Día a día.

En la siguiente vida.

Cuando la melodía terminó las personas a su alrededor aplaudieron encantados. Una hermosa pareja había concretado una unión algunas horas atrás, que independientemente de sus sentimientos u opiniones, prevalecerá hasta el fin de sus días.

Otra pieza dio inicio, esta vez más lenta y de cierta forma romántica. Algunas personas tomaron a sus respectivas parejas, encaminadas al centro del gran salón.

Sin darle tiempo a su esposa, se disculpó de manera amable, prometiendo bailar la siguiente pieza con ella.

Los demás a su alrededor miraron confundidos y estupefactos la escena. A paso lento el apuesto hombre se plantó frente a dos muchachos de cabellos claros. A uno lo reconocieron de inmediato cómo hijo de una de las diez casas nobles, el otro un simple desconocido. Para sorpresa de muchos ofreció su mano al desconocido de cabello rubio, quien con las mejillas encendidas y nervioso rechazó de manera respetuosa la invitación, el joven noble a su lado tomó la mano del rubio y se alejaron sin mirar atrás.

—Creo que fuiste un poco descortés —habló el protagonista de la reciente escena, aún con las mejillas algo rojas.

—Y tú muy idiota al venir —contraatacó cruzando los brazos a la altura de su pecho —viniste a su boda aún sabiendo que te dolería —cierto aire paternal podía persibirse en él.

—No podía dejarte solo —hablo calmado. Su amigo suspiró dándole una sonrisa.

—Puedo controlar a esos hipócritas yo solo.

—Lo sé —le devolvió la sonrisa.

———————

—¿Me permite esta pieza? — pregunto haciendo una reverencia a modo de broma después de unos instantes en silencio, ambos rieron por un momento. El de cabello rubio se sintió dichoso por ser unas de las pocas personas a las que su amigo les mostraba esa faceta.

—Sería un honor, Alteza.

Esperaron a que los concertistas tocarán una pieza menos romántica, el joven noble tomó la mano ajena centrándose en el salón. Por un momento el no-noble se sintió intimidado ante las miradas desdeñosas de casi todos ahí.

—Nadie te matará —hablo con ironía.

—Qué fácil lo dices. ¡Todo el mundo te adora! —le gritó entre susurros.

Terminado la canción, el rubio noto el semblante de su amigo hacia el hermano menor del recién casado.

—Alteza...

—No me llames así —arrugó el entrecejo.

—Lo siento. Sabes que no está permitido que un simple plebeyo hable así con alguien de la realeza —escucho el bufido exasperado de su amigo —Lo siento.

—Deja de disculparte. Es molesto —después de un par de segundos, hablo:

—Ve...

—¿Disculpa? —pregunto confundido.

—No siempre se ven —aclaró. El noble entendió —estaré bien.

—Si alguien te molesta...

—Estaré bien —repitió con una sonrisa —disfrutando la noche.

Aún dudoso, se despidió momentáneamente de su amigo, quien le deseó suerte mientras se dirigía al balcón.

Contempló unos segundos el extenso jardín. Se sentía tan fuera de lugar en ese momento, pero todo era por su amigo, aún cuando quisiera no estar presente en ese evento, no podía simplemente huir, tenía a su madre, amigo y aunque no lo quisiera admitir: no podría soportar estar lejos de él.

—Sabes que no quería casarme —escucho la conocida voz de aquel hombre, quien sin pudor alguno o aviso, robo su corazón por completo —no con ella.

—Está bien —sonrió comprensivo —la alianza será beneficiosa para ambas naciones. Además...

—No me refiero a eso —la grave voz del hombre a su lado lo hizo retroceder unos pasos.

¿Cómo llegó tan rápido a su lado?

—Su majestad, yo...

—Te amo.

—Yo...

—Te amo —repitió sin dudar, envolvió las manos ajenas con las propias, miro directo a los ojos del plebeyo con gran ternura y anhelo —no olvides nunca que te amo.

—Nos pueden ver...

—No me importa.

El rubio respiró profundo y con todo el autocontrol que poseía logró sacarse las manos ajenas. Lo miró unos instantes comprensivo, triste y por sobre todo con el mismo anhelo y amor.

—Es su deber, el pueblo es su prioridad —sonrió —fue un placer hablar con usted, Majestad —hizo una reverencia y volvió a la celebración con la cabeza baja.

El hombre aún permaneció en ese lugar durante unos instantes más, suspiro revolviendo su cabello con frustración.

"Tal vez en la siguiente vida" pensó.