Cap. 8: La cena.

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            El olor de los pies sucios de Jannies en mi cara causó que me despertara. La empujé lejos mientras rodaba al lado contrario. Nos habíamos ido a dormir a casa, pero llegamos demasiado cansadas como para preparar las camas, por lo que nos acostamos las dos en la mía, una de cada lado, es decir, ella con una almohada a mis pies, y viceversa. Me acomodé el pelo en un rodete mal hecho, y caminé en ropa interior, tal como me había ido a acostar, hacia la cocina, mi hígado pidiendo a gritos  un vaso de agua, la cabeza doliendo. Tenía la boca seca y aliento a alcohol, pésima manera de despertarse, sobre todo cuando sólo había dormido tres horas, como comprobé en el reloj dorado al estilo Dalí que colgaba sobre una estantería, al lado de la heladera, eran las nueve de la mañana.            

            Me serví un vaso de agua hasta el borde, y puse mis labios sobre el recipiente para sorber los primeros tragos, teniendo cuidado de no volcar nada, antes de comenzar a tomar correctamente. El líquido se deslizó por mi garganta apagando el ardor todavía latente provocado por las bebidas alcohólicas de la noche anterior, contemplé un punto fijo en los azulejos amarillos de mi cocina mientras sentía cuan agradecido estaba mi cuerpo, y a la vez, me pedía más, así que llené el vaso nuevamente, y repetí el proceso.

            Mi celular se encontraba cargando sobre la  mesada, a unos metros de mí. Apreté un botón y deslicé mi dedo por la pantalla, desbloqueándolo. Miré las fotos que los organizadores de la fiesta habían subido hace unas horas, y en un principio casi salto de alegría, no aparecía en las primeras ciento siete, pero a partir de ahí, se veía una foto de una pareja posando, detrás, Ashton intentando besarme, yo prácticamente tirada en la barra, con los ojos apretados, evitando la acción  de mi exnovio. Recordaba ese momento, vaya que lo hacía. En la ciento veinte, de nuevo Ashton y yo aparecemos en el fondo, haciendo lo mismo, pero en la otra esquina de la foto, se encontraba otra cara conocida que me provocó volver al pasado, pero de una mala manera, helando mi sangre, era Brook. También tenía  la vaga idea de haberlo visto, pero simplemente  observé sus ojos, y en aquella imagen congelada, lo analicé más detenidamente; tenía el pelo largo, como siempre, pero curiosamente despeinado, algo rarísimo en él. También se había dejado una barba rubia desprolija, que no le sentaba bien,  en cambio, le hacía la cara redonda. Su ropa pegaba con el vello facial, pues era desalineada, demasiado grande para él, los jeans celestes tenían agujeros por todos lados, era evidente que no por una cuestión de moda, y una camiseta blanca con un escudo negro, amarillo y verde en el pecho, que desconocí. Su mirada estaba puesta en Ashton y yo, pero perdida, parecía que estaba concentrado en algo más allá de nosotros, tal vez más allá de esta  realidad. Pasé la foto con un movimiento brusco de mi dedo índice, desesperada por dejar de observarlo, su imagen incluso me provocaba un poco de miedo, pero sólo logré que me dolieran los nudillos. Miré ésta parte de mi cuerpo, y noté lastimaduras en la base de mis dedos índice, mayor, y anular, dolor que se explicaba en la foto número ciento veintidós, Calum estaba enfocado en el centro, pero no mirando la cámara, sino que miraba hacia atrás, había salido moviéndose, y su expresión delataba sorpresa, de nuevo, atrás estaba yo, con cara de enojada, a punto de proporcionarle un golpe a puño cerrado a cierta  chica, Ashton preocupado atrás.

            Esta chica carecía de pelo, y llevaba  puesto un vestido demasiado largo para la ocasión, suspiré y me tapé los ojos. Me llamó la atención el número de comentarios, por lo que entré a leerlos, mala decisión. En el comentario destacado, que poseía 74 “Me gusta”, se leía:

            “Anna McGain: Escuché que esa tipa le pateó el culo a la pobre chica enferma, burlándose de su condición. ¿A qué hemos llegado los humanos?, que desastre de persona.”

Me sorprendí, esa chica me llamaba a  mí “Desastre de persona”, cuando ella había creado aquella mentira  de  la nada, me contuve de responderle, porque era obvio que habiendo golpeado a la enferma, tendría las de perder. Seguí bajando por la sección de comentarios, mi pulgar deslizándose por la pantalla mientras yo seguía dando sorbos al segundo vaso de agua.

Destinados. (Ashton Irwin).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora