Capítulo 27👑

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 Actualidad

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 Actualidad...

—¿Han visto a un niño? —pregunté a unas jóvenes que estaban limpiando el pasillo de las habitaciones.

Me había despertado sin rastro alguno de Lorcan, lo cual me había extrañado bastante puesto que, incluso, habíamos dormido en la misma habitación. Me sentía insegura cada vez que no lo tenía cerca, era como si estuviesen a punto de quitármelo, de nuevo, en cualquier momento.

—Sí —exclamó una, captando mi atención—, el señor dejó dicho que estarían desayunando en el salón, que cuando despertara debía ir a acompañarlos.

—Gracias —musité antes de salir echada un fuego, en dirección a ese salón.

No confiaba en dejar a Lorcan junto a los habitantes del lugar, no me sentía cómoda con ellos, ¿qué tal si le decían algo raro de nuevo? o peor, ¿qué tal si lo maltrataban?

Emprendí mi huida, no llegaba a correr en el trayecto, simplemente me apuré a caminar con mayor rapidez. Debía llegar hasta donde sea que estuviese, ya lo había dejado solo en un momento, no pretendía que aquello volviese a suceder. De sólo pensarlo, un escalofrío abordaba y se distribuía por todo mi cuerpo. No quería volver a perderlo.

Abrí las puertas del salón, en el cual, intuía que ellos estarían, ese mismo lugar en que había estado en muchas ocasiones, y, ¿cómo olvidarlo? El estruendo del golpe de las maderas no se hizo esperar, de inmediato apareció, captando la atención de los presentes del sitio, que, para mi sorpresa, no eran dos, eran tres.

Avancé sintiendo mayor tranquilidad al poder visualizar, con mis propios ojos, en donde se hallaba mi hijo. Levanté el mentón, llevé mis hombros hacia atrás y acomodé mi postura, con una expresión de seriedad, fui caminando los metros que nos separaban.

En la cabecera de la mesa, como siempre, estaba él; quien no se imputó ante mi presencia y continuó degustando su comida. Por otra parte, Lorcan se hallaba a su derecha sonriéndome y el tercero, a la izquierda de Eber, observándome a la expectativa.

—Buenos días —dije al llegar cerca, y obtuve únicamente dos respuestas, él siguió en su mundo.

—Mamá —Lorcan habló mientras me sentaba a su lado—, el tío Cavan dijo que me enseñaría a cazar —batí las pestañas por un instante, tratando de no ahogarme con mi propia saliva.

Dirigí una mala mirada a Cavan, él solo respondió con una sonrisa de lado. ¿Desde cuándo se había vuelto experto en niños? ¿cuándo había tomado confianza con Lorcan? Me daba miedo pensar en alguien como el cerca de Lorcan, mejor dicho, me daba miedo que Lorcan tomara cariño a uno de esos hombres, no me gustaría tener que romper su ilusión y devastarlo.

—¿Puedo ir? —volvió a preguntar ante el silencio que se formó, detallé a los presentes, esta vez Eber fijaba su atención en mí. Carraspeé la garganta, evitando mirarlo y volví a dirigirme al pequeño.

—No creo que sea lo mejor —agregué con pena fingida.

—Por mí, no hay problema, me encantaría —rebatió Cavan con una sonrisa, guiñándole el ojo a Lorcan.

—Dije que no sería lo mejor —siseé, tratando de no sonar dura.

—Pero... —Cavan estaba por decir algo cuando Eber interrumpió.

—El niño quiere y Cavan aceptó —levantó una copa y se la llevó a sus labios—, no veo porque no —añadió con una ceja alzada, fingiendo inocencia.

—He dicho que no y se acabó —exclamé levantando mi tono de voz.

—Este es mi castillo, mi reino y se hace lo que yo diga —su voz se alzó frente a la mía.

—Pero nosotros no somos nada tuyo —levanté el mentón, no le dejaría ganar.

—Si yo digo que Cavan le enseñara al niño a cazar, es porque lo hará —dijo son severidad.

—Yo soy su madre, por ende, yo decido lo que es mejor para el —le reté.

—No me hagas repetirlo —soltó una mano, dejándola caer con enojo sobre la mesa, sobresaltando al pequeño, quien casi dio un salto al escuchar el golpe.

—No me hagas repetirlo tú a mí —lo acusé, levantándome de mi lugar para enfrentarlo.

—Que no se te olvide quien es el rey aquí —también se levantó.

Estábamos tan concentrados el uno en el otro, que no nos habíamos percatado de la presencia de los dos acompañantes que teníamos. Dirigí mi vista a los que estaban con nosotros, ambos se mantenían en silencio, viendo lo que ocurría, suspiré, no debía actuar de esa manera frente a Lorcan, por ello simplemente volví a sentarme en mi lugar.

—Cavan lleva al niño después —lo miré mal, mientras el mencionado asentía—, he perdido el apetito. Buen provecho —dijo, para luego darse la vuelta e irse.

Observé su silueta mientras se alejaba hacia la puerta, una vez la cruzó, solté el aire que ni siquiera sabía que lo había mantenido. Su presencia me alteraba en niveles muy altos, pero, parecía que eso seguiría sucediendo si las discusiones se mantenían.

Sonreí a Lorcan, el cual me miraba como si buscara alguna respuesta en mí. Le revolví el cabello y le animé a que terminara su comida y fuera a jugar, en algún cercano, por supuesto.

El resto de la comida transcurrió en calma, hasta que Lorcan pidió para ir a jugar, a lo cual acepté puesto que había sido mi idea en un inicio, no quería que recordara lo sucedido y que mejor manera de evitarlo que dejando que hiciera lo que todo niño prefería: jugar.

Cuando él salió corriendo en dirección a la puerta, sentí como una presión me recorría el cuerpo. No quería quedarme a solas con Cavan.

Todos mis miedos surgieron, cuando la voz de Cavan cortó el silencio.

—¿Recuerdas ese día en que prometiste que me deberías un favor a cambio de la información que te dí? —centré mi vista en el plato de comida que tenía en frente, asentí en respuesta a su pregunta.

Sí, claro que lo recordaba.

—¿A qué viene eso? —pregunté, temiendo lo peor. Comencé a rogar que no dijera nada que fuera muy extraño.

—Quiero que me devuelvas el favor —tragué saliva, levantando la mirada, ¿qué quería qué hiciera?

—Depende de que sea lo que quieras —esta vez, él apartó su vista mirando a algo que no descifraba que era pero que estaba frente a él.

—Devuélvenos a Eber —suspiró con tristeza—, haz que mi amigo regrese.



Polvo de CristalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora