14 | Si quieres cambiar, lo intentas

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14 | Si quieres cambiar, lo intentas.

Mis manos empiezan a temblar cuando acompaño a Ryan a buscar a su hermana por cada rincón del parque, sé que intenta mantener la calma y no perder su aura tranquila, pero han pasado minutos y empieza a desesperarse al ver que la niña no aparece.

Esto es grave.

El castaño se detiene para recargar la espalda del tronco de un árbol y no pasa mucho tiempo para que caiga al césped. Segundos después, sus hombros se sacuden. Está llorando.

—Ella...no puede desaparecer. Es mi cu-culpa.

Se agarra el cabello como si quisiera tirar de él y yo me agacho para estar a su altura. Tomo sus muñecas y las aparto del cabello. Su nariz se encuentra levemente roja y, sin poder contener las lágrimas, éstas siguen cayendo.

—La encontraremos–le aseguro–. Ella aparecerá.

Tal vez no crea en mis palabras, yo tampoco las creería en esta situación, pero uno de los dos tiene que intentar mantener la calma para poder sujetar al otro. Es lo que haré con Ryan, lo sujetaré para que no se desmorone.

—No puedo perderla–se lamenta y un sollozo se le escapa, preso del miedo–. No puedo perder a otra persona que amo.

—No la perderás.

No responde y cierra los ojos para concentrarse en su respiración.

—Tu mamá–vuelvo a hablar y Ryan abre los ojos, sin entender mis palabras–. Debe saber, no la has llamado.

Lo que me recuerda que tampoco hemos llamado a la policía. Mierda, no hemos pensado con la cabeza fría, sólo la buscamos como locos.

Traga saliva y con manos temblorosas saca su móvil, se lo lleva a la oreja y vuelve a pasar saliva por su garganta cuando creo que su madre contesta a la llamada.

—Ma-mamá...–sus ojos, que reflejan el más grande pánico, me observan en busca de ayuda. Niega con la cabeza, incapaz de formular otra palabra.

Le quito el móvil y me pongo de pie para hablar.

A pesar de que todavía no ha oscurecido en su totalidad, ya no quedan muchas personas en el parque. A lo lejos se ve una pareja de ancianos que llevan a cabo una conversación en uno de los asientos, y casi quiero sonreír cuando sus rostros se acercan en anticipación por un dulce beso.

—¿Hola?–pregunta Elisabeth desde el otro lado de la línea.

—Ho-hola, soy yo, Ellie.

—Ellie, ¿qué sucedió? Ryan no se escuchaba bien.

Observo al castaño y se encuentra con la mirada perdida, una lágrima resbala por su mejilla y la seca sin apartar la mirada de lo que sea que esté viendo. Se me encoge el corazón al verlo de ese modo.

—Ellie, ¿qué sucedió?–repite, impaciente.

—Lizzie desapareció, yo...no sé cómo ocurrió. Ryan la mantenía vigilada y de un momento a otro ya no estaba.

Escucho el jadeo de Elisabeth y el sonido de unas llaves.

—¿Dónde están?

Volveré a verteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora