35. Pompa de Jabón:

89 11 12
                                    

Uzui Tengen:

Una vez la puerta se cerró a mi espalda me llevé dos dedos a los labios sintiendo o mejor dicho, queriendo retener el calor ligeramente húmedo de los suyos, el sabor dulce de su boca, el sentimiento de estar en un universo completamente distinto, en un planeta totalmente diferente en el que el único aire respirable es el que escapa de la boca contraria. El corazón me latía fuera de control. Había besado a muchas personas con anterioridad, personas con las que tan solo quería divertirme, pero que después del ósculo siempre me dejaban con una espantosa sensación de vacío en el pecho y la ponzoñosa idea de que nunca llegaría el día en que realmente me llegase a enamorar de nadie.

“¡¿Amor?! ¡No seas estúpido! Las personas realmente no buscan en el otro otra cosa que el disfrute sin ataduras. Si la gente se dejara de gilipolleces y fuera a lo práctico, seguramente vivirían más felices porque se ahorrarían un sufrimiento innecesario.”

Al recordar las palabras de mi hermanastro mayor Shun,  y cómo en el pasado seguía todos y cada uno de sus consejos como si él fuera portador de la verdad absoluta, apreté los labios asqueado. Mi padre nos había inculcado a mis numerosos hermanos y a mí la idea hedonista de vivir de acuerdo a nuestros deseos sin dedicar un solo pensamiento a lo que pudieran sentir o pensar las personas que nos rodeaban.

Para alguien como él que había nacido y se había criado en un entorno en el que los peores desfases estaban a la orden del día, debió de ser de lo más normal pretender darnos a sus hijos la misma educación que él recibió. Durante toda nuestra infancia veíamos pululando por la casa a mujeres,  cinco en total que afirmaban amar a nuestro padre, mujeres que dieron a luz a mis hermanastros y a mí. Ellas eran libres de ir y venir, de estar con quien quisieran siempre y cuando entendieran que él era un alma libre y que no se iba a enfocar jamás en una sola cuando tenía tantos frentes abiertos. Por eso la que me dio la vida se marchó de casa y en parte la culpa fue mía. Crecí creyendo que el mundo funcionaba de ese modo, pero cuando me fui de casa para iniciar mi propia vida, me di cuenta de que la cosa no iba así.
Independientemente de si uno era monógamo o prefería tener más de una pareja, preocuparse de cómo se sintiera la otra persona, era primordial.

Cuando años más tarde Misako, otra de mis hermanastras me llamó para avisarme de que nuestro padre se estaba muriendo, no me sorprendió que el resto ni tan siquiera se tomara la molestia de ir a verlo por última vez. Él mismo nos había inculcado un pensamiento egoísta e incluso en su lecho de muerte era incapaz de darse cuenta del tremendo error que había cometido, llamándonos ingratos con la voz cargada de veneno a los dos únicos hijos que, pese a todo, habíamos tenido un mínimo de humanidad como para ir a verlo.

De todo lo relacionado con el funeral nos encargamos los hermanos mayores y como el alma libre que era, arrojamos sus cenizas al viento para que nada ni nadie lo retuviese. Fue por aquel entonces que conocí a Kyojuro, un chico que era todo lo contrario a lo que estaba acostumbrado a ver. Varias personas lo rondaban pero él parecía ser inmune a todas esas personas que se desvivían una y otra y otra vez por meterse entre sus sábanas. Su carácter optimista y ardiente se mezclaba con una personalidad ingenua como la de un niño y me autoimpuse el desafío de lograr lo que tantos y tantas habían aspirado sin éxito sin saber que al final me acabaría enamorando verdaderamente de él.

En cierta medida aborrecía a Akaza Hakuji porque me recordaba al Tengen que fui una vez. Un Tengen que no se merecía otra cosa que un final triste, frío y solitario como el de mi padre.

Sacudí la cabeza para deshacerme de esos recuerdos y me enfoqué en recoger mis cosas para irnos a la universidad. Fuera, en la calle tuvimos que echar a correr para que no se nos escapara el autobús. Kyojuro me agarró de la mano y tiró de mí y simplemente me dejé llevar hipnotizado por el movimiento de su pelo incandescente, el calor de su cuerpo y el sonido de su voz regañándome sin una sola pizca de enfado auténtico por ser tan lento.

En la facultad estuve como en una nube hasta que los gritos de Shinaguzawa que resonaban en las inmediaciones de los jardines hicieron estallar la pompa de jabón en la que había estado toda la mañana.
—¡Me importa una mierda que eso forme parte de tu entrenamiento! —le gritaba a un Himejima que había aparecido con ambas manos vendadas y cojeando.
—Te recuerdo que no eres mi madre Sanemi… —replicó a su vez el más alto empleando un tono de voz que nos heló la sangre a todos los que nos encontrábamos lo suficientemente cerca como para verlos y escucharlos. Por su parte el individuo de los ojos azules parecía más interesado en rastrear la zona que en la disputa que estaba teniendo lugar a menos de un metro de él.
—Mira tío —lo increpó Shinaguzawa plantándose frente a él— estoy hasta los mismos cojones de que actúes como si nada de esto tuviera nada que ver contigo…
—¡No te inmiscuyas! —vociferó Himejima interponiéndose entre el albino y el otro— Te dije que esto era algo que solo me concierne a mí y lo único que estás haciendo es estorbar.
Rengoku y yo nos quedamos helados. Jamás nos hablamos imaginado que Gyomei, nuestro Gyomei sería capaz de hablarle así a nadie. Shinaguzawa enderezó la espalda y mordiéndose la lengua giró sobre sus talones para alejarse de allí. Al pasar por nuestro lado vimos que gruesas lágrimas corrían por sus mejillas mientras se esforzaba por mantener una expresión estoica.
—Ven conmigo… —susurró Kyojuro arrastrándome por la muñeca.

Con discreción seguimos a Himejima y al otro hasta las espaldas del edificio y nos detuvimos a cierta distancia para que no notaran nuestra presencia y a un mismo tiempo poder escuchar lo que hablasen.
—... ya te advertí de que no te convenía que nadie más supiera nada acerca de esto. Al menos has tenido la cordura de alejarlo de ti antes de que fuera demasiado tarde para él...
Con cuidado me asomé lo suficiente como para verlos. Ambos estaban de pie bajo un roble.
— Acabo de herir a una de las personas que más me importan —dijo con la voz rota, cubriéndose la cara con una mano.
— Por el momento es lo mejor que puedes hacer, una disputa puede solucionarse; es mejor tener eso pesando en tu conciencia durante un tiempo que el peso de una muerte durante toda tu vida.
Himejima no pudo contener un sollozo y se dejó caer de espaldas contra el tronco del árbol.
Kyojuro hizo el ademán de intentar acercarse a él, pero lo agarré del antebrazo y al mirarme, negué con la cabeza. Odiaba con todo mi ser el cariz que habían tomado las cosas y lo que más detestaba era que si las cosas eran tan graves, poco o nada podíamos hacer por él. Incluso Shinaguzawa, en quién teníamos depositadas nuestras esperanzas.

Ambos nos alejamos de allí cargando con una abrumadora losa de pesadumbre.

Dosgatosescritores:

He odiado con toda mi alma escribir la segunda parte de este capítulo, de eso podéis estar seguros mis gatitos, pero prometo compensaros por ello.

Por otro lado estaba pensando en escribir un capítulo en el que viéseis lo hard core que puede llegar a ser un día de entrenamiento con Hanagezuka Hotaru, más que nada para que veáis que no es del tipo de persona que se anda con tonterías y menos en una situación tan delicada como esta. ¿Qué opináis?

Por el momento me despido de vosotros hasta dentro de nada.

Un abrazo de gatito!

Ilumina Mi Oscuridad. 📿HimeSane🌪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora