Capítulo 11

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Pete siguió pensando en las palabras que Porsche le había dicho, haciendo mella en su cabeza; logrando quitarle el apetito y hasta el sueño.

Por la noche, Macao se quedó a hacerle compañía, Porsche les permitiría usar su casa por esa vez y prometió no decirle nada a Vegas sobre su pequeña charla, o siquiera que lo había visto. Extrañaba su dormitorio, pero sobretodo extrañaba su hogar y sus abuelos en la pequeña islita de donde era nativo. Esperaba soñar con la playa esa noche, con las saladas aguas del mar y el sol abrasador que solo la fresca brisa marina podía apaciguar.

Se sentía tan débil físicamente, no comió bien y su estómago le reclamaba, pero nada podía hacer al respecto, medio tazón de sopa quedó en el lavaplatos porque era todo lo que su inflamada garganta podía soportar. Intentó distraerse del hambre y de sus dilemas, poniéndose al día con sus deberes, pero como si el universo quisiera castigarlo, un mensaje de sus amigos y compañeros de clases le arruinó sus planes. Con pesar los leyó.

Arm: Estás de suerte. Tienes un par de ángeles como compañeros.
Pol: Así es, Pete. No te preocupes por el trabajo, nosotros lo terminamos.
Pol: ¡Mejórate!
Pol: ¡Te extrañamos!
Pol: ❤️❤️❤️❤️
Arm: Deja de hacer el ridículo y entra al juego, te saliste porque te estaba ganando.
...

Pete cerró la conversación. Ni siquiera en los mensajes de sus amigos encontró el más pequeño consuelo, nada que lo animara o distrajera. Un agradable aroma le llenó los pulmones de pronto, era Macao, quien había estado callado en la cocina por un largo rato; entró a la sala con dos humeantes tasas de té y se sentó en el suelo junto a Pete que rodaba su laptop a un lado para hacerle espacio a las tazas.

── Phi, te he preparado un té. Le pregunté al Dr. Top y dice que ayudará a la inflamación. ──Le dijo, con una sonrisa muy discordante con su estilo irreverente y la expresión traviesa que siempre llevaba en su rostro.  Sin decir más nada, deslizó un pequeño tubito de crema también, era un gel que se usaba para moretones. El mismo que Pete usaba para los golpes que le quedaban después de sus entrenamientos de kickboxing.

── Gracias, Macao... ──Susurró, apretando la cremita en su puño. Un gesto tan simple podía sacudirle hasta los cimientos, derrumbando la barrera que mantenía sus lágrimas al margen y hacerle llorar al fin frente al menor. Se sintió pequeño y vulnerable mientras esas lágrimas corrían por sus mejillas, imparables después de haber ignorado sus sentimientos todo el día.

Macao sostuvo las manos de su tutor, sin decir nada. Respetaría sus silencios y también su llanto porque quería a Pete como a un hermano. No era que Vegas no le bastara; él lo protegía y le proveía cualquier cosa para satisfacer sus caprichos o necesidades, sabía que mientras tuviera a Vegas, nada le faltaría, él cumplía bien con su papel de hermano mayor, e incluso el de padre aunque no le tocara,  llenando los vacíos que su padre biológico nunca satisfizo.

En cambio Pete, Pete era cálido; si Vegas era la luna, fría y distante, Pete era como el sol. Quizá era porque no eran hermanos en verdad, que su forma de cuidarlo era tan diferente a la de Vegas, más indulgente y dulce, casi como con un cariño materno; algo que Macao nunca había recibido. De ahí su apego y su urgencia por cuidar de Pete.

── Hace un tiempo atrás, mi hermano me contó una historia. ──Su brazo derecho ahora abrazaba a su tutor, dejando un par de caricias en su espalda mientras él sollozaba──. Resulta que hia tiene una cicatriz en la barbilla, pero no recordaba haberlo visto herido allí alguna vez. Mi padre  golpeaba mucho a hia Vegas, así que siempre tenía el rostro cortado o llenos de cardenales, pero yo no le recordaba ningún golpe en la barbilla.

𝐢𝐢. 𝐁𝐚𝐛𝐲𝐬𝐢𝐭𝐭𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora