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Sentada en las escaleras traseras, Nadia miraba el horizonte. En el cielo se veían ya los primeros rayos del sol.

̶ Buenos días madrugadora. ¿Qué tal has dormido?
̶ Muy bien. Este sitio es espectacular.
̶ Está entre mis rincones favoritos.
̶ ¿Tienes una lista de rincones favoritos?
̶ Si.
̶ ¿Cuáles son los otros?
̶ Te los iré enseñando.
̶ ¿Me estás diciendo que me vas a llevar a todos y cada uno de ellos?
̶ Vete preparando porque la lista es larga. ̶ sonrió Nick con dulzura.

La chica desvió la mirada para no dejarse enamorar por esa sonrisa seductora.

Nick le propuso ir a pescar mientras los otros dos integrantes dormían.

Cogieron una de las lanchas de la familia y la enseñó a manejarla.

̶ No lo haces nada mal. Si quieres para aquí y pescamos.

Nadia asintió, le encantaba hacer cosas nuevas. Escuchó con atención la mini clase de pesca que le dió Nick.

Mientras intentaban que algún pez picase, no dejaron de hablar ni gastarse bromas, se sentían agusto.

Estaban aprendiendo a desnudar sus almas, porque cuando si se estaba con la persona correcta, hasta los momentos más insignificantes te hacían feliz.
Era como si cuando estaban juntos todo
desapareciese, el invierno se convirtiera en verano. No existían secretos, solo ganas. Ganas de comerse con la mirada, quizás, de amarse en silencio . No necesitaban decirse todo para entenderse, sus miradas conectaban tanto, que a veces daba miedo. Era como si esos momentos de estar solos se hubiesen vuelto imprescindibles.

̶ Ha picado uno, ha picado uno.- exclamó emocionada Nadia señalando la caña que vibraba sin parar.

Casi sin hacer esfuerzo lo sacaron del agua. Ante ellos apareció una pequeña trucha coleteando a diestro y siniestro. Se hicieron una foto con ella y acto seguido la volvieron a tirar al lago.

Regresaron a la casa en busca de los otros dos integrantes.
Más tarde fueron a visitar el pueblo. Entraron en una bodega donde aprendieron cómo se elaboraba el vino blanco y cataron varios tipos.
Visitaron un yacimiento arqueológico romano que había en un pueblo cercano y pararon en el bar a tomarse algo antes de ir a preparar la comida. Por la tarde hicieron una excursión por el otro lado del bosque.

La ruta no era muy larga, apenas duraba dos horas ida y vuelta. Al acabar el día disfrutaron de una barbacoa y unas cervezas frías. A pesar de lo bien que lo estaban pasando, Candelaria fue la primera en retirarse, seguida de George.

̶ ¡Qué noche más preciosa se ha quedado! ̶ comentó Nadia sin dejar de mirar el cielo.
̶ Se ven absolutamente todas las estrellas.
̶ ¿Te gusta la astronomía?
̶ Me fascina. Mira ven. ̶ Nick se levantó y ayudó a Nadia a hacer lo mismo.

Con cuidado y sin hacer mucho ruido subieron a la tercera planta. Sacó un telescopio, abrió una ventana que había en el techo, sacó unas escaleras con cuidado y subió para salir al tejado. Nadia le siguió. Nick colocó el telescopio con cuidado y lo ajustó mientras observaba por él. Se apartó y le pidió que mirase.

̶ Esa constelación es Andrómeda. Era una doncella que le ofrecieron en sacrificio para salvar a su pueblo. Su madre había enfadado a las hijas del mar diciendo que era la más hermosa de todas. Poseidón le encadenó a unas rocas para que Cetus acabase con su vida. Los padres prometieron que si alguien la salvaba se casaría con ella, pero nadie se atrevía a enfrentarse al terrible Cetus. La doncella chillaba y chillaba sin ser escuchada hasta que Perseo la encontró y fue a rescatarla cabalgando en un caballo blanco, Pegaso. Cortó la cabeza al monstruo y la desencadenó de las rocas.

Nadia contenía la respiración para poder escuchar la historia.

̶ Al mirarse a los ojos se enamoraron. Los padres habían prometido que quien salvase a su hija se casaría con ella, pero no lo cumplieron, en vez de eso, intentaron matar a Perseo. Zeus se enteró y castigó a los progenitores por no cumplir con su palabra y dejó que los dos enamorados finalmente se casasen colocándoles juntos en el cielo, al lado de Pegaso.

̶ Es preciosa esa historia.
̶ Mi abuela me contaba muchas de estrellas cuando era pequeño. Como decía ella, las estrellas son las historias del pasado.

Nadia volvió a mirar por el telescopio.

̶ ¿Esa es la osa mayor?
̶ Si. Y si miras un poco más a tu izquierda, está la estrella polar. Es la que más brilla y es la única que permanece fija en el cielo.
̶ Me parece fascinante que ahora mismo podamos estar viendo una estrella que lleve años apagada.

Nick disfrutaba observándola, era tan expresiva que parecía un libro abierto. Estaba aprendiendo a leerla. Cuando abría mucho los ojos y se mordía el labio superior, significaba que algo le fascinaba. Cuando se mordía el labio inferior y achinaba los ojos era porque algo le preocupaba.
El gesto que más le gustaba era cuando se ruborizaba por algo, bajaba la mirada al suelo, se colocaba el pelo por detrás de la oreja y dejaba entrever una tímida sonrisa que le enamoraba aún más.

̶ Cada estrella cuenta una historia. Como las personas, cada uno de nosotros tenemos una que nos marca, que nos hace brillar o apagarnos.

Nadia se tumbó sobre el tejado y siguió mirando hacía arriba, parecía estar a gusto.
Nick hizo lo mismo. Había una fuerza que le atraía hacia ella. En ese momento quería tomar suavemente su mano, pegada a la suya y entrelazar los dedos. Acariciar su mejilla e ir acercándose hacia esos labios tan perfectos con los que últimamente fantaseaba. Quería probar su sabor, seguramente si lo hiciese no quisiese besar otros nunca más.

No sabía como, ni en que momento exacto, pero estaba ocurriendo. Estaba rompiendo la promesa que se hizo de no enamorarse de ella.

Siempre había pensado que jamás llegaría aquella chica que perturbase sus esquemas, que le hiciese sentir diferente y suspirar por las esquinas.
Siempre había sido un alma libre, incluso cuando había tenido pareja. Por primera vez en la vida, el corazón le latía a mil por hora.

Había estado buscando un físico bonito para pasar una buena noche, pero en la vida se imaginó que a parte podía enamorarse de la personalidad, del carácter e incluso de los defectos de una persona.

En esa noche y en ese momento tenía ganas de declararse y que las estrellas fuesen testigo de su primer beso. Era el momento oportuno. Intentó acercarse a ella, pero el miedo le frenó en seco. Nunca había sentido miedo al lanzarse a una chica, pero Nadia no era cualquiera, no podía arriesgar, debía tenerlo claro del todo, no quería volver a alejarla de él, le había costado mucho avanzar con ella como para echarlo todo a perder.

̶ ¿En que piensas? ̶ preguntó Nadia.
̶ En que va siendo mejor que nos vayamos a dormir. Está empezando a hacer frio.

Bailando bajo las estrellas ( tituló temporal )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora