Prólogo.

237 22 50
                                    

«Si realmente el sufrimiento diera lecciones, el mundo estaría poblado sólo de sabios.»

-Sigmund Freud.

Un día después de lo ocurrido...
03 de mayo de 2019.


La vida es tan... Ya no sé cuál palabra utilizar para definirla.

Me gustaría decirles alguna frase motivacional sobre la vida, pero, sinceramente, en este momento lo que quiero es pegarme un tiro en la cabeza y llegar a esa paz de la que tanto hablan cuando alguien se muere.

Que pocas ganas de seguir respirando, si. Algo muy deprimente para una chica de diecisiete años, pero el dolor no mira edades, ¿o si?

Mis párpados pesan, mis ojos arden y siento el cuerpo como si estuviera volando entre nubes.

Físicamente, estoy sentada en mi cama, viendo un punto cualquiera de la habitación.

Mentalmente... Mentalmente no sé donde estoy, es como si un agujero negro me estuviera consumiendo y a mí no me importara en lo absoluto.

Escucho dos leves toques en la puerta, y la persona del otro lado al no recibir respuesta, la abre.

—Hija–la voz débil de mi padre me saca de mis pensamientos.

No respondo y sigo en la misma posición de antes.

Pasan unos pocos minutos y vuelve a hablar:

—Cariño...

—Quiero estar sola.

—Solo quería decirte que dentro de unas horas...ya sabes... Será el último adiós.

Le doy un leve asentimiento con la cabeza y cierra la puerta.

Mi pecho se oprime y el dolor se reaviva, el fuerte nudo en la garganta se intensifica y lágrimas corren sin parar por mis mejillas.

Me levanto de la cama y grito con tanta fuerza que la garganta me arde. Tiro al suelo algunas cosas que veo a mi alcance y logro oír un objeto de vidrio rompiéndose, es como si no pudiera detenerme.

La rabia se instala en mi pecho y me impulsa a seguir lanzando cosas y gritando como una histérica.

—¡Maldita sea!–grito entre lágrimas–. ¡Hermana!

Mis rodillas tocan el frío suelo y las lágrimas siguen brotando sin parar, mi pecho sube y baja con desesperación y un fuerte dolor de cabeza se hace presente.

—Por favor, vuelve...–susurro con voz ahogada.

Todo sucedió tan rápido que aún me cuesta creer que ya no esté conmigo.

Perdóname, perdóname, perdóname.

Me coloco mis tenis negros, guardo mi celular en el bolsillo trasero de mi jean y salgo de mi habitación.

Es difícil que alguien me note ante la evidente situación que hay en casa, por ende, no fue difícil salir por la puerta corrediza que tenemos para ir al área de la piscina y de ahí poder salir a la calle.

«Puerta de emergencia para las aventuras que hay afuera» .

Una pequeña sonrisa de nostalgia aparece en mi rostro, tras recordar el nombre que le pusimos ella y yo a esa puerta cuando éramos pequeñas.

Le echo una última mirada a mi grande casa y me coloco la capucha de mi sudadera, seco el rastro de lágrimas y salgo.

〃〃

Mientras observo las bonitas estrellas que decoran el cielo esta noche, le doy una última calada a mi porro de marihuana y enciendo mi teléfono.

Mala idea, empieza a vibrar por una ráfaga de mensajes y llamadas perdidas preguntando por mi ubicación.

Papá:
14:40pm.
Estamos saliendo.

Cierro mis ojos y, nuevamente, mi paladar recibe el salado de mis lágrimas.

En el fondo, tenía la ilusión de que todo esto fuera una pesadilla y que en algún momento iba a despertar, pero no fue así. No desperté, porque esto es la vida real, y, cuando el dolor y otras emociones negativas es lo único que puedes sentir, se convierte en una pesadilla respirar.

Pesadilla que merezco vivir...


________________

Nota de autora:

¡Sean bienvenidxs! 💐

Pequeña advertencia: La protagonista atravesará por un desafortunado reciente duelo. Así que, como podrán imaginar, esta no será una novela llena de felicidad, sin embargo, contendrá unas cosillas... ;)

Muchísimas gracias por darle una oportunidad a "Volveré a verte".

Besos sabor a agradecimiento. <3

Andrea R.

Volveré a verteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora