Capítulo L - Ryu

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"Volver a vivir es recordar", una dura lección que aprendió con el pasar del tiempo, y lo que le llegaba a pesar constantemente por las noches cuando era más joven; atormentado por aquellos momentos que quería olvidar a toda costa y mantener encerrados muy dentro de su mente, Briel entendía la responsabilidad de su pedido, pues si a él siendo tan solo un humano y que su vida era comparada con el tiempo de vida de un mero girasol, le costaba revivir ciertos acontecimientos como sus misiones siendo esclavo, no podía ni imaginar del todo cómo sería recordar el pasado de una larga vida de un ser tan antiguo como lo era Ryu, sin embargo, sabía que no podía dudar en un momento tan fundamental.

Sentados uno al lado del otro manteniendo cierta distancia, Briel sujetó la manta que Ryu le había dado y se envolvió en ella, su corazón latía con fuerza ya que por alguna razón, sentía que estaba cometiendo un pecado al ser quien escuchara el pasado de una criatura tan poderosa como lo era él, sin embargo, la curiosidad le podía más que cualquier culpabilidad, pues era algo que siempre quiso saber y ahora que podía, no dudaría en entrarse en sus memorias.

Fijando la mirada hacía el cielo y soltando una pequeña risita, sacudió un poco su cabello y con una amable voz, tocó la mano temblorosa del chico, y le dijo.

-No te sientas mal Briel, te lo contaré a ti porque quiero y no porque me estés forzando, deseo contárselo a alguien importante para mí.

Pasando saliva, el pelinegro solo accedió moviendo la cabeza y siguió en silencio.

Volteándolo a ver con sus penetrantes ojos celestes, sujetó la mano del chico y continuó en un tono que se había tornado en algo nostálgico.

El relato estaba por comenzar...

-No recuerdo... cuánto tiempo he vivido con exactitud, deje de contar hace tanto, que me es difícil decirte mi edad, pero, recuerdo lo más importante. Nací de la unión de dos dragones, mi madre, Solveig, era una bestia vigorosa que volaba por los aires sin ninguna atadura, y mi padre, Atsu, nombre que madre le dio porque él había olvidado su origen, era una bestia incluso de más antigüedad que ella; padre era alguien que disfrutaba de la lectura y los nuevos conocimientos, prefería caminar por la tierra que andar por los cielos. Como si fuera una broma del destino, ellos terminaron juntos y tuvieron solo a un descendiente. Recuerdo... que, pese a que eran tan amables, eran blanco de innumerables burlas y desprecio por vivir fuera de los estándares establecidos por los dragones más viejos.

Impulsivamente, Briel preguntó. -¿Hay más dragones? Creí que eras el único vivo.

-Claro, solo que como te decía, siguen un camino que construyeron los más viejos, la mayoría viven solo con propósito de convertirse en ancestrales, eso... te lo explicaré más adelante, pero algo que tienes que tener en mente mientras te cuento esto, es que mi familia es un caso único. Debido a la naturaleza tan extraña de mis padres, siempre culpaban a Skaði, la madre de mi madre, en otros términos, a mi abuela, de haberle enseñado conocimientos que desataron la mente de Solveig, pero en realidad, solo querían libertad propia, no querían una vida monótona bajo el regimiento de dragones que vivieron incluso antes de que se distinguiera la noche del día. Mi abuela le enseñó a vivir a mi madre, y mi madre le enseñó a disfrutar de la vida a mi padre, y como si el ciclo se volviera a repetir, Skaði fue mi maestra, pues no sabía cómo vivir.

-¿No... sabías vivir?

-Mis padres disfrutaban de sus viajes, de aprender, de volar juntos... así que aprendí muchas cosas por mi cuenta. Skaði me acogió por lo mismo, comprendía que, aunque mis padres me amaran, no eran capaces de tenerme a su lado. La abuela fue mi mentora durante mi primer milenio. Cuando estaba aprendiendo a cómo controlar el fuego azul que sale de nuestros cuerpos, a padre le empezó a dar una enfermedad muy común de quienes viven tanto tiempo y poseen corazones débiles, "la enfermedad del olvido", al parecer el primer brote fue antes de conocer a madre, por eso no recordaba ni su nombre, el segundo fue 500 años después de tenerme, olvidó que madre era su pareja y que habían tenido un hijo, el tercer y último brote, aunque madre le había ayudado a recordar, fue el más severo. Skaði me dijo que madre estaba desesperada, le dolía ver a padre olvidarse de aquello que más amaba, y consumirse como consecuencia en la locura del olvido poco a poco, por eso, Solveig decidió que su tiempo había llegado, así que transcenderían y se convertirían en ancestrales.

El amante del dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora