26. Padres.

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Imai Sayuri:

Dejamos a Gyomei cerca de las seis de la tarde en compañía de Shinaguzawa Sanemi, Rengoku Kyojuro y Uzui Tengen tardarían un poco más en llegar por temas de la universidad. Aunque al principio me pareció un muchacho un poco brusco, pero conforme habían pasado las horas mi opinión a cerca de él había mejorado mucho. Se había mostrado atento en todo momento y antes de marcharse con los otros dos chicos nos había pedido que por favor lo informáramos de cualquier cosa.

Al empezar el curso, había sentido verdadero pavor de dejar a mi niño en una casa extraña con unos completos desconocidos. De camino a casa me había sentido tentada en más de una ocasión a regresar sobre mis pasos y traerlo de vuelta a casa, pero finalmente el deseo de verlo feliz, de que él fuese el dueño de su destino, se había impuesto por encima de todos y cada uno de mis temores y conforme el curso había ido avanzando me fui dando cuenta de lo feliz que le había hecho el cambio de aires. Con cada llamada que recibíamos nos dábamos cuenta de lo fuerte que es y de lo que le apasiona la idea de ayudar a las personas…

A la salida del hospital, Toyoaki, quien desde que había recibido la llamada lo notaba preocupado me dijo que habíamos quedado en un restaurante con una persona que nos tenía que decir algo acerca de Gyomei. Le pregunté si no se trataba de algún profesor o compañero que por algún motivo no había podido venir a verlo al hospital y él me dijo que no lo parecía.

Ambos entramos en un elegante restaurante con espejos de delicados marcos dorados adornando las paredes y techos color champán. Los suelos de granito blanco y negro simulaban un reluciente tablero de ajedrez y tanto las mesas como las sillas eran de estilo rococó. Sobre nuestras cabezas hermosas lámparas de araña iluminaban con una luz acogedora todo el lugar. El maître nos escoltó hasta una mesa libre y le pedimos que hiciera el favor de traer al señor Park Doo-Jae a esa misma mesa. A penas cinco minutos más tarde, vino acompañado por un hombre bastante alto y muy delgado. Su rostro cuadrado y cejas espesas nos recordaban a Gyomei.

Lo invitamos a tomar asiento y una vez pedimos la cena y tuvimos los platos y las bebidas ante nosotros le pedimos que nos explicase la razón por la cual quería vernos.
—Antes que nada —comenzó a decir— quiero que sepan que no vengo a reclamarles la custodia de Gyomei. Solo necesito comunicarles que su hijo y por tanto ustedes corren un grave peligro.

Mientras hablaba comenzó a rebuscar en el interior del portafolio que traía consigo y de él extrajo varias cartas en sus respectivos sobres y nos las ofreció.
» Estas cartas nos las envió mi hermano a mis padres y a mí antes de su muerte.

Mi marido y yo nos miramos confundidos unos instantes antes de preguntarle si estaba seguro de permitirnos leer la correspondencia. El señor Park asintió con aplomo y sin saber que esas cartas harían tambalear nuestro mundo tal y como lo conocíamos, las leímos.
—No puede ser… —musité abrumada, incapaz de asimilar lo que habíamos leído.
—Quisiera pensar que el accidente que ha sufrido su hijo ha sido pura casualidad, pero teniendo en cuenta hasta dónde pueden llegar, no creo que sea recomendable pasar este punto por alto.
El señor Park, al igual que nosotros a penas había tocado la comida.
—¿Puede ahora responder a una pregunta? —cuestioné yo y él asintió dándole un pequeño sorbo a su copa de vino.
—Adelante… —respondió.
—Si usted sabía de la existencia de su sobrino, ¿por qué no dio la cara por él? —interrogué y el señor Park apretó los labios en un rictus de amargura.
—En esa época todavía vivía con mis padres y cuando estos descubrieron que mi hermano se había enamorado de una japonesa se desentendieron totalmente de él, y…, —en este punto se le quebró la voz— ni tan siquiera me permitieron ir a su funeral. En cuanto a lo de hacernos cargo de su hijo, se negaron rotundamente a dar cobijo a un niño mestizo…
—No me lo puedo creer… —masculló, indignado, Toyoaki a mi lado—. ¡Es su nieto! ¡¿Qué más dará si es haafu* o no?!
—Ha de entender también que estaban atemorizados de que la mafia nos colocase en su punto de mira.
Toyoaki dejó a un lado su plato con movimientos controlados.
—Tal vez me refute que las palabras que le voy a decir la esté diciendo desde el punto de vista de un japonés y no-sé-cuantas-cosas más, pero permítame decirle que por un hijo, un nieto, o un sobrino se pone el mundo patas arriba si es necesario. Y me alegro como no se puede ni imaginar de que hayamos sido nosotros los que le hayamos dado un hogar, y de corazón le digo que no tengo nada en contra suyo ni de sus padres.

El señor Park meditó acerca de las palabras de mi esposo durante unos instantes, y al final asintió para sí. Levantó la mirada y con los ojos brillantes de lágrimas que se esforzaba en contener, dijo. — Le agradezco la honestidad de sus palabras aunque estas no sean agradables y le pido que al menos me permita, si es que usted lo cree conveniente, que los ayude lo que puedan necesitar. No comparto el modo de pensar de mis padres, por eso aunque ahora ustedes sean lo padres de Gyomei, quisiera hacer algo que compense todo lo que no pude.

Ambos nos miramos y al volvernos hacia la persona que teníamos frente a nosotros le ofrecimos conocer a Gyomei, pues a fin de cuentas él ya no era ningún niño para ocultarle secretos por “su bien”.

*Haafu: (Deformación de la palabra inglesa “half” que significa mitad) Se les llama de este modo a los japoneses mestizos de alguna otra raza asiática.

Dosgatosescritores:

Aquí me tenéis de vuelta con un nuevo capítulo. En este me he tomado la libertad de tocar un tema tan delicado como es el racismo y espero haberlo hecho con el tacto y el respeto que merece.

Al empezar a escribir en esta plataforma, una de las primeras cosas que tomé en consideración es que un libro, independientemente del género que sea, a parte de entretener, debe de aportar conocimiento, cuanto más sepamos las personas acerca del mundo que nos rodea, de las personas con las que lo habitamos, más cerca estaremos del día en que dejemos de matarnos los unos a los otros por absurdos tan grandes como el color de nuestra piel o el dios en el que creemos.

Por otra parte os advierto de que en el próximo capítulo las emociones estarán a flor de piel.

Nos vemos muy, pero que muy pronto.

Ilumina Mi Oscuridad. 📿HimeSane🌪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora