46. Cuando el Último Rayo de Luz Desaparece:

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Shinaguzawa Sanemi:

Hay un punto en el que el cuerpo de una persona deja de percibir el dolor. En primera instancia puede parecer una bendición, pero nada más lejos de la realidad. Si dejas de sentirlo es porque te estás muriendo.

En mi huida cada metro se me antojaba una tortura y el tiempo que tardaba en moverme, una eternidad. Realmente no sé cuánto tardé en internarme en el bosque, siempre caminando en paralelo al camino que lo atravesaba, pues no me cabía la menor duda de que tarde o temprano aparecería alguien y entonces sí que estaría completamente perdido.

En algún momento de ese calvario me pareció escuchar como un vehículo se aproximaba. Me oculté tras el grueso tronco de un árbol y aguardé. Aunque fuera mínima, cabía la posibilidad de que fuera alguien que nada tuviera que ver con mi captor o sus compinches. Temblando de frío me apreté aún más contra el árbol y después de unos instantes logré distinguir entre la espesura un vehículo que conocía demasiado bien para mi desgracia.

Maldiciendo mi mala suerte, me arrojé al suelo para que la vegetación me ocultase. El coche pasó de largo y yo proseguí mi huida arrastrándome como buenamente podía.

Tras lo que se me antojó una eternidad me encontré al borde de una carretera secundaria que a juzgar por lo borroso del dibujo de los neumáticos en la gruesa capa de nieve, no parecía muy transitada. El sol, en el cielo, comenzaba a declinar y con él, el escaso calor se extinguía. Con pasos torpes, temblorosos y descoordinados me esforzaba en avanzar.

—No voy a morir aquí, no pienso morir aún, ¡no puedo rendirme! —me espoleaba apretando los dientes que me castañeteaban mientras me envolvía a mí mismo con mis brazos. Sabía que si lo hacía, Gyomei daría un paso del que ya nunca más podría retornar. Gyomei no era como las demás personas a las que había conocido, su corazón era luminoso y cálido, era valiente y obstinado, un cabezota con todas las letras. Aquél pensamiento y todos sus recuerdos me calentaron el corazón al tiempo que dibujaban una sonrisa cansada en mis labios.

Tropecé y caí al suelo sintiendo como mi tobillo izquierdo crujía con un espeluznante chasquido de hueso. Me giré y horrorizado pude ver en la oscuridad creciente, como este se había doblado en una dirección totalmente antinatural, pero no dolía. Estaba tan entumecido por el frío que nada me dolía.

Una lágrima resbaló por mi mejilla y a esta le siguió otra y otra más.  No quiero que te conviertas en otro monstruo como tu abuelo, sollocé para mis adentros. El mundo se inclinó de una manera absurda y lentamente todo se fue fundiendo en negro.

Soryuu Koyuki:

Maeda Yashiro y su esposa Kou, amigos desde la infancia de mi padre eran unas personas increíblemente bondadosas y entrañables que nos habían tratado como si fuéramos parte de su familia durante los días que habíamos pasado en su ryokan*.

Debido al distanciamiento de Hakuji me había sentido tan triste que a penas me encontraba con fuerzas suficientes como para hacer nada, y aunque me esforzaba en no ser una carga para mi padre, llegué a un punto en el que no podía dar un solo paso sin derrumbarme, por eso me propuso irnos al ryokan de sus amigos para reponer fuerzas y de paso poder conversar tranquilamente sobre lo que me pasaba.

Durante esos días nos bañamos en las aguas termales, disfrutamos de unos masajes que nos hicieron sentir como si hubiéramos nacido de nuevo y de unas comidas excelentes que me despertaron el apetito solamente con su delicioso aroma. Pero no fue hasta que hablé con papá acerca de como me sentía que no pude quitarme parte del peso que sentía.

Nunca he sido como algunas chicas que viven desesperadas por tener a un hombre a su lado, esas chicas que se visten, maquillan y perfuman con la intención de que los chicos se fijen en ellas, como si todo su mundo girase en torno a sentirse deseadas. Empero con Hakuji era totalmente distinto, me dolía verlo triste, más que eso, cuando accidentalmente mencionábamos a su tío era como si invocáramos al demonio y aunque se esforzaba horrores en mantener siempre una expresión estoica, me daba perfecta cuenta de que algo no iba bien.
»—Mi vida, entiendo que desees ayudarle, pero si él no quiere dejarse ayudar, poco podemos hacer —había dicho lanzando un suspiro de resignación la noche anterior mientras tomábamos té caliente en el porche de nuestra habitación.

Ahora, mientras regresábamos a casa atravesando el espeso bosque por una carretera no dejaba de pensar que aunque me doliese, debía tratar de continuar con mi vida por mi propio bienestar. Fue en ese momento en el que vi a una persona tirada en un lado de la carretera y un grito se escapó de mis labios.
—¡Papá! —me cubrí la boca horrorizada de pensar que alguien lo hubiera atropellado y hubiera sido tan miserable como para darse a la fuga.

Mi padre encendió los intermitentes y se acercó a la persona. Nos bajamos del coche y papá le dio la vuelta para tumbarlo boca arriba y comprobar si respiraba. Mientras tanto miré si estaba herido y vi que tenia un tobillo roto y un profundo corte en una mano.
—Su respiración es muy débil, aunque llamáramos a una ambulancia, dudo mucho que lleguen a tiempo —dijo papá deshaciéndose de su abrigo y envolviéndolo con cuidado en él antes de alzarlo entre sus brazos y meterlo en el asiento trasero del coche. Me senté a su lado y me dediqué a frotar sus extremidades mientras nos poníamos en marcha con la calefacción del coche a tope.

El chico estaba prácticamente consumido, con moretones amarillo verdosos y otros más recientes de color violáceo. Sus labios estaban morados y agrietados y alrededor de sus ojos oscuros cercos.

Todo el trayecto hasta el hospital creo que lo hicimos conteniendo la respiración y cuando por fin llegamos y vimos como los médicos lo tumbaban en una camilla para auxiliarlo nos quedamos con el corazón en un puño. 

*Ryokan:

Es el nombre que reciben ciertos hoteles tradicionales japoneses, algunos cuentan con aguas termales separadas por sexos.

Dosgatosescritores:

Perdonad que haya dejado el capítulo así, sin embargo era necesario tender un puente si quería enlazar todas las historias. Siento que estaba dejando muy en el aire la historia de Koyuki, Akaza y el tío de este, por tanto espero que me sepáis perdonar y no me matéis.

Mil gracias y nos vemos dentro de muy poco.

Se os adora mis gatitos.

Ilumina Mi Oscuridad. 📿HimeSane🌪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora