—Voy en camino.— colgué la llamada y corrí hasta el ascensor.
Cuando llegué al primer piso encendí el auto y fui al hospital que Yel me había indicado por mensaje. Pregunte en recepción por Clint, me indicaron la habitación y cuando llegué allí estaban Kate y Yel.
—¿Qué le sucedió?— pregunté en cuanto recuperé el aire.
—Cuando te fuiste, me armé de valor para decirle sobre mi relación con Kate, ambos empezamos a discutir, se le atravesó a un auto y se dio un
fuerte golpe en la cabeza que la dejó inconsciente.— explicó Yel con desesperación.—¿Pero está bien?
—Dicen que está estable, pero no ha despertado desde hace una hora.— contestó Kate preocupada.
—Descuiden, él se pondrá bien. Es Clint de quien estamos hablando.—intenté calmarlas con una débil sonrisa.
—¿A dónde fuiste? En el instituto parecía que viste un fantasma.—preguntó Yel y la imagen de Wanda besándose con el princeso volvió a
aparecer.—Yo...— cuando empecé a hablar, un pitido descontrolado empezó a sonar de la máquina a la que Clint estaba conectado.
Los doctores llegaron, nos sacaron de la habitación y duraron 20 minutos haciendo dios sabe que con nuestro amigo. Las tres estábamos desesperadas, no nos hallábamos y caminábamos de un lado a otro. El doctor salió con sangre en sus manos ¿por qué? Ni idea, pero su rostro me decía algo que me negaba a aceptar.
—Familiares de Clinton Barton.— dijo en voz alta y las tres nos levantamos de un salto.
—¿Cómo está mi padre?— preguntó Kate intentando aguantar las lágrimas.
—Tuvimos que sacarle el riñón izquierdo... No sobrevivió a la intervención, lo siento.— explicó el hombre agachando la cabeza y yo fruncí el ceño.
—Pero si solo fue un golpe en la cabeza...— comenté algo confundida mientras Yel consolaba a Kate.
—¿Está cuestionando 5 años de medicina?— el doctor levantó una ceja indignado y yo levanté mis manos con inocencia.
—Lo siento, solo preguntaba.
—Él señor Barton pidió que las tres leyeran su testamento junto a su cadáver, por favor acompáñenme.
Las tres caminamos hasta la habitación que tenía sangre por todos lados como si hubiera habido una masacre y nos sentamos al lado del cuerpo cubierto con una sábana blanca de nuestro amigo y padre, Clint.
El doctor nos entregó unos sobres y nos dejó solas junto al cuerpo.
—Leela tú, Nat.— pidió Kate sacando la carta.
“Mis queridas bastardas pulgosas, sé que cuando estén leyendo esto ya estaré en un lugar mejor... Espero que tomando piña colada en una playa privada con el secretario sea mi paraíso. Pero ese no es el punto, quiero que cuando lean esta carta vean en el interior del sobre algo con lo que no pasarán hambre nunca más”.
Su sexy Clint.
Las tres miramos el interior del sobre y sacamos una cuchara de plata y casi me echo a reír.
—Hasta muerta es tacaña.— comentó Yel guardando la cuchara de mala gana.
—¡TE ESCUCHÉ!— gritó el cuerpo de Clint quitándose la sábana cubierta de sangre.
Las tres gritamos lanzándonos al suelo mientras ese hombre del demonio se carcajeaba junto al doctor que entraba llorando de la risa.
—¡¿Las viste Bruce?! ¡Casi mueren!— exclamó Clint entre carcajadas chocando manos con el doctor.
—¡CLINTON JUANITO BARTON!— gritó Kate roja del coraje y él agachó la cabeza como perrito regañado y dejó de reír.
Ahora quienes reíamos éramos Yel y yo.
—¡JUANITO!— gritamos volviendo a reír. Casi llorar de la risa.
—No les digo sus cuatro cosas nada más porque Kate me pegaría con la chancla.— refunfuñó cruzándose de brazos.
—¡¿Por qué nos hiciste esto?!— exclamó Kate colocando las manos en su cintura.
—¡VENGANZAA!— soltó como si fuera un grito de guerra. —Me mintieron por dos meses sobre su relación.— nos señaló a las tres.
—¿Y yo que tengo que ver?— me señalé limpiando mis lágrimas esta vez eran de risa.
—Tu fuiste quien me lanzó el sable de luz para que quedara inconsciente.— me acusó cruzándose de brazos.
—¿Osea que no perdiste la memoria ese día?— preguntó Yelimpresionada.
—No, las escuché mientras peleaban. Sólo fingí que la había perdido para ver cuando te dignabas a decirlo, alíen.
—Bueno, lo siento. Pero cada persona que se acercaba a Kate terminaba con tu pie en el trasero, tenía miedo.— explicó Yel tomando la mano de Kate
—¿Ahora tienes algo que decirme,Belova? —Yel respiró profundo y entrelazó su mano con la de Kate mirando fijamente al hombre en la camilla.
—Amo a tu hija, Clin. Quiero cuidarla, respetarla y amarla por el resto de mi vida... ¿Podrías darnos tu bendición? —Clint sonrió y se levantó de la camilla abrazando a ambas chicas.
—Claro que sí, alíen... Pero rómpele el corazón y te saco los ojos mientras duermes.— advirtió con una sonrisa macabra y Yel asintió con miedo.
Yo sonreí débilmente, al menos mi hermana era feliz al lado de la mujer que quería. Clint se separó del abrazo y descubrió que no estaba tan feliz.
—¿Todo en orden, Nat?— preguntó viniendo hasta mi.
Cuando la miré a los ojos me rompí y empecé a llorar mientras él me abrazaba.
—¿Qué sucedió?— dijo con voz suave mientras acariciaba mi espalda.
—Wanda... Y Vision...— solté como pude en medio de lágrimas.
—Entiendo, pequeña.— susurró Clint abrazándome con fuerza hasta que paré de llorar.
—No sabe de lo que se pierde.— Yel me abrazó por los hombros y sonrió.
—Yel tiene razón, ella prefirió a ese engreído que solo tiene billetes para presumir. Tú tienes encanto único, Nat.— Kate también vino a abrazarme.
—Mira el lado bueno, te liberaste del contrato, eso significa... ¡NOCHE DE PUTAS!
—¡SIII!— gritó el doctor quitándose la bata y uniéndonos en un abrazo grupal que me hizo reír.
—¡Tú estás casado, Bruce!— exclamó Clint rompiendo el abrazo.
—¡Mi mujer tuvo un bebé y no podemos hacer nada!— respondió el hombre y al parecer Clint se compadeció de él.
—De acuerdo, vámonos. Debo quitarme todo está sangre falsa.—empezamos a caminar hasta la salida.
—¿Quién dice que es falsa?— Bruce se cruzó de brazos y Clint abrió sus ojos como platos.
—¡BRUCEEE!
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Pizza con...¿peperoni? | Wandanat
FanfictionNatasha Romanoff ama su trabajo. Pero...¿Qué clase de chica con 20 años dice eso? La respuesta es sencilla. Natasha Romanoff es repartidora de pizza, y lo mejor de ese empleo, aparte de sus grandiosas prestaciones, es que muchas veces hay mujeres jo...