Ashton

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13/10/2014

Ya había pasado un mes desde la muerte de Megara, y Ashton estaba igual de destruido que cuando recibió la noticia. Los treinta días anteriores se habían basado en él vestido en piyama, con el pelo grasoso tirado en la cama, y este día no sería diferente.

                Ashton sentía que le habían arrancado una parte de sí, a su alma gemela, su otra mitad, y no tenía esperanza alguna de que aquel vacío se llenase nuevamente algún día, su duelo se concentraba más en aceptar que este estilo de vida –deprimente- sería el suyo.

                Para colmo, el cielo parecía entender su tristeza y querer llorar con él, porque caía una tormenta terrible afuera. La gente estaba preparada para soles, y temperaturas de más de 30º C, no para lluvias torrenciales, eran gente de la playa, entonces no había un alma en la calle, todos estaban adentro, bien cubiertos, pero este fue el primer día que Ashton decidió salir.

                Vagó debajo de la lluvia por las calles como si se tratara de una caricia del amor de su vida, como si fuese Meg misma la que le tiraba baldazos de agua; él se imaginaba que mientras su chica lo empapaba, se reía y hacía comentarios sobre "sos un sucio Ash, mirá como tenes el pelo", y cosas así. Obviamente que él hubiese preferido que esto pasara en una ducha caliente, y Meg realmente estuviese, en cuerpo y alma, junto a él.

                Ash caminó por La Saulé, miró adentro, aún tenían la foto de Megara sobre el mostrador, ella era una cliente muy frecuente –tal vez demasiado- entonces los trabajadores que se mostraron genuinamente tristes por la noticia, decidieron poner una fotografía de ella en su honor. Era desgarrador, como si todos supiesen de la pérdida, como si todos estuviesen tan vacíos como él mismo, como si todos lo miraran con ojos tristes, tanto reflejando sus propios sentimientos, como mostrándole sus condolencias.

                Ashton caminó, también, por la casa de los padres de Megara, que ya no vivían ahí; después del funeral, nadie los volvió a ver por la ciudad. Pasó por la casa  que su chica compartió con Brook, y finalmente, chorreando agua como estaba, ingresó en una librería haciendo sonar la campana de la puerta, a lo que como consecuencia, un trabajador con muchas ojeras y aliento a café dejó su asiento, cerró su libro, sobresaltado, y se dispuso a atenderlo. De mal humor y con una voz terriblemente rasposa que ni él mismo reconoció, Ashton pidió una agenda, el hombre detrás del mostrador quiso mostrarle un par de modelos, marcas, y tipos de la misma, pero el chico de ojos tristes eligió una azul bastante pequeña –sólo porque era la más barata y no había llevado tanta plata- tiró el dinero justo en el mostrador y se dio media vuelta dirigiéndose a la puerta, sin darle otra palabra al vendedor que lo miraba medio indignado.

               

                Entones, en la tapa de su nueva agenda, una vez en casa, desparramado sobre su sillón, Ashton escribió "Para Meg", abrió la primera página, y comenzó a dejar que sus pensamientos fluyan sobre ella.

13/10/2015

Querida Meg:

Hola, extraña, hace cuánto que no estas. Hace cuánto que no escribo eso. Te extraño muchísimo, amor. No sé cómo empezar a describir lo sólo que me siento, lo abandonado que me siento, pero sé que no es tu culpa, ni la de nadie, pero tengo  una sensación horrible por no haberte ayudado. Todo el odio y la culpa son míos, y para mí. Nunca te tendría que haber dejado ir.

 

                El rubio comenzó a llorar, y no pudo seguir, ya la última frase tenía una letra horrible y temblorosa que hacía que fuese casi imposible de descifrar.  Firmó la carta y se acurrucó contra el sillón –que estaba casi tan mojado como él a estas alturas- y lloró hasta quedarse dormido, nuevamente, sin cenar.

Destinados. (Ashton Irwin).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora