Capitulo #1

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Decir que mi día había comenzado mal, era un
eufemismo porque en realidad, había empezado siendo un verdadero desastre.
Me quedé dormido, y como en el último fin de semana había tenido una fuerte discusión con Taehyung por negarse a explicarme coherentemente la razón de la citación del Director de su colegio, se me olvidó comprar shampoo y mi leche del desayuno. Nunca imaginé que tener que cuidar a un adolescente en plena etapa hormonal era tan complicado...
Eso sin contar que nos conocemos hace menos de dos meses.
Tomé algo de zumo de naranja de caja —lo único que había en mi refrigerador— y salí apresurado a la reunión con mi Editor, sabía de antemano que no eran buenas noticias. Que Jung Hoseok te llamara a las 06:30 de la mañana para una reunión extraordinaria, solo podía ser sinónimo de que algo realmente malo estaba por suceder, sobre todo porque nadie era capaz de levantar la humanidad de Hoseok de su cama antes de las 08:30 a.m., y menos para una reunión en su casa.
Afortunadamente, las calles no estaban tan congestionadas, así que llegué a tiempo. Aparqué en el estacionamiento de visita, saludé al conserje con una seña de manos y me fui a la zona de los
elevadores.
Apoyé mi espalda en la pared y suspiré lánguidamente, mi cabeza era una maraña de pensamientos todos enfocados en una sola persona: Kim Taehyung... Y su afán por sacarme de casillas. Taehyung y su particularidad para meterse en problemas. En menos de dos meses había ido más de cinco veces a la escuela.
Si mi abuelo estuviese vivo seguramente esto no sucedería.
El ascensor llegó sacándome de mis pensamientos, dos horas despierto y ya deseaba que acabara el día, entré al ascensor y seguí desmarañando mi cabeza.

Era hora de hablar seriamente con ese chico...
Habían transcurrido dos meses desde la muerte de mi madre, Park Ji Yeong —aunque para mí era como si fuesen años— y si no arreglaba esta relación terminaríamos muy mal. No nos comunicábamos, no nos entendíamos, no nada... Solo nos teníamos a nosotros y, aunque no era algo que buscáramos, era hora de empezar a comportarnos como lo que éramos: medios hermanos.

Justo cuando las puertas se estaban cerrando un zapato deportivo las bloqueó haciendo que nuevamente se abrieran. Contuve con todas mis ganas el deseo de resoplar cuando vi que entraba al ascensor un hombre alto, atlético, de cabello negro, que aparentemente estaba haciendo ejercicio debido a su ropa de vestir, tenía la frente perlada en sudor y un par de audífonos en sus oídos.
Solo tardé dos segundos en reconocer quién era, mientras intentaba disimuladamente controlar el estremecimiento en mi cuerpo. Ese hombre era Jeon Jungkook, uno de los mejores amigos y vecino de Hoseok. El tipo era un creído, el súmmum de la virilidad, guapo, exitoso y seguro de sí mismo...
¿Dije algo de su infinita prepotencia?
Famoso por tener una persona distinta colgada de su brazo cada fin de semana. El representante absoluto de lo que yo podría definir como un maldito y perfecto Adonis.
Pero, yo paso... ¡No me interesan en absoluto los hombres apolíneos, pollas fáciles!

—Buenos días —dije suavemente.

Ji Hoon, mi abuelo, me había enseñado a ser educado.

El tipo se giró observándome de una manera que no supe descifrar, me dio una sonrisa torcida digna del comercial: dientes blancos, brillantes, parejos, de esos que se lavan solo con las más exclusivas
marcas de crema dental... Por dos segundos, me atonté.
Lo reconozco ¡él estaba muy bueno a la vista!
Se rio más ampliamente y luego, giró nuevamente dándome la espalda.
—Será cabrón —murmuré entre dientes saliendo de mi estúpido momento de adolescente hormonal.

Esa era la razón por la cual intentaba ignorarlo las pocas veces que me lo topaba.

Bobalicón mono neuronal, es una lástima que lo tiene de atractivo lo dobla en arrogancia.

Tenía que reconocer que su sonrisa era tremendamente excitante, pero él no tenía por qué saber lo que yo pensaba, afortunadamente la gente no anda leyendo la mente de otras personas.
Acomodé mis gafas y me quité los audífonos, miré mi reflejo en el muro-espejo del elevador y me di cuenta de lo sucia que estaba mi gorra blanca, era de mi equipo favorito de la NBA y ocultaba perfectamente mi cabello despeinado, también me fije en lo desgastados que estaban mis zapatos.

𝑵𝒊𝒏𝒆𝒕𝒚 𝒅𝒂𝒚𝒔 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora