Capítulo 20👑

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Dos meses después

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Dos meses después...

—¿Sabes hacía dónde ir? —cuestioné mirándole, asintió— ¿Sabes cómo llegar? —cuestioné de nuevo, asintió— Entonces —miré a todos lados, tenía que elaborar un plan rápido, también debía ocultar la inseguridad que todo eso me provocaba—, cruzamos esa puerta y de ahí, nos llevas —señalé la puerta que estaba al final del pasillo, él volvió a asentir.

Tomé su mano, guiándolo por el mismo pasillo del cual había hablado. No había señales de nadie, lo cual era demasiado extraño, era una puerta abierta a una mayor inseguridad.

Caminamos con cuidado, de manera lenta y mirando hacia todos los costados. El recorrido era corto, unos metros más y ya llegaríamos a la puerta.

Acabamos el pasillo, llegando a una pequeña sala de recepción, la puerta parecía estar abierta. Continuamos avanzando, pero, algo más sucedió.

Los colores a nuestro alrededor cambiaron. Los marrones se trasformaron en negro y los colores claros en grises, él tomó mi mano con mayor fuerza, ¿ahora que hacíamos?

Delante de la puerta, la figura de Priscila apareció, retrocedí unos pasos por instinto, no parecía tener intenciones de dejarme cruzar.

—¿A dónde creen qué van? —su voz resonó, haciendo retumbar las paredes que nos encerraban.

Miré a todos lados, en la pared izquierda apareció otra puerta, me dirigí hasta allí.

La figura de un peliblanco apareció frente a esa puerta.

En la pared derecha, apareció otra puerta. Cambié de dirección. Cuando llegué hasta allí, Agni y Brais estaban frente a ella.

—Ven con nosotros —estiró su mano Agni—, no tienes otra salida.

Desperté de inmediato, unos golpes resonaron contra la madera de la puerta.

—¿Sí? —cuestioné mientras me sentaba en la cama, en espera de que el ritmo de mi corazón acelerado se detuviera.

—El desayuno ya está listo —avisó del otro lado la voz.

—En unos minutos voy —dije, pasándome la mano por mi cabello alborotado.

"Fue solo un sueño", me repetí una y otra vez.

Quité las mantas que me cubrían, tenía calor, no sabía con exactitud si era por la condición del clima o por el sueño que había tenido. Normalmente siempre dormía envuelta en alguna tela, sin importar el clima, sin embargo, esta vez estaban ambas opciones en la mesa.

Froté mis ojos y bostecé, no debía limitar mi existencia a un sueño. No tenía sentido, no podía tener un significado especial tampoco, eran solo preocupaciones mías, nada de qué preocuparse en especial.

Suspiré y me levanté, dispuesta a continuar la rutina que había adoptado. Lavé mi rostro con pereza y me coloqué un simple vestido, una vez acabado ese proceso, salí de la habitación.

El lugar estaba iluminado en su totalidad, producto del sol de la mañana. Recorrí un pequeño pasillo, al final de este había dos caminos: uno que doblaba a la derecha en donde estaba la sala y la puerta principal, y uno derecho por ese mismo pasillo, hasta una cocina.

Allí estaban ambos sentados, sonreí, aún me costaba adaptarme a sus rutinas, sin embargo, ellos parecían llevarla como si nada.

—Buenos días, ¿cómo amanecieron? —cuestioné con alegría.

Estiré la silla de madera que estaba frente a mí y me senté en ella. La cocina también era muy iluminada a pesar de que solo tenía una ventana a mi izquierda, la mesa estaba en medio y allí, solíamos pasar la mayor parte del tiempo juntos, al menos cuando era necesario comer algo.

—Todo bien, ¿no es así? —cuestionó mirando al tercero de la mesa, este sonrió asintiendo mientras continuaba masticando su comida.

—Me alegro entonces —fue lo único que dije antes de agarrar una rodaja de pan, con intención de comerla.

—¿Tienen planes para hoy? —preguntó Meir, tenía una sonrisa contagiosa, a pesar del horario, él siempre sonreía.

Me preguntaba cómo podía parecer estar feliz siempre, aunque, la pregunta era ¿en su lugar quién no estaría feliz? Si bien vivía con poco, no le faltaba nada, eso era lo que siempre me recordaba cuando se lo preguntaba.

El alegaba que, a su edad, ya había vivido todo lo necesario y ahora, solo esperaba estar bien sin tantos problemas. A veces me preguntaba cómo alguien como Meir, logró tener un hijo tan distinto a él, como lo era Aryeh.

Aryeh, él me preocupaba de sobremanera. Meir había mencionado que su hijo no solía visitarlo, que me quedase tranquila de que él no daría aviso a Brais y a Agni, sin embargo, eso no evitaba que sintiera que en cualquier momento alguien aparecería a turbar la paz, que tanto me había preocupado por construir.

—Practicar —respondió con alegría él.

Reí, siempre quería practicar. Lo hacíamos juntos, desde que había descubierto que manejar la magia sí era algo que podía hacer, ese día fue uno de los más emocionantes.

—¿Agni tuvo algo que ver con eso? —cuestioné, ya estaba lo suficientemente enojada, pero aun así no podía evitar preguntar.

Tal vez, era masoquista y quería seguir quebrándome por dentro. El asintió, bajando la cabeza para mirar sus manos, comenzó a jugar con ellas.

Suspiré, no me gustaba verlo así, tampoco quería echarle leña al fuego, pero, era necesario, para mí, conocer toda la verdad. Necesitaba hacerlo, aunque eso me rompiera aún más.

El corazón comenzó a latirme con mayor intensidad, mientras cerraba las manos en forma de puño. Si pudiera, lo mataría con mis propias manos.

—Es hermoso —su voz me hizo salir de mi ensueño. Fruncí el ceño, mirándolo con confusión, a lo que él apuntó a un lugar frente a nosotros.

—¿Cómo es qué... —cuestioné sin entender lo que sucedía.

—Lo hiciste tú —interrumpió mi pregunta, giré de nuevo a verlo, sonreía con felicidad.

—No —negué rotundamente—, yo no pude haberlo hecho

—No nieva en primavera —agregó el con burla— y yo, no lo he hecho —hizo una mueca.

"No nieva en primavera", repetí.

"No lo ha hecho él", volví a decirlo.

Entonces...

—¿Lo he hecho yo? —cuestioné, él volvió a asentir con una sonrisa— Lo he hecho yo —repetí, tratando de creer lo que decía— ¡Lo he hecho yo! —esta última vez, lo dije con emoción.

Giré mi vista al frente, a un par de metros de nosotros, finos copos de nieve caían como una lluvia. Concentré mi mente en ellos, si yo los había creado, también debía poder detenerlos.

Fijé toda mi atención en ellos, sin embargo, al cabo de unos minutos sentí como un copo caía en mi rostro. Eso no había salido del todo bien.

Polvo de CristalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora