[Día 18| Barbara]

433 21 5
                                    

Temática: Choir

Categoría: fluff

Advertencias: ninguna en concreto

—Así nunca me aceptarán en el coro

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Así nunca me aceptarán en el coro...

Estabas empezando a cansarte. Tus esfuerzos parecían en vano, y los profesores del coro escolar siempre parecían aumentar sus exigencias. Parecían hacerlo a propósito, de manera que nunca podrías ingresar en él. Aunque te gustaba perseverar, todo tenía un límite, incluso tus propios sueños.

En tu escritorio había un par de papeles, todos con las letras de las canciones que servirían para la prueba de acceso. 

Aunque en un inicio no se necesitaba gran habilidad para unirse al coro de la ciudad, ahora las cosas habían cambiado notablemente con la aparición de Bárbara. La chica era un amor de persona, siempre ayudando a los demás y anteponiendo el bienestar ajeno al suyo, pero aquellas cualidades solo habían servido para atraer a miles de fanáticos hacia el coro.

Así pues, los maestros no tuvieron más remedio que poner restricciones y limitaciones para asegurarse de que todos aquellos que ingresaban lo hacían por amor a la música y no por amor a Bárbara.

Tú los entendías, claro que lo hacías. No podías ni imaginar la terrible situación en la que vivía Bárbara, siendo acosada por chicos mucho más mayores que ella, y lo incómoda que debía sentirse en el coro cuando alguno de sus fanáticos más obsesos trataba de alcanzarla. Por ello, esas medidas de seguridad te parecían correctas, pero...

Tú querías unirte al coro porque siempre te había apasionado el canto, y si querías mejorar, necesitabas clases profesionales. Tras ver el absoluto éxito de Bárbara ahí, supiste que ni siquiera en una escuela de música podrías mejorar tanto, por lo que pensaste en unirte al coro.

Por ahora, tristemente, no estabas teniendo ningún progreso.

Suspiraste y caminaste hacia tu cama, dejándote caer con una mueca entristecida en tu rostro. De verdad que te estabas esforzando, pero los maestros siempre decían que podías hacerlo mejor y te mandaban a casa. ¿Sería acaso que tenías cara de querer hacerle daño a Bárbara? Aquella podría ser una buena explicación de por qué no paraban de rechazarte.

Cerraste los ojos, disponiéndote a echarte una siesta con la que disipar tus nervios, pero toda tu tranquilidad se deshizo en cuestión de segundos.

—¡Ayuda, por favor! 

Alguien golpeó la puerta de tu casa, con tanta potencia que resonó por toda tu habitación. Sin esperar un segundo, te levantaste de la cama y corriste hacia la puerta, abriéndola para saber quién necesitaba ayuda con tanta urgencia.

Y, para tu sorpresa, frente a ti se hallaba Bárbara, sudorosa y con un atisbo de preocupación en el cielo de sus ojos.

—¿Bárbara? —preguntaste, mientras que ella se escurría hacia tu habitación.

En otra ocasión te hubieses quejado con ella por aquella invasión de la privacidad, pero parecía sumamente afligida por algo. No podías tan solo echarla, no sin antes al menos preguntarle qué le había ocurrido.

—Lo siento —dijo ella—, sé que esto es muy repentino, pero...

Antes de que la chica pudiese dar más explicaciones, escuchaste a alguien fuera de tu casa vociferando el nombre de Bárbara. No fue difícil distinguir aquella voz masculina, pues pertenecía al admirador más obsesionado de todos: Albert. Muchas veces lo habías visto persiguiendo a la chica, deseando hablar con ella, aunque sus intenciones obviamente no eran tan inocentes.

Así pues, no te costó mucho conectar los puntos. Observaste a Bárbara con tristeza. Aunque ella parecía completamente devastada por aquel constante acoso, parecía querer esbozar una sonrisa con la que tranquilizarte, tratando de disminuir la gravedad de la situación.

—¿Te estaban siguiendo? 

—No, bueno, sí, pero... —Bárbara bajó la mirada—. Siento haber llamado tan repentinamente. Necesitaba un lugar en el que esconderme, y has sido la única persona en abrirme la puerta.

—No te preocupes, puedes quedarte aquí hasta que se vaya —le aseguraste, y su sonrisa, tan dulce como su personalidad angelical, te hizo sonreír de igual forma—. Por cierto, yo soy...

—Sé quién eres —dijo ella al momento, asintiendo solemnemente—. Te he visto ensayar varias veces. ¿Quieres unirte al coro?

Te quedaste sin palabras. ¿Ella sabía quién eras? ¿Te había visto ensayar? Tu corazón se aceleró, pensando en todas las posibilidades. ¿Y si a ella le disgustaba tu voz? ¿Sería por eso que no te aceptaban en el coro? Pero parecía demasiado amable como para denegar a otra persona la posibilidad de cumplir sus sueños, por lo que ahí había algo que no cuadraba.

—Sí, pero no paran de rechazarme. Supongo que mi voz no es lo suficientemente buena.

—¡Te equivocas! —replicó ella—. ¡Tu voz es hermosa! No entiendo cómo no te han aceptado todavía.

Entonces, Bárbara permaneció pensativa durante unos segundos, como si estuviese ideando algo. Lo que no esperabas es que una sonrisa brillante surcara su rostro, y sus ojos se conectaron con los tuyos con un optimismo indescriptible. Parecía haber encontrado la idea de su vida, y su rostro brillaba con vida propia.

—¡Ya sé! ¡Te recomendaré personalmente! Así, dudo que te rechacen de nuevo —dijo ella, tomando tu mano repentinamente—. Reconozco el talento cuando lo veo, y no quiero que lo desperdicies solo porque los maestros temen por mi seguridad. 

—¿Es en serio? —preguntaste casi sin palabras. Tragaste saliva cuando ella asintió, y todo atisbo de esperanza que habías perdido aquella tarde, regresó de inmediato—. Muchas gracias, Bárbara, yo... Ni siquiera sé cómo compensártelo.

—¡No, no! —replicó ella—. No hace falta compensármelo de ninguna manera.

—¿De verdad? —preguntaste con incredulidad, casi sin poderte creer que esa dulce chica no solamente había reconocido talento en ti, sino que tampoco quería nada a cambio por ese increíble favor.

—Aunque, la verdad... Si vas a unirte al coro, ¿me permitirías ser tu amiga? —pidió ella, y si ya te habías quedado antes sin palabras, entonces ahora no tenías la menor idea de cómo reaccionar.

Bárbara, la increíble Bárbara, quería ser tu amiga. Y, ¿quién eras tú para negarte?

 Y, ¿quién eras tú para negarte?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
AUgust [Genshin Impact x lector/a]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora