Captítulo 6

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De nuevo llovía, las gotas de agua salpicaban en el empedrado camino de la salida al jardín, y un esbelto cuerpo se reclinaba contra el umbral de la puerta, refugiándose del agua. Vegas bajaba las escaleras de la mansión cuando notó que Sky aún no se había ido, parecía querer jugar con su paciencia esa noche. Al escuchar los pasos, se dio la vuelta y compuso una expresión que muchos habrían encontrado tierna, pero que a Vegas despertó un deseo casi asesino.

── ¿Qué estás esperando para irte? ──Le preguntó con acritud, consiguiendo que el chico cambiara drásticamente su expresión. No se rendiría fácil, y Vegas no entendía por qué, pero tampoco era difícil imaginar las razones. Con todo el dinero y poder que tanto la primera y la segunda familia tenían, muchos estaban dispuestos a soportar humillaciones peores con tal de conseguir algo de ese dinero o conexiones. Sky, particularmente, había perseguido a Kinn antes, pero Kinn lo abandonó al poco tiempo. Vegas, entonces, fue su segundo objetivo, y cómo no, él aprovecharía solo por la molestia de su primo. A pesar de que su relación ahora era mejor, todavía volvía a verse con algunos de sus viejos amantes.

── Phi, ¿por qué dejas que el niñero de Macao se quede aquí, pero a mí nunca me dejaste quedar? ¿hm? ──sus labios se apretaron, haciendo una pequeña rabieta. ── ¿Lo tomarás como tu amante ahora? ¿Será tu puta de turno acaso?
──En cuanto vio a Vegas avanzar hacia él, con una flamígera mirada que podría calcinar vivo a cualquiera, supo que se había equivocado. El mayor lo agarró del cuello, estampando su cuerpo contra el umbral de la puerta, no era solo una advertencia; Vegas le apretó tan fuerte que cortaba la circulación de la sangre y del oxígeno, haciéndole cambiar de colores el rostro.

── Entiende de una maldita vez tu lugar. La puta aquí eres tú, el de turno eres tú. Me tienes harto ya, te lo he dicho mil veces. ¡Deja de arrastrarte de regreso! No me interesa cogerme un culo que le has dado a media universidad. ──Espetó, gritando en su cara con todo el desprecio del que podía impregnar su voz──. Si quiero cogerme al niñero o al sirviente, es mi maldito problema.

El rostro del muchacho estaba morado, peligrosamente frío, y sus ojos empezaban a cerrarse. Antes de que fuese a perder la consciencia por completo, lo soltó, dejándolo caer al suelo. No quería tener que lidiar con él, además, Pete tenía hambre.

Él no era de cocinar mucho, pero algo de comida instantánea debía haber en la casa, sabía que Macao comía esos fideos del demonio de vez en cuando, así que llamó a Nop y le pidió ayuda tanto con los fideos como con el cuerpo tembloroso que lloraba en el suelo de su recibidor. El sirviente llamó a los guardaespaldas de la entrada para que lo sacaran de allí y aunque se ofreció a preparar él mismo los fideos, Vegas se rehusó, quería hacerlos por su cuenta, solo necesitaba indicaciones.

Ni siquiera Vegas encontraba lógica a sus acciones, sintió tanto odio con la pataleta del chico aquel, pero ahora solo quería prepararle algo de comer al tutor. Pensó que tal vez solo quería distraer su mente para aplacar su enojo. Y funcionó, en un par de minutos ya no pensaba en el mal rato que le habían echo pasar, sino en el buen aspecto que tenían los fideos, muy diferente a si él lo hubiese preparado sin nadie que le dijera cómo. No fue tan difícil y además rápido, pero solo pensar en todo el sodio, conservantes y químicos tan dañinos que eso tenía le hacía cuestionarse si sería buena idea que un enfermo lo comiera.

Nop quiso llevarlo, pero él no le dejó. ──Vuelve a tu habitación, Nop. ──Le ordenó y llevó con cuidado la bandejita con el tazón de fideos y un poco de fruta y agua. Cuando abrió la puerta de su alcoba, se sorprendió al no ver a Pete en su estudio... ¿Acaso se había ido a su habitación? Pero entonces escuchó el tintineo de las cadenas y cosas cayendo al suelo. "Mierda". Dejó la bandeja sobre la mesita frente al sofá y fue a inspeccionar lo que ocurría en su habitación. Ahí estaba Pete, sosteniendo un par de cadenas en las manos, de pie entre varios juguetes sexuales que habían caído al suelo, y su rostro era una oda al pánico. No pudo evitar reírse, le parecía encantadora la imagen del chico asustado sin saber qué hacer al verse atrapado.

𝐢𝐢. 𝐁𝐚𝐛𝐲𝐬𝐢𝐭𝐭𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora