[Día 25| Dottore]

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Temática: Mad Scientist

Género: horror

Advertencias: sangre

Rasguñaste tu labio con tus dientes, soportando el dolor que aquella máquina estaba causándote

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Rasguñaste tu labio con tus dientes, soportando el dolor que aquella máquina estaba causándote. Apenas sentías tus extremidades, y empezabas a creer que la mayoría de tus huesos estaban rotos. Aun así, el dolor extremo que te había hecho llorar había desaparecido hacía tiempo.

Lo único que podías hacer era mirar. Inmóvil y sin escapatoria alguna, no importaba cuánto llorases o suplicaras que te dejase en paz. Él disfrutaba de tus quejas, y muchas veces lo habías visto reírse de tu sufrimiento. Era una visión terrible, y sabías que su falta de empatía te imposibilitaría salir de ahí.

¿Cuánto tiempo llevabas sin ver la luz del Sol? ¿Por cuánto tiempo habías permanecido en la oscuridad de aquel laboratorio? El olor a hierro de la sangre ya había calado hondo en tus fosas nasales, y serías capaz de distinguirlo a kilómetros de distancia. Tu cabeza daba vueltas frecuentemente, y ya te habías acostumbrado a los pasos metódicos de Dottore.

Al principio, el hombre encargado de hacerte pasar ese infierno se esforzaba por, al menos, ofrecerte interacción humana. Sin embargo, ahora no tenías ni idea de si él alguna vez podría haberse considerado humano. 

Ahora, no obstante, se limitaba a ignorarte. Accedía al laboratorio, algunas veces con otros sujetos, te sometía al experimento diario y se marchaba sin siquiera decirte algo. A veces, cuando tratabas de zafarte del agarre en tus extremidades, él te dirigía una mirada furibunda, pero continuaba sin decirte una sola palabra.

Te sorprendía no haber enloquecido todavía. Solo querías ser libre, sin importar si salías del laboratorio o simplemente morías. Ambas opciones eran válidas, y, a ese paso, tu decadente salud mental terminaría por ceder ante el siguiente experimento al que te sometiese el hombre.

Ya ni siquiera eras capaz de recordar cómo habías terminado en ese lugar. Cuando te quedabas a oscuras, especialmente durante la noche, forzabas tu memoria, solo para terminar perdiendo el conocimiento ante el esfuerzo. Comenzabas a pensar que el culpable era el propio Dottore. Quizás en algunos de los experimentos había conseguido arrebatarte ciertas memorias.

De ser así, aquello explicaría por qué no recordabas a nadie. No sabías si tenías familia, amigos o incluso mascotas esperándote más allá del laboratorio. También explicaría el hecho de que nadie hubiese ido en tu rescate todavía.

—Déjame ir, por favor. —Apenas te quedaba voz, pero no podías desperdiciar ningún momento. Anhelabas el instante en que el hombre se acercase a ti y te liberase de aquellas cadenas. Solo entonces serías libre—. ¿Qué tengo que hacer para que me sueltes?

Como era habitual, Dottore se limitó a recorrer su camino durante el laboratorio. En su mano sujetaba una aguja con un líquido que fuiste incapaz de reconocer, y tus ojos empezaron a arder cuando un foco de luz te dio de lleno en el rostro.

El científico esbozó una sonrisa sádica, acercando el filo de aguja a la carne de tu brazo. No parecía querer prepararte para aquel pinchazo, y, aunque trataste de removerte para que fuese incapaz de lograr su cometido, las cadenas te lo impidieron.

—Por favor, Dottore... Solo quiero volver al mundo real.

—¿El mundo real? —Para tu sorpresa, esta vez sí que te contestó—. No digas tonterías.

—¿To-tonterías? —titubeaste, notando el líquido de la aguja recorriendo tu cuerpo por dentro. Ardía, pero con los músculos entumecidos el dolor se limitaba bastante—. No son tonterías, solo quiero...

—Tú nunca has estado en el mundo real.

Dejaste de forzar tu cuerpo, mirándolo con incredulidad. Un pinchazo en tu corazón acrecentó tu sufrimiento, y su sonrisa, cada vez más ancha, parecía indicarte que decía la verdad. 

—¿Qué?

—Yo te he creado. ¿Por qué crees que no tienes recuerdos? —explicó él, acariciando la zona en que te había inyectado aquel líquido—. No puedo dejarte salir de este laboratorio.

Ante la brusquedad de sus gestos, ahora por tu brazo resbalaba una hilera de sangre, y un dolor intenso empezó a instalarse en tu boca y mandíbula.

—Eres mi obra maestra, después de todo —completó el hombre, mirándote fijamente a la par que rellenaba otra de aquellas agujas con el mismo líquido.

En ese momento, perdiste la capacidad de respirar. Tu boca se llenó de sangre, y tus dientes fueron arrancados de cuajo por la complicada maquinaria que Dottore había atado a tu mandíbula. El dolor, sin embargo, fue efímero, y unos instantes después, sentiste que tus dientes perdidos volvían a su lugar.

Su obra maestra.

Quizás eso explicaba por qué eras incapaz de morir. Eso explicaba por qué, a pesar de que todos los otros sujetos morían a las horas de llegar al laboratorio, tú continuabas con vida.

Ahora, con el siguiente pinchazo, fue turno de perder la vista. Una sensación infernal se instaló en tus ojos, que, como si se tratasen de simple mantequilla, se derritieron por todo tu rostro, solo para ser reemplazados por otro par en cuestión de segundos.

Dottore tenía razón. Solo él hubiese sido capaz de crear a alguien capaz de regenerarse de ese modo. Tú eras su obra maestra, y ahora, ni siquiera el alivio de la muerte se te sería permitido.

 Tú eras su obra maestra, y ahora, ni siquiera el alivio de la muerte se te sería permitido

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AUgust [Genshin Impact x lector/a]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora