3| Incidente.

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3| Incidente.

No pude dormir y llevo horas sentada en el borde de mi cama esperando a papá.

Mi pierna derecha no deja de moverse y aprieto mis dedos en mi regazo cada vez con más fuerza.

Estoy cansada y no sólo físicamente.

Echo mi cabeza hacia atrás e inhalo lentamente.

Cierro mis ojos e intento calmarme recordando algún recuerdo bonito con ella, pero ese recuerdo no llega porque los toques en mi puerta hacen que abra los ojos, seguido de mi padre asomando su cabeza y, al verme, su boca forma una pequeña "o".

—No pude dormir bien–respondo a la interrogante que se plantea.

—Oh, Ellie...

La cama se hunde un poco a mi lado y no volteo a verlo. Seguramente doy lástima.

—¿Quieres quedarte? Podemos ir otro día.

Me alivia escuchar esas palabras, pero niego con la cabeza.

Así sea mañana o el mes entrante, seguiré sintiendo que me ahogo y por más que intente nadar, no encuentro la orilla. O quizás no tengo la fuerza suficiente para encontrarla.

Y si ella estuviera aquí, seguramente querría que sacara fuerzas donde no recuerdo si quiera tenerla.

—Veo que ya estás vestida, bajemos a desayunar y luego te llevaré al consultorio.

Sé que no podré comer ni la mitad de una galleta, pero, aún así, doy un leve asentimiento de cabeza y salimos de la habitación.

Me lleno un poco de alivio al no ver a mi madre por ningún lado.

Escucho un ladrido y me agacho sin muchos ánimos para recibir a un Dante feliz.

—Hola, amigo–acaricio su cabeza e intenta lamer mi rostro, lo inclino hacia atrás cuando su lengua está a centímetros de mi boca–. Oye, no hagas eso.

Se sienta en sus cuatro patas y me inspecciona, supongo que notó que mis ánimos no están del todo bien.

Veo que papá aún sigue en la cocina sirviendo el desayuno en los platos, y me acerco un poco más a Dante para susurrarle:

—No estoy bien, amigo–la dulce mirada de Dante no abandona la mía cuando le hablo–. Hoy veré a una psicóloga, deseame suerte.

Ladra y se abalanza hacia mí, no puedo evitar sonreír cuando su nariz se estampa con la mía y su lengua lame mi mejilla derecha.

—Te quiero, Dante–le acaricio la cabeza–. Eres el mejor Golden Retriever que existe.

Escucho los pasos de papá y me separo de mi amigo peludo color crema.

Nos sentamos en la mesa y mi estómago rechaza por completo el apetitoso desayuno que está servido.

—Ellie–llama mi padre y abandono la mirada de la comida para prestarle atención a mi progenitor–. ¿No comerás?

—Hace un rato bajé y me preparé un sandwich. No te preocupes.

Mentira.

Unos minutos después, veo a papá recogiendo las llaves de su auto y puedo sentir mis manos sudorosas.

Todo estará bien, Ellie.

Una vez dentro del auto, me ajusto mi abrigo negro y enciendo la calefacción. Si bien el mes de junio no es exactamente frío, tengo la extraña necesidad de encontrar calor a como sea posible.

Volveré a verteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora