Ángel.

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Hasekura Asaya siempre estuvo seguro de que nunca se enamoraría de nadie más que de su adorable Kensuke.

¡Oh, pero cuán equivocado estaba!

Porque sí, se enamoró de manera ciega, a primera vista y sin remedio de Hanae, su pequeño ángel.

Su única hija, por ende, su tesoro más grande.

Sonrió con total ternura, mirando directamente esos preciosos ojos de tonalidad café, casi iguales a los de su otra persona amada. Su pequeña niña (ya no tan pequeña) le devolvió el gesto de manera encantada, enterró su cabeza en el hombro de su padre mientras aún se mecían de un lado a otro al compás de la melodía.

Hace apenas un par de horas llevó a su pequeña al altar.

Claro, el idiota roba ángeles no la merecía ni por milagro. Sin embargo, y pese a su total desaprobación, ahí estaban, su pequeña se veía feliz y llena de ilusión. Tan radiante, tan hermosa, tan feliz...

Tomó su mano de manera suave, le hizo dar una vuelta lenta, regresando casi inmediatamente a su posición anterior. No sabía cuantas canciones estuvieron bailando, hasta que sintió un suave tacto sobre su hombro, giró la cabeza casi en automático, encontrándose con la sonrisa de su esposo.

—¿Me permites la siguiente pieza? — preguntó alegre, volviendo a sonreír de la misma manera que en su adolescencia, sólo que esta vez, las arrugas al costado de sus ojos delataban el paso del tiempo.

Entregó la mano de su hija a Kensuke casi a regañadientes, dio una mirada acompañada de una sonrisa a ambos y se encaminó junto a Masahiro.

Tomó la copa de vino ofrecida por el antes mencionado, dio un sorbo sin despegar la vista de su hija y esposo.

—¿Así te sentiste con Haruki? —le preguntó casi de manera automática, observó por el rabillo del ojo a la pareja de su cuñado. Disimulando su pequeño interés.

A pesar de conocerse desde que eran adolescentes, jamás se le ha presentado la oportunidad de ver a su amigo en modo posesivo o celoso y, a pesar de querer verlo en esa faceta, algo dentro suyo le decía que eso era una mala idea.

Escucho la risa nerviosa de su acompañante, seguido de unos segundos de silencio.

—Sí —respondió simple —pero Kousuke fue peor.

—Casi mata al pobre —una sonrisa de lado se curvó en sus labios.

Recordó con diversión la boda del hijo mayor de Masahiro; Cuando la pareja terminó de decir sus votos, jurándose apoyo mutuo, amor eterno y otras cosas, se escuchó el grito de Kousuke amenazando al, ahora esposo, de Haruki para cumplir, de lo contrario lo castraria y quemaría vivo. La cara del muchacho era de terror puro.

La canción se dio por finalizada. Kensuke entregó a su hija. Ahora observo a los casados bailar, mientras su esposo iba en dirección a Kousuke.

—Es un buen hombre —escuchó a su amigo, lo miró por unos instantes —No se hubiera enamorado de cualquiera —sonrió comprensivo, arreglando un mechón con algunos cabellos grisáceos —Después de todo es tu hija.

Asaya dio un leve resoplido, sonrió de igual forma.

Era hora de dejar ir a su ángel.

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