Capítulo 21👑

308 39 4
                                    

—¿Saldrás? —le pregunté a Meir cuando vi que salía de la casa con una bolsa de tela en sus manos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Saldrás? —le pregunté a Meir cuando vi que salía de la casa con una bolsa de tela en sus manos.

A su edad, parecía tener una energía sin igual. La barba blanca ya le cubría gran parte del rostro, su piel arrugada dejaba a la vista, sin posibilidad de engaño, sus años, en muchas ocasiones me pregunté cuántos años en promedio llegaría a vivir un mago. Nunca me lo había cuestionado de verdad, pero, su vitalidad me hacía creer que vivirían por mucho tiempo, por no dar una cifra aproximada.

—Iré al pueblo a comprar unas cosas —mencionó siguiendo el camino que daba al final del jardín. —Cuídense.

—Claro, tu igual —sonreí viendo cómo se iba.

 No era la primera vez que nos quedábamos solos mientras él fuera de compras, ya habían sido un par de veces. La primera si me causó un desconcierto el hecho de quedarme sola en un lugar que no conocía, ya para la segunda, en parte, me había acostumbrado a ello.

Cuando vi como cruzaba la cerca de madera, decidí bajar los escalones restantes de la entrada de la casa. Era una linda mañana después de todo, el sol no llegaba tanto al frente del jardín, sin embargo, aun así, estaba allí a ratos.

El clima era cálido, demasiado para la estación en la que estábamos, aunque Meir ya me había advertido que así era en toda Druda, el reino en el que estábamos.

Caminé hasta cerca del sendero que llevaba fuera del lugar, allí estaba él, sentado en la hierba, a unos pocos metros de la tierra.

Lo desconcentré con mi aparición, puesto que giró su rostro a verme.

—¿Cómo lo haces? —cuestioné mientras veía como se volvía a concentrar en su tarea.

Parecía estar jugando con una de las flores del jardín, había escogido una de color naranja, la dejaba secar y luego la devolvía a la vida con un color distinto. Sonreí, pensando en que Meir lo asesinaría si veía lo que él le estaba haciendo a sus flores. El anciano mago era un fanático de ellas, decía que daban luz al lugar y que las mantenía vivas todo el tiempo, por más fría que fueran las estaciones, él quería verlas florecer.

Me senté a su lado, viéndolo. Parecía dominarlo con facilidad, por mi parte, aún no terminaba de entender cómo hacerlo y lograrlo en el intento.

—Todo está en la mente —movió su mano hacia arriba, creando un arbusto pequeño a un lado de la flor—, y en las emociones —abrió su mano, y flores amarillas comenzaron a adornarlo.

Quedé pasmada viendo como ahora las flores y las hojas de ella se caían, convirtiéndose en troncos secos. Ya habíamos intentando con las hierbas, pero, en definitiva, el control de vegetales no era lo mío.

Él decía que no se trataba de controlar las plantas, sino que de amigarse con la vida y dejar que ella nos diera la puerta para guiarla, al menos, decía que eso era lo que Meir le había repetido en sus incontables intentos.

Seguimos practicando durante un buen rato con lo que había a nuestro alrededor. Para ser sincera, sólo él practicaba, yo no tenía idea de que hacer, ya que había descubierto que ese no era mi rubro.

—Vamos adentro, preparemos algo para cuando vuelva Meir—dije con intenciones de levantarme.

—Toma —me acercó su mano con una flor violeta, era pequeña y simple, pero eso no le quitaba la belleza—, es para ti.

—Gracias. —sonreí con ternura— Es hermosa —la tomé, sabía que no era una de las flores que había por el jardín. Esa flor la había creado únicamente él para mí.

Una emoción bailó por mi alma, era la primera vez que me regalaba algo. Eso me llenaba el corazón, lo conocía hace muy poco tiempo, cosa que alentaba al sentimiento de alegría.

Sin dudas, los días que habíamos pasado juntos, habían dado un vuelco en mi vida. Allí no existía Priscila, ni Eber, ni Agni y Brais, pero, en especial, no había venganzas ni peleas, eso me dejaba tranquila.

No recordaba con exactitud la última vez que había pasado en calma, había pasado tanto tiempo sin pensar en ninguna acción violenta, incluso daba miedo sentir tanta paz. Sin embargo, prefería mil veces más esa nueva vida.

No sabía de qué otra manera agradecerle su gesto, así que me incliné a abrazarlo.

—¡Qué hermoso momento! —una voz burlona rompió el momento.

Deshice el abrazo y me levanté de inmediato, él imitó mis pasos y se colocó a mi lado.

Miré a quien tenía en frente, al dueño de esa voz. Tragué saliva, por poco se me olvidaba como respirar. Avanzó unos pasos, siendo tan igual a como lo recordaba, vestía de negro y caminaba despreocupadamente, como el primer día en que lo había visto.

—Lamentamos con toda el alma haberlos interrumpido —dijo otra voz, apareciendo a la izquierda de él.

Ahora sí que estaba jodida.

Miré de reojo, él seguía allí. Ellos avanzaron unos pasos, consiguiendo que me colocara más delante de él cubriéndolo, aunque, en realidad, era inútil tratándose de ellos.

—¿En la casa de mi padre, es enserio? —una tercera voz, se unió a la derecha de los dos.

Rebatí internamente mis opciones, no tenía a donde correr ni esconderme, tampoco podía manejar la magia de alguna manera que sirviera de defensa, y mucho menos, podía involucrarlo a él.

Cerré mis manos en forma de puño, tratando de contener la ira. Por primera vez, en mucho tiempo, me sentía impotente. No tenía idea de qué hacer ni cómo arreglarlo. Que ellos estuvieran allí frente a mí, no era nada bueno.

—¿Qué quieren? —levanté el mentón, no me dejaría vencer por sus presencias.

—¿No te parece algo un tanto evidente? —se burló el primero— Vinimos por ti.

Aquello fue lo suficiente para que quisiera correr.

Retrocedí, colocando mi mano frente a él a modo de escudo y haciéndolo retroceder al mismo paso en que yo lo hacía.

Tres pasos fueron suficientes para arruinar mi intento de huida, choqué enseguida con un cuerpo que estaba inmóvil detrás de mí.

No giré, ni siquiera moví un solo dedo.

Tenía miedo, no por mí, sino por él.

—Buenas noches, princesita —fue lo último que escuché.

Polvo de CristalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora