Suya | Chaesoo

5

Rosé

—Aquí tienes lo que me pediste.

Jennie dejó caer una carpeta roja en la mesa frente a mí, haciéndome levantar la vista de mi laptop.

—¿Qué sucede, Chaeyoung?

—¿Perdón?— Pregunté distraída mientras tomaba la carpeta y comenzaba a leer las impresiones que contenía.

—Esta chica, Jisoo. Nunca me habías encargado investigar a ninguna de tus amantes. Lo hacía para saber que no te estabas metiendo con ninguna especie de poli encubierta, por supuesto, pero siempre fue a tus espaldas.

—Espera, ¿investigas a mis amantes?

Jennie bufó.

—No es eso de lo que te estoy hablando.

—Sí que lo es. Jennie, creo que soy lo suficientemente inteligente como para elegir a mis amantes, no necesito que las investigues.

—Moonbyul y yo debemos encargarnos no sólo de algunos negocios, sino también de tu seguridad, Chaeyoung.

Jennie golpeó el suelo con un pie, claramente impaciente.

—Pero estamos hablando de otra cosa. ¿Qué tiene Kim Jisoo que no tengan tus otras amantes?

—Primero que nada, Jisoo no es mi amante.

Jennie frunció el ceño.

—Pero se queda en tu casa.

—Secuestrada.

—¿Y?

—No me acosté con ella.

Ahora me tocó a mí fruncir el ceño cuando Jennie soltó una carcajada.

—Es decir, que vive en tu casa, está aquí todo el día, pero no te acostaste con ella—. Volvió a reír. —No creí que eso fuera a ser posible.

—Ayer intentó escapar. Me detesta.

—¿Entonces para qué me hiciste investigarla?

Me encogi de hombros.

No le diría que era porque estaba obsesionada con aquella azabache, por supuesto que no.

—Quiero saber quién es.

Jennie soltó un suspiro y se enderezó.

—Cumplirá veintiséis años en dos semanas. Asiste a la Universidad de Yonsei, está en el último año de Literatura. Tiene una compañera de piso llamada Yerim. No tiene mascotas, adora jugar videojuegos y le gusta la música clásica, le gusta leer y pasa el 90 por ciento de su tiempo libre metida dentro de una escuela de arte y librería a dos bloques de su departamento.

—¿Novias?

—Actualmente, ninguna. Terminó con su única novia, Kim Jiyeon, o Bona como le dicen, luego de dos años de relación hace un mes y medio. La chica la engañaba con su mejor amiga.

Asentí, pensativa, ignorando la mirada penetrante que me dirigía mi amiga.

—Gracias, Jennie.

—De nada.

—¿Lisa está aquí?—. Pregunté mientras me levantaba del sofá y caminaba hacia la puerta de la biblioteca.

—Sí, está aquí, y muy enfadada, debo decir.

Rodé los ojos. ¿Qué sería esta vez?

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—Lisa, buenos días—. Mi hermana se giró hacia mí para dedicarme una de sus miradas fulminantes.