Capítulo III - El onsen del otro mundo

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Ante la vista de criaturas temibles de diferentes razas, se encontraba una escena un tanto... peculiar.

Un chico de 1.58, cabellos color carbón, ojos claros color gris, piel aperlada y una vestimenta algo singular, estaba tratando de idear una cuartada que lo ayudará a encubrir que prácticamente era un esclavo, y no levantar las sospechas del hombre de casi 2 metros que lo miraba fijamente sin parpadear esperando una respuesta.

-Ahh...estas cosas... bueno...

Briel trataba de controlar su voz, pero los nervios lo atontaban poco a poco, hasta que... una idea surgió rápidamente...

-¡Oh! ¡ES VERDAD!

El dragón se sorprendió un poco al ver el cambio repentino en la actitud del chico.

-En el lugar en que vivo hay un diseñador que le gustan las cadenas. Me utiliza de modelo porque soy muy ligero, ¿verdad que me veo muy genial?

Briel colocó sus manos como puños en su cintura he hizo una pose que mostraba total seguridad.

Sospechando la verdadera razón tras las cadenas, Ryu solo suspiró, pues no quería meterse en asuntos externos, mientras que Alice trató de contener su risa.

-Los humanos son muy raros, pero niño, tu cuerpo tan débil no debería cargar con esas cadenas tan pesadas a la vista. Ven, vamos a que te pongas algo más cómodo, tu ropa está toda sucia.

El dragón lo tomó del brazo, pero Briel lo detuvo sin pensarlo.

-¡Estoy bien! ¡No necesito cambiarme! ¡En serio! Me veo muy genial, y... y... mejor hagamos algo más divertido ahora que eres libre, quiero volar conti~

Antes de poder terminar la frase, un "grrrrr" surgió de sus entrañas. Ryu no se sorprendió...

-Tienes razón "humano ligero", pero primero vamos a comer, luego te cambias de ropa.

-Yo... no tengo hambre~

El peliblanco lo tomó del brazo nuevamente, se despidió de Alice, y se lo llevó pese a su negación para darle algo de comer, pues parecía molestarle que el humano estuviera muy por debajo de un peso normal.

Después de terminar su primera comida decente en mucho tiempo, Briel ya no hablaba más, no entendía por qué estaba avergonzado de que Ryu lo viera de esa manera.

Algo se sentía extraño.

-Niño, vamos a las aguas termales para que te des un baño y te quites esas cadenas molestas... ya no soporto su sonido, aunque digas que son para ayudar a un diseñador o algo así, tu cuerpo no puede cargar con ese peso todo el tiempo, y llamas mucho la atención.

Mostrando un pequeño puchero, el pelinegro replicó.

-Ya no me digas niño, ¿qué te cuesta llamarme Briel? Tienes una boca muy grande, no creo que te cueste pronunciar mi nombre, además... ya resalto mucho en este lugar, soy el único humano en el reino.

El dragón lo ignoró y lo empujó un poco para dirigirse rumbo a las famosas aguas termales. Al llegar, se encontraron con unos conocidos del hombre quienes estaban interesados en el pequeño humano, sin aguantarse más, comenzaron a hacerle un montón de preguntas; Briel, estaba poco acostumbrado a recibir amabilidad y atención por parte de otros, por lo que se escabulló del lugar, y por si sólo se dirigió a su destino.

Como era de esperarse, se quitó toda la ropa, excepto las cadenas, pues, aunque quisiera no podía hacerlo, ya que el único que podría quitárselas era Mikael, uno de los sirvientes del hechicero.

El chico metió la punta de sus dedos al agua y pensó; "pero si esto es igualito a lo que veía en los mangas... ¿cómo se llamaban?... mmmm"

Finalmente recordó el nombre al entrar por completo, así que empezó a entablar conversación consigo mismo.

El amante del dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora