42. Ardiendo Vivo.

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👺 Hanagezuka Hotaru:

Utada Shintarō siempre había sido un hombre de aspecto imponente gracias a su elevada estatura, su potente musculatura y su rostro cuadrado y de rasgos fieros. Tales atributos nunca se habían manifestado como inconvenientes a la hora de conquistar a alguien. Una de esas conquistas era la mujer que Nagisa había ayudado aquella vez. Sakamoto Madōka.

Esta había estado trabajando como empleada en un pink salon hasta que la descubrió y convirtió en su amante. Para Nagisa, que por aquel entonces era solamente una niña, aquella mujer era solamente su amiga favorita, con la que pasaba más tiempo. Por su parte Madōka veía a la hija de su amante como un mero obstáculo que le impedía estar con la persona que amaba todo el tiempo que a ella le gustaría.

Todo esto me lo había llegado a contar Nagisa cuando consideró que podía confiar lo suficiente en mi. Para ella no solo era su guardaespaldas, era también su único amigo y confidente. Por ser hija de un oyaji, el hecho de pretender llevar una vida como la de otra chica de su edad, era prácticamente imposible. En el caro instituto privado donde estudiaba, hasta el director temía acercarse a ella más de lo necesario y sus compañeros y compañeras la trataban como si pesara sobre sus espaldas una pesada maldición. Y no se equivocaban. Para ella todo el poder de su padre era un castigo inmerecido que tendría que cumplir hasta el día de su muerte.

Ella estaba convencida de que nunca nadie de fuera de la yakuza se atrevería a darle una oportunidad. En una ocasión me confesó que su mayor sueño era abrir una pastelería, sueño que sentía inalcanzable puesto que los planes que Shintarō tenía para su futuro eran unos muy distintos.

Ookuma Masakazu, un wakagashira que había recibido el visto bueno del señor Utada tenía todas las papeletas para quedarse finalmente con ella. Dicho individuo era un tío guapetón y con modales refinados que ocultaban a una mala bestia. Bajo sus ropas y perfumes caros debía apestar a sangre y muerte ya que demasiado a menudo se escuchaba que alguno de sus subordinados había sufrido un accidente mortal.

A esas alturas, pese a, no solo la diferencia de edad, si no de estatus entre ella y yo, sentía que era la única mujer con la que quería pasar el resto de mi vida y estaba tan convencido de mis sentimientos que, llegado el momento me armaría de valor para declararme y pedirle su mano al señor Utada. Sin embargo el destino no estaba dispuesto a concederme ese deseo.

Fue en décimo octavo cumpleaños de Nagisa que apareció Park Seo-Young, un idol coreano que prácticamente había acabado de debutar con su banda que sin saber en qué se metían fueron contratados para actuar en la fiesta.

De aquel primer encuentro ambos, Nagisa y el rapero acabaron flechados.

Ahí empezó un peligroso juego del escondite en el que, como su guardaespaldas me vi involucrado. Viendo la felicidad en el rostro de Nagisa, sentía que nada más allá de eso era relevante y me ofrecí voluntariamente a llevarla allá donde tuvieran planeado verse cuando las circunstancias de ambos lo permitían.

¿Patético? Tal vez pero eso solamente lo puede afirmar aquel quien no se haya enamorado perdidamente de otra persona. Cuando alguien se enamora hasta el punto en que yo lo hice, se vuelve, no solo ciego, sino también gilipollas. Si ella era feliz al lado de ése hombre yo no podía hacer otra cosa que asegurar su dicha.

Hasta que un día todo se fue a pique.

Nagisa se había quedado embarazada y como un energúmeno, su padre vino en mi busca. “¿Qué parte del trabajo que me había encargado hacía ya cuatro años no había llegado a comprender?” ”¿Cómo había podido permitir que un puto coreano de mierda se follase a su hija?”.

Aquella noche acabé con cuatro costillas rotas, el fémur fracturado y lo que era indudablemente peor que todos esos huesos rotos. El pavor a que en su furia, su padre le hiciera algo a ella y al bebé que venía en camino. Cuando me dieron el alta, como era de esperar se me prohibió totalmente acercarme a ella y Madōka me ofreció vivir con ella a cambio de protección.

Fue viviendo con ella y su pequeño Makoto que supe de la terrible noticia. La hija de Utada Shintarō y el rapero de una conocida banda de Kpop habían sido hallados muertos. En ningún lado se mencionaba al bebé de ambos y esa espantosa incertidumbre, el hecho de saber que en cierto modo yo también formaba parte de la creación de esa vida y su destino impreciso me consumían.

“Estás ardiendo vivo y ni siquiera te das cuenta de que te estás consumiendo hasta los huesos” —dijo ella mientras curaba las raspaduras que su hijo se había hecho en las rodillas jugando al fútbol, lanzándome una fugaz mirada de condescendencia.

⚜⚜⚜

Me quedé mirando el vaso de vodka que sostenía por el borde superior mientras que con un ligero movimiento de muñeca hacía girar su contenido. Una parte de mí me exhortaba a apurarlo de un solo trago, la otra, la que daba todos los días gracias a todos los dioses por haber encontrado al joven que se hallaba frente a mi, me lo impedía haciendo esfuerzos sobrehumanos. Y he de admitir que estaba haciendo un formidable trabajo manteniéndome sobrio.

Había pasado una semana desde que supimos de la desaparición de Sanemi y en todos estos días no había dejado de recibir llamadas de Rengoku-san y Uzui-san, así como de Park Seo-Young y la familia Imai, todos ellos habían dejado temporalmente sus residencias habituales para garantizar su seguridad preguntando por él y obviamente para averiguar si teníamos noticias de Shinaguzawa. Por el momento no teníamos nada y eso estaba conduciéndolo a la locura.

“Te has enamorado de él. De la manera más pura, sin darte cuenta. Pero has escogido el peor momento para ello, muchacho.”
Pensé mientras lo obligaba a sentarse a la mesa en la que había apoyado la botella que hasta entonces esperaba poder ventilarme.

—Hiede a alcohol —había resoplado asqueado.
—Eso solía decir tu madre cuando me veía servirme un vaso… —repuse soltando el aire por la nariz con una risa amarga.
—Háblame de ella, por favor —me había pedido y durante el tiempo en que se tarda en reunir los fragmentos de un corazón roto guardé silencio. Al recordar todo lo que había significado ella para mí, la vista se me volvió vidrios a por las lágrimas que se me acumulaban tras los párpados pero que se negaban, obstinadas a desbordarse.

Cuando terminé de hablar deslicé mi dedo índice por el filo del vaso, siempre al borde de caer en la tentación pero sin llegar nunca a hacerlo.

—Entonces yo también me estoy consumiendo —había murmurado con expresión ausente, ida.

Dosgatosescritores:

Buenos días, tardes o noches mis gatitos, sé que me he demorado mucho para actualizar pero quería escribir bien este capítulo que es de suma importancia para la trama y que pone sobre el tablero a ciertos personajes indispensables.

Por otro lado, ¿os habéis dado cuenta de que casi han pasado nueve meses desde que publiqué el primer capítulo de esta historia? ¡Buah! No me lo puedo creer, desde entonces hasta ahora han pasado tantas cosas y he conocido a personitas maravillosas que sin ser esta una gran obra le han dado una oportunidad. ¡Muchas! ¡Muchísimas gracias! En la medida de mis posibilidades trataré de mejorar capítulo tras capítulo. Quizá sea un propósito un poco cutre para el año que empieza, pero siento que es la mejor manera de agradeceros el tiempo y el cariño con que me obsequiais.

Me despido de vosotros hasta el siguiente esperando que hayáis iniciado el nuevo año con muy buen pie. Que logréis alcanzar todas y cada una de las metas que os hayáis marcado y que este año sea mil veces mejor que el anterior.

Un abrazo enorme. 

Ilumina Mi Oscuridad. 📿HimeSane🌪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora