Especial II (+18)

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Pete descansaba sentado en las piernas de Vegas, abrazándose para darse un poquito más de calor entre ellos mientras las risas se extinguían lentamente. Hubo un silencio por un par de segundos en los que solo el crepitar de la leña en el fuego y el viento frío se atrevían a pronunciarse. Todos miraban el fuego, concentrados en las llamas. Quizá pensaban en cosas triviales, algunos estarían pensando en cómo confesar sus secretos sin herir a quienes amaban, en amores no correspondidos, en viejos rencores o en lo que el futuro traería.

Entonces Macao habló.

── ¡Contemos historias de terror! ──propuso. Todos estuvieron de acuerdo, guardaespaldas, Khun, el doctor y los más jóvenes. Solo Pete y Porsche se miraron con temor en los ojos, queriendo salir corriendo de allí.

── Yo conozco una historia... ──Dijo Vegas. Todos se quedaron sorprendidos al oírle, pues no había hablado mucho desde que comieron ni durante todo el día en realidad. Pete levantó el rostro, estaba casi acostado encima suyo, así que podía verle de cerca. ── Fue algo que sucedió en mi casa cuando estaba pequeño, ya Macao había nacido. Mi madre había enfermado para ese entonces, así que pasaba los días en su habitación, descansando en su cama. Mi padre contrató a una mujer para que la cuidara, a pesar de que mamá tenía sus propias empleadas de confianza.

» La mujer era muy anciana, su aspecto de por sí era bastante horrible y yo, un niño, obviamente le tenía miedo. Sobretodo porque no me dejaba acercarme a la habitación de mamá. Supuestamente había ido allí para curarla con medicina tradicional, pero sospechosamente mi madre enfermó cada vez más, por lo que esa mujer estuvo en casa por un par de semanas, casi un mes.

»  Durante todo ese tiempo, no pude ver a mi madre. En las pocas veces que pude acercarme a su habitación, alcanzaba a escuchar a esa mujer entonar unos cánticos en un dialecto que no conocía y mientras ella cantaba, mi madre lloraba. Yo estaba seguro de que era una bruja y ahora que estoy grande, en verdad creo que lo era.

» Una tarde, mientras jugaba en el jardín, la vi asomarse desde la ventana de la habitación de mamá. Estaba arrojando algo por el balcón, algo que estaba envuelto en un trapo que sacudía en el viento. Parecía polvo, cenizas... No lo sé. De repente me miró y sentí que el pecho se me encogía cuando sus ojos se encontraron con los míos, como si un corrientazo me azotara la espalda de tanto miedo que sentí. Corrí hacia la casa y me escondí en mi habitación, Macao estaba tomando una siesta en su cuna y yo me escondí debajo de mi cama que estaba justo a su lado, cuando de pronto la sentí entrar en la habitación. No podía ver mucho, pero vi la puerta abrirse y sus pies descalzos arrastrarse por la habitación. Pero no estaba sola, otro par de pies descalzos la seguían, esos eran más pequeños y se movían torpemente.

» Yo quería llorar, tenía tanto miedo, pero traté de no hacer ningún ruido para que no supiera que estaba allí y saliera del cuarto. Entonces la anciana se acercó a la cuna de Macao, con la otra persona siguiéndola. Me llené de tanta rabia, ¿se atrevería a lastimar a un bebé? Empecé a rezar con todas mis fuerzas, apreté mis ojos y pedí al cielo por ayuda, porque mi pobre hermano estuviese a salvo. No podía ver nada, pero escuchaba el crugir de las tablas y de repente, su llanto. Macao estaba llorando, dando gritos.

──Pete no podía despegar los ojos de Vegas, ninguno de los allí presentes podía, en realidad. Estaban tan metidos en la historia, pero cuando mencionó lo de Macao, todos se giraron a ver al menor enseguida. Estaba pálido, al parecer Vegas nunca le había contado esa historia, así que continuó con su narración. ── Pero yo temblaba, congelado por el pánico, no era capaz de moverme. Quería ser valiente, quería salir y enfrentar a quien estuviera allí para defender a mi hermano, pero solo era un niño. De repente su llanto se detuvo, abrí los ojos de golpe y un par de ojos apagados en un rostro arrugado, me devolvió la mirada. Iba a gritar, pero sus manos me agarraron y me sacaron de mi escondite, tapándome la boca.

𝐢𝐢. 𝐁𝐚𝐛𝐲𝐬𝐢𝐭𝐭𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora