24. Escritas Con Sangre (3ª parte).

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✉ Carta póstuma de Park Seo-Young dirigida a Park Doo-Jae:

Nam-dongsaeng:

Puede que esta sea la última carta que os escriba.

Tengo miedo, no solo por mí, si no por la mujer a la que amo más que a mi vida y por la criatura que viene en camino.

Creía que el amor que nos teníamos sería capaz de derribar todos los obstáculos que se nos cruzaran por delante, pero a la vista está que soy un ingenuo y que estaba completamente equivocado.
Te estarás preguntando si no he perdido la cordura. Ojalá fuera eso y no la espantosa realidad con la que me he dado de bruces.

El padre de Nagisa es un oyaji* alguien con el poder suficiente como para hacernos desaparecer del mapa sin el temor a sufrir represalias y ahora se ha convertido en mi enemigo más temible. Nada que ver con los instructores de la agencia. Estoy asustado, más que asustado, aterrorizado, no solo por lo que alguien como él pueda llegar a hacerme, sino por lo que le pueda llegar a hacer a su hija y a su nieto. Por lo que pueda llegar a haceros a vosotros con tal de destruirme. Por eso y aunque sé que me va a doler más que nada en este mundo, esta va a ser la última carta que os escriba.

Tengo que evitar dentro de mis posibilidades que de alguna manera os relacione conmigo y acabe haciéndoos daño.

Me despido de vosotros, ojalá que no por mucho tiempo”.

Park Doo-Jae:

En el presente.

Me detuve frente a la cancela del hogar de la familia Imai. Me había costado sangre, sudor y lágrimas obtener la dirección de la familia que había adoptado al hijo de mi difunto hermano, pero esperaba no haber llegado demasiado tarde.

Las manos me temblaban y sudaban a raudales, tanto que tuve que guardarme en el bolsillo trasero del pantalón el arrugado papelito con la dirección ya bastante emborronada y secarme las manos un par de veces mientras respiraba hondo antes de llamar al timbre.

No hubo respuesta.

Volví a llamar por segunda vez con el mismo resultado y tratando de ignorar un terrible presentimiento, me dispuse a volver sobre mis pasos encontrándome con un niño de unos siete u ocho años que me observaba curioso desde la puerta de su casa, justo en frente.
—¿Quién eres tú? —preguntó el pequeño frunciendo el ceño.
—Mi nombre es Park Doo-Jae —contesté inclinando la cabeza educadamente.
—Tienes nombre de actor de dramas coreanos como los que le gustan a mamá y a mi hermana Nezuko, pero pareces un poco viejo… —dijo, al parecer sin mala intención.
—¡Oh, vaya! —contesté sorprendido y un poco molesto, honestamente no creía que me viese tan mal con treinta y cinco años.
—¡Shigeru! Pídele disculpas —lo regañó una mujer sin ser demasiado severa. Esta no era mucho mayor que yo y tenía unos hermosos ojos color amatista que contrastaban con su blanca piel y su cabello negro.
—No se moleste… —repliqué abochornado y gesticulando con las manos.— Si me puede ayudar se lo agradecería muchísimo.
—Claro, dígame…
Entonces procedí a explicarle a grandes rasgos que era un familiar lejano y que necesitaba comunicarles algo con mucha urgencia.
—¡Ay! Qué mala suerte entonces —se lamentó genuinamente preocupada.— Los Imai se tuvieron que ir a Tokio justo ayer, al parecer su hijo tuvo un accidente y lo tuvieron que hospitalizar.

Un escalofrío me escaló por la espalda. ¿A caso esto era una simple casualidad? Quería pensar que sí, que aquello no había sido más que una desgraciada coincidencia, porque de lo contrario… De lo contrario eso vendría a significar que más personas inocentes correrían la misma suerte que mi hermano y la mujer a la que amaba.
—Señor Park, ¿está usted bien? —preguntó acercándose y apoyando una mano en mi antebrazo— se ha puesto muy pálido.
—Por favor, ¿me podría ayudar a contactar con ellos? —pregunté y mi voz adquirió un tono de súplica.
—Venga conmigo y si quiere le preparo un té —se ofreció ella. Accedí agradecido y me guió hasta el interior de su casa.

Allí me sirvió una taza de delicioso té verde que me ayudó a recuperar la suficiente presencia de ánimo y me proporcionó el número del señor Imai. Cuando me despedí de ella casi una hora más tarde, lo hice agradeciendo de corazón su amabilidad.

De vuelta al mi habitación en el hotel marqué el número y al segundo tono me respondió la voz pastosa de un hombre agotado.
—¿Diga?

Oyaji: Padre. El de padre o patriarca es el puesto más alto en el escalafón “familiar” de la yakuza.

Dosgatosescritores:

Se está permitido gritar muy fuerte.

Sé que he dejado muuuuchos cabos sueltos pero poco a poco.

Lo cierto es que me daba un poco de yuyu hacer semejante parkour con la historia de Himejima, pero me daba la impresión de que estaba escribiendo a un personaje muy lineal. ¿Qué pensáis?

También he querido meter un pequeño cameo de la familia Kamado. En un futuro no muy lejano quisiera hacer una historia con ellos como protagonistas. ¿Os parece bien? Estoy abierto a sugerencias.

Me despido de vosotros hasta dentro de muy poquito. ¡Pasadlo bien y sed buenos gatitos!

Ilumina Mi Oscuridad. 📿HimeSane🌪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora