Hilo rojo.

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Desde niño, Hasekura siempre pudo ver ese pequeño hilo adherido a su meñique. Un día, le preguntó a su hermana mayor sobre ese extraño hilo rojo, que pese a su curiosidad había tratado de romper, sin éxito.

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—El hilo rojo del destino —había dicho su hermana, con palabras rápidas, sin dejar de teclear en su computadora portátil —conecta a las almas que están destinadas a conocerse. Tu alma gemela —finalizó antes de tomar un trago de café, dejando una marca rojiza en el contenedor blanco —¿Por qué?

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Años más tarde, conoció a un muchacho tímido de extraña cabellera café, que, a simple vista, cualquiera podría confundir con naranja.

Se acercó a él, porque en el meñique de ese muchacho se hallaba el final de su hilo.

—¿Cuál es tu nombre? —usó un tono mucho más áspero de lo que le hubiera gustado, el muchacho pareció sorprendido ante su pregunta, sin embargo aclaró su garganta y con voz apenas audible respondió un escueto:

—Masahiro Setagawa.

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—Es sólo una leyenda —agregó a su breve relato, volviendo su vista a la computadora portátil.

—¿Todo el mundo tiene ese hilo? — vio de reojo el hilo brillante de su hermana danzar al compás de sus movimientos. Su hermana pareció meditarlo unos segundos.

—Según la leyenda, sí.

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Los años pasaron, su amistad incrementó y sin poder evitarlo, había caído ante su alma gemela.

Se sentía afortunado de tener ese hilo, no estaba solo en el mundo como muchas otras personas que conoció a lo largo de su vida. Fue un 28 de junio cuando por fin se decidió a confesarse, creyendo ciegamente que sería recíproco, después de todo; las almas gemelas están destinadas a estar juntas.

¿Verdad?

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Cerró la computadora una vez había terminado, percatándose de su hermano aún parado en el mismo sitio, pensativo.

—¿Tienes más dudas? —aunque preguntó, había sonado más a una afirmación. Hizo un ademán con la mano a su hermano menor, invitándolo a continuar.

—¿Amaré a mi alma gemela?

Su hermana alzó una ceja de manera interrogante, pensando en la seriedad con la que su hermano hablaba de una simple leyenda. Decidió no darle tanta importancia. Hizo un repaso mental de todo lo que había leído hasta ahora sobre esa leyenda.

—Sí.

—¿Me amara de la misma forma?

—Sí.

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Todo en esa cita había salido mal, Masahiro ese día conoció a un tal Kensuke y a su molesto hermano mayor Kousuke.

Sus salidas se hicieron menos frecuentes, Masahiro aún le prestaba atención y seguía haciendo los mismos lindos y espontáneos gestos de siempre, pero algo había cambiado.

Comenzaba a sentirse solo, alguien más comenzaba a ocupar el corazón de Masahiro. No hizo nada al respecto, esa faceta pronto pasaría y ellos dos volverían a estar juntos, como siempre debió ser.

Porque las almas gemelas debían estar juntas.

¿Verdad?

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—No importa cuanto lo estires o se enrede, nunca podrá romperse o cortarse — finalizó el relato, aún curiosa por la repentina pregunta.

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Miró su meñique, notando el mismo brillo rojo de su niñez, nada había cambiado. Sólo su corazón apunto de romperse ante tal escena frente a él.

Porque ahí estaba él, ayudando a su alma gemela a pedirle matrimonio al amor de su vida.

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