Capítulo XXXIX - Un idiota con mente de pez

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El cambio de color en los árboles era señal de una nueva estación y consecutivamente, el paso de los largos años. El humano disfrutaba de la tranquilidad que tanto anhelaba en su vida, ya que desde que fue invocado en su niñez, los momentos de paz eran espontáneos hasta el punto de tornarse en dulces sueños. El tiempo pasó, y como en un parpadear, sin contar el año del embarazo, los gemelos ahora tenían 4 años, Briel los había criado con el cariño que solo las madres pueden dar; entre enseñanzas, regaños y halagos, los niños crecieron felices a lado del alegre pelinegro, quien volvió a apreciar y disfrutar cada instante de la vida, por lo que... ya a sus casi 28 años, nunca pensó que los fantasmas de su pasado volvería a irrumpir su amada tranquilidad como una ruidosa tormenta primaveral.

Después de aproximadamente 5 años, su ser entero quedó paralizado por unos instantes al cruzar su mirada con aquellos ojos rasgados tan claros color celeste. Los escalofríos no dejaban de recorrer como rayos su espina dorsal, y su corazón era todo un caso. Ante el shock de estar ante la presencia de aquella criatura que alguna vez amó hasta el punto de perderse así mismo, la primera reacción del chico fue tomar a los gemelos y refugiarse en el Dandelion, aunque después se daría cuenta que el lugar ya estaba totalmente asegurado por Alice y Maru.

Una vez pasado el segundo reencuentro, dos horas transcurrieron cuando por fin logró que Kin y Yue tomaran su siesta; la cafetería se cerró, ya que ante la llegada de tales criaturas con manás aterradores, todo el sitio y los alrededores quedaron vacíos. Con la cabeza un poco fría y los nervios relajados, Briel bajó y les pidió que se reunieran en el jardín trasero para poder hablar en un lugar alejado de los ágiles sentidos de los gemelos que sin lugar a dudas se despertarían y harían un escándalo.

Briel no mostraba más que una expresión fría y un semblante firme, por lo que, sin perder más tiempo, comenzó con la tan esperada conversación...

-Hablen de una vez, ¿qué es lo que quieren de mí? Les advierto que si vienen a llevarse a mis hijos...-Su mirada se tornó oscura y el tono de su voz se profundizó. – no volverán a ver el mañana.

Tanto Alice como Maru estaban sorprendidos, mientras que el moreno quien estaba dentro del límite que Briel le había restringido para acercarse, no paraba de sentir punzadas de dolor en su corazón, ya que jamás pensó en ver esa mirada tan feroz en ese ser tan brillante que consideraba su sol.

Mostrando una pequeña sonrisa Alice entendió la situación, así que sin dudarlo le respondió.

-Cariño, tanto tiempo sin verte y nos recibes con fieras amenazas. No estés tan a la guardia, ¿dime qué te pasó para que te comportes de esa manera tan ruda?

El pelinegro le dirigió una mirada que hizo retroceder a la mujer de cabellos celestes, y estremeció al cornudo rojo, sin mencionar la intensa reacción interna que presentó el dragón.

-Me he convertido en madre, ¿que acaso eso no es suficiente?

Todos estaban sorprendidos ante la respuesta, a excepción de la abuela Alya y de Orion, quienes no se inmutaron ante el chico, ya que conocían de lo que era capaz con tal de proteger a su familia.

-Te has convertido en una hermosa bestia que desborda una encantadora pasión cariño, pero enserio, tranquilo, no estamos aquí por tus cachorros, solo queremos escucharte. Estos últimos años hemos intentado encontrarte con la esperanza de que estén a salvo, así que verte saludable y conocer a tus cachorros, nos trae mucha paz, pero aún queremos escuchar porqué te fuiste. A fin de cuentas, mi talentoso consejero de comercio y la pareja de nuestro guardián desapareció de la nada, queremos explicaciones cariño, si no nos las das, sabes que los molestaremos con nuestra presencia por un largo tiempo.

Al escuchar la respuesta de la mujer, Briel tragó saliva y le respondió. -¿Y su reino? No pueden dejarlo tanto tiempo sin sus pilares. Váyanse, que no quiero verlos más aquí, están ahuyentando a nuestros clientes con su presencia.

El amante del dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora