A la mañana siguiente de aquella plática reveladora entre las tres bestias y Briel, el pelinegro solo se limitó a seguir con su rutina y dejar todo ese manojo de sentimientos amargos a un lado, ya que no quería que los gemelos lo vieran desanimado, así que con esa linda sonrisa que solo mostraba a sus niños, les cambió la pijama y los arregló con ropa especial que la abuela Alya les había regalado, las cuales estaban adaptadas para que enfriaran su piel en caso de que su temperatura aumentara, además de ser flexibles y no rasgarse cuando los gemelos expusieran sus pequeñas alitas.
Uno de los rasgos que presentaban los gemelos al ser mestizos, era que su temperatura podía desestabilizarse, por lo que el pelinegro debía de enfriarlos constantemente para que los niños no cayeran enfermos.
Sosteniéndolos uno en cada mano, los tres bajaron a la barra del café, Briel solo ignoró el hecho de que Alice, Maru y ese dragón seguían en el Dandelion, tal parecía que ignoraron su advertencia, pero cansado de pensar, les pasó de lado y colocó a los niños en una especie de sillitas flotantes de bebé para servirles su desayuno, comenzando así con su curiosa rutina diaria.
De uno de los cajones, sacó una manta que al tocarla parecía ser la superficie de un estanque lleno de peces anaranjados, los cuales se alimentaban de las sobras que los gemelos dejaban caer al suelo. La manta en realidad era un portal hacía un estanque que a los pequeños les gustaba mucho, y fue un regalo que les había hecho aquella anguila mutante, amigo y protector de su madre.
El chico se colocó unos guantes, y empezó a cortar las frutas frías de diversas especies con las que alimentaba a los niños, además de exprimirlas para preparar jugo, pero algo estaba fuera de lo normal, ya que Kin y Yue estaban un tanto ansiosos por la presencia de esas bestias de alto rango.
Sin apartar su penetrante pero inocente mirada de aquellas criaturas, Kin no pudo quedarse quieto.
-Mami, ¿quiénes son ellos? Huelen a tierra de otro lugar.
Yue le siguió a su hermano.
-Es verdad mami, ¿son invitados?
Tapándose la boca para no mostrar su juguetona sonrisa, Alice les respondió con una gentil voz.
-Cachorros... -Señaló a Maru y así misma.
-Nosotros somos sus tíos, venimos a visitar a su mami y a conocerlos, nos iremos en un par de días, así que también seremos huéspedes y clientes, ¿les parece bien? Estamos taaaan cansados del trabajo, que queremos descansar unos días.Sin voltearlos a ver y solo mostrando su espalda, el chico respondió a la atrevida respuesta de la líder.
-¿Creen que vamos a permitir que solo ustedes abarquen todo el Dandelion y nos hagan perder clientes los días en los que estén? Ni hablar, váyanse de una vez.La mujer de cabellos celestes se dirigió hacía el humano, pero al ver que los niños parecían que en cualquier momento se lanzarían hacía ella para impedirlo, se quedó quieta en un solo lugar y con un tono juguetón respondió.
-Les vamos a pagar más de lo que ganan en un año de buena cosecha, seremos sus huéspedes y nos portaremos bien.
Al hacer cuentas mentales, los ojos de Briel comenzaron a brillar, pero aún sentía coraje, sin embargo, sabía que era algo que beneficiaría un montón a la abuela Alya y a Orion, así que mordiendo sus labios, volteó a verlos y su modo "negociador se activó".
-Oh, ya veo, entonces los trataré como los preciados clientes del Dandelion solo a ustedes dos, esa bestia que está parada viendo desde la ventana principal no cuenta como huésped, depende de él si se larga o se va a otro sitio, ¿quieren algo de desayunar?
-Ara...que gentil cariño, me parece estupendo, si te parece bien, solo queremos probar el jugo que están tomando tus cachorros.
Mientras tanto, ese imponente dragón parecía personificar a un perro regañado, era algo increíble que Alice y Maru estaban presenciando, ya que no podían creer que se dejara manipular y domar tan fácilmente por un humano.
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El amante del dragón
FantasyEsta es la historia de un chico de la era moderna, quien a una corta edad fue invocado a un mundo lleno de criaturas extraídas de cuentos y leyendas legendarias. Sin desearlo, conoció el odio, el rencor, la muerte, el amor, y la eternidad gracias a...