestras manos. Fue entonces cuando sonó la cuarta y última trompeta. El segundo par de alas nos elevo y las cortinas se abrieron, provocando que el ambiente se tense ante la luz omnipotente que invadió el oráculo.

Su brillo era tan potente que podía sentir mis alas arder mientras me protegía el rostro.

La ceguera eterna estaba asegurada para aquellos que se atrevieran a mirar directamente a la divina luz que emitía la santísima Trinidad.

La presencia aplastante que los acompaño fue la de Dios, creador del universo y la tierra.

Los querubines no tardaron en entonar los primeros coros celestiales y seguidos de ellos nosotros, los serafines, seguíamos su canción delicadamente. Las voces coordinadas se escuchaban de forma magnífica mientras el todopoderoso vigila la tierra, hogar de su más perfecta y destructora creación; los humanos.

El día se compuso de esa forma. Cánticos, oraciones y alabanzas dedicas especialmente a dios.

Nuestro trabajo como serafines es alabar a Dios lo mas que se pueda, sin importar cuánto se pueda extender el tiempo mientras lo hacemos. Podemos llegar a durar incluso hasta tres días en medio de alabanzas. Si tan solo pudiéramos alabar a dios por toda la eternidad; lo haríamos, pero todo tiene límites.

Nos cansamos físicamente, e ahí nuestro mayor defecto.

Debido a eso, los serafines se deben turnar para cumplir con sus obligaciones. Por lo general nos acomodan en grupos de aproximadamente setenta y siete serafines, en total somos siete grupos para cubrir cada día de la semana; durando veinticuatro largas horas de adoración.

Así pues, después de un día de alabanza los telones se cerraron.

***

Era hora de cambiar lugares.

El próximo grupo del día, nuestro reemplazo, llegó rápido. Nos saludamos brevemente con una reverencia y con mis compañeros salimos del oráculo.

No tarde en encontrarme con Felipe en medio de la multitud. Su brillante cabellera roja resalta entre las cabezas de los demás serafines y me aventuró a seguirlo. Escurriéndome entre los ángeles hasta que logro llegar a sus espaldas.

Tome su hombro y este reaccionó pegando un pequeño brinco, seguramente fruto de haberlo tomado con la guardia baja.

Incluso su rostro se muestra endurecido como una roca hasta que me reconoce.

Traición celestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora