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Nick bajó de la moto y se acercó a ella quedándose a pocos centímetros, le miró fijamente a los ojos, una mirada seductora, imponente, segura que provocó que el corazón de Nadia se acelerara aún más.

Él, al percibir su nerviosismo, volvió a sonreír mordiéndose el labio inferior.
Cogió el casco y se lo puso con suavidad. Volvió a montar en la moto y le atrapó con el brazo empujándola hacia él.

̶ Tranquila que no dejaré que eso pase.

Estaba atrapada entre sus brazos, no podía huir, no quería hacerlo, por una extraña razón quería permanecer allí, a su lado, era como si la gravedad le atrajese hacia él.

La moto arrancó, dentro de la ciudad la velocidad era aceptable, una vez fuera Nick aceleró.

Nadia cerró los ojos como si haciéndolo el riesgo de caer fuese menor. El corazón se le iba a salir del pecho, si no le daba un infarto antes.

̶ Abre los ojos o te perderás el paisaje. ̶ le gritó Nick observándola por el retrovisor.

̶ Ve más despacio.

̶ Confía en mi, disfruta del trayecto.

Nick emitió un gritó de felicidad y aceleró más. Nadia apretó la cabeza contra su espalda, no entendía que tenía de divertido ir a doscientos kilómetros por hora.

Entre abrió los ojos lentamente, el paisaje parecía más vivo.
Una sensación de libertad inundó su cuerpo, sentía como si el mundo estuviese en la palma de su mano. Su cuerpo estaba en sintonía con la moto.

En las curvas podía rozar el asfalto con las manos, esa sensación de poder perder el control en cada curva le asustaba y a la vez le hacía liberar adrenalina.

El viaje duró aproximadamente una hora.
La moto fue aminorando la velocidad, metiéndose por los huecos que encontraba entre los coches para ir avanzando y escapar del atasco que se estaba creando a escasos kilómetros del estadio.

̶ Ya estamos llegando.

̶ Hay mucha gente.

̶ ¿Qué te creías? El rugby es el deporte estrella.

̶ Ya veo, ya.

̶ Te repito que eres la única rarita a la que no le gusta este deporte, el resto de los humanos
se mueren por verlo.

̶ Quizás no sea humana.

̶ Lo iremos descubriendo. ̶ bromeó Nick mientras buscaba un sitio.

El ambiente festivo se respiraba desde el Parking donde dejaron la moto hasta la entrada de los tornos donde tuvieron que enseñar las entradas.

La fila daba una vuelta entera al estadio, menos mal que ellos tenían entradas preferentes y no tuvieron que esperar.

Nadia miraba sorprendida a su alrededor, aquel maravilloso edificio que resplandecía bajo la luz del sol, era uno de los estadios más grandes y emblemáticos.

Nick le guió por los pasillos hasta llegar a la puerta donde se encontraban sus asientos.

El ruido era ensordecedor, los aficionados con sus cervezas en mano coreaban los nombres de los jugadores que se encontraban ya en el campo entrenando.

Diez minutos antes del partido, los jugadores abandonaron el campo y dejaron paso a los árbitros.

La voz del speaker fue anunciando a cada jugador.

̶ Ese es el mejor jugador del mundo. ̶ señaló Nick a uno del equipo del Riverplace.

̶ A que adivino, de mayor quieres ser como él.

̶ ¡Qué graciosilla eres! Ese hombre me inspira en cada partido.

̶ Lo que hay que oír.

̶ Es luchador, no se rinde. Perdió a su esposa y a su hijo en un accidente de coche. Podía haberse dado por vencido, pero siguió luchando por ellos. Tuvo cáncer y estuvo al borde de la muerte, siguió ahí porque sabía que todavía no había llegado su hora, todavía tenía mucho que hacer y no debía tirar la toalla. En una entrevista dijo que cuando estuvo a punto se perder la vida, soñó con su esposa. Dice que fue el sueño más bonito que había tenido. Ese sueño fue el antes y el después de su vida, recobró las ganas de vivir. Meses después había conseguido vencer al cáncer.

̶ ¡Vaya!

̶ Por eso me inspira, no solo por ser el mejor capitán que ese equipo haya podido tener, sino porque creyó en él, lucho por él y consiguió salir adelante. Es un ejemplo de perseverancia y superación.

Nadia le miró sin decir nada.

Bailando bajo las estrellas ( tituló temporal )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora