43. Manos Manchadas de Sangre:

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🌪 Shinaguzawa Sanemi:

Me habían dado a elegir el camino sencillo o el difícil. Como soy un adicto a los retos, opté por complicarme la vida. Otra vez.

Los días se sucedían como un espantoso rosario de tormento. Desde que amanecía hasta el atardecer todo era frío, hambre apenas saciada con unas comidas insuficientes e insípidas. Luego aparecían alguno de mis captores y me torturaban hasta la inconsciencia.

En mi cabeza, el sueño no dejaba de repetirse una y otra y otra vez como si fuera un jodido bucle. Con cada alfiler que hundían bajo mis uñas, con cada patada y con cada puñetazo más me reafirmaba en mi convicción de no abrir la boca. No hablaría y aunque supiera exactamente donde se encontraba Gyomei ni una sola palabra se escaparía de entre mis labios.

A través del ventanuco vi como nuevamente el cielo volvía a iluminarse con la luz de un nuevo día. Deslicé mi mano bajo el camastro y de entre las tablas del somier saqué lo que quizá un día de estos y con un poco de suerte se convertiría en mi salvación. Con cuidado de no cortarme, me lo escondí sujetándolo con el elástico del calcetín y el bajo del pantalón y volví a cerrar los ojos.

Tal vez pasaron unos pocos minutos o un par de horas, en aquel lugar era casi imposible medir el paso del tiempo, pero el sonido de un motor deteniéndose, el impacto de una puerta al cerrarse y los pasos amortiguados de unos pasos aproximándose me despertaron mas solo me aovillé en el flaco colchón. La puerta se abrió con un chirrido y unos pasos pesados se aproximaron hasta donde estaba yo acostado.

Sin ningún tipo de miramiento me agarró de la parte de atrás de la camiseta y como si fuera un muñeco de trapo, me arrastró fuera de la cama.
—Hoy me he levantado de muy buen humor —dijo Verrugoso, así había bautizado al puto culturista enchaquetado con una enorme verruga sobre la ceja derecha, dejándome con delicadeza en el suelo y acuclillándose para que sus ojillos de rata quedaran a la altura de los míos. En la mano libre sostenía una caja de Dunkin' Donuts de cuyo interior emanaba un delicioso aroma. Mi estómago rugió con fuerza pese a que traté con todas mis fuerzas de mantener mi rostro completamente impasible.
«Estoy tan de buen humor que me he pasado por el estilista —El tipo se había rapado los laterales de la cabeza y dejado el engominado pelo de la parte superior lo suficientemente largo como para poder peinárselo hacia atrás y sujetárselo con un coletero.— ¿Me favorece? —preguntó como si realmente le importa algo mi opinión y yo apreté la mandíbula.
—¿A…? —tragué saliva y al pasar esta por mi garganta irritada sentí como si en realidad hubiera tragado cristales rotos.
—¿Hum? —preguntó inclinándose un poco más hacia mí ya que mi voz era demasiado débil para que llegara a sus oídos.— Habla un poco más alto, que no te escucho.
—¿A… qué demonios estás ju… gando? —pregunté a mi vez.
—A nada, solo estoy siendo amable contigo —dijo imbuyendo a su voz de una nota de bondad beatífica tan falsa que me erizó la piel.— La verdad es que, aunque no me creas, te estoy llegando a admirar bastante —lo miré entornando los ojos suspicaz.— ¡Lo digo en serio! No esperaba que los tuvieses tan bien puestos. No son muchos los que aguantan ocho días con tanta entereza.
Me miró de arriba abajo como si me viera realmente por primera vez y lanzó un suspiro de resignación.
—Tal vez, si se hubieran dado unas circunstancias totalmente distintas, podríamos haber sido amigos… —dejó la frase en el aire mientras me observaba con gesto especulativo. Por la manera en que sus ojos me recorrieron se me erizó la piel del cuerpo entero— o algo más.

Dejó la caja de dónuts en el suelo cerca suyo y con una mano envolvió mi nuca atrayéndome hacia él y en un acto reflejo interpuse mis manos apoyándolas en su pecho, procurando mantenerlo lo más lejos posible de mí. ¡Una mierda me vas a besar tú! Grité para mis adentros tratando de girar la cara pese a la fuerza que ejercían sus dedos. Con la otra mano me sostuvo del mentón con fuerza y pegó sus labios a mi boca tratando de que separase los míos para introducir su asquerosa lengua. Fue en el momento en que la abrí para tomar aire que esta se deslizó dentro de mi cavidad con tantas ansias que me produjo arcadas.

Mi mente, decidida a conducirme a la locura, me recordó el calor del cuerpo de Gyomei cuando, el día en que de la nada me volví a encontrar con Genya y me cogió en brazos para que no cayese redondo al suelo. También el de la imagen de su cara esbozando la sonrisa más bonita y serena del mundo cuando le intenté explicar cómo veía el cielo. ¡Maldita sea! ¡Tú no eres la persona a la que quiero entregarle mi primer beso!

Llevé mi mano al pie y con sigilo extraje el trozo de baldosa roto del cuarto de baño que había conseguido arrancar la noche anterior y  antes de que le diera tiempo a reaccionar, se lo clavé en la garganta lo más profundo que pude. Él se apartó de mí boqueando como un pez fuera del agua mirándome con las pupilas dilatadas y los ojos fuera de sus órbitas. Entonces extraje el trozo de baldosa y me alejé horrorizado de él, viendo como la sangre comenzaba a brotar a borbotones del corte en su garganta.

Me eché hacia atrás hasta que mi espalda de aplastó con la pared cubriéndome la boca con una mano mientras arrojaba lo más lejos posible el puñal improvisado. En su agonía trató de alcanzarme pero ya me estaba poniendo en pie y me apresuraba a ganar la puerta. Al abrirla tropecé con el peldaño y caí de rodillas a la nieve que se oscureció de inmediato al apoyar la mano con la que había agarrado la baldosa, un latigazo de dolor me recorrió la palma y, al girarla, me di cuenta de que me había hecho un profundo corte en ella.

A mis espaldas escuché como mi captor se arrastraba en mi dirección y apretando los dientes me puse en pie y me alejé lo más rápido que me permitían mis pies.

Dosgatosescritores:

Todavía tengo la grima que me ha dado escribir la parte en la que el secuestrador besa a Sanemi a la fuerza. ¡Tengo la piel de gallina! ¡¿Quién me manda a mí a que se me ocurran este tipo de burradas?!

Vale, ya me calmo... *respira hondo*

Por otro lado comenzamos a ver con más claridad lo que se cuece dentro del corazoncito —no tan— duro de nuestro Sanemi y lo grande que es su fuerza de voluntad y la lealtad que tiene hacia las personas a las que quiere.

Siempre había querido describir a personajes como él, personajes que pese a que la mayor parte del tiempo esten mirando al resto del mundo con cara de culo, en el fondo sean tiernos y achuchables como un peluchito.

Ahora el mayor interrogante que se nos plantea es: ¿Qué va a pasar? ¿Logrará escapar con vida?

Eso lo descubriremos en el próximo capítulo. 😉

Ilumina Mi Oscuridad. 📿HimeSane🌪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora