Capítulo 4: Carta

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Aquella mañana Katsuki despertó con un fuerte dolor en todo el cuerpo. Su cabeza dolía, también sus caderas y sentía arder diferentes partes de su piel.

De pronto llegó a su mente el peliverde. Durante la noche recuerda haber despertado cuando sintió que el Alfa rosaba su dura erección en su trasero.
Este jadeaba y gruñía en su oído, su respiración acelerada y fuerte aroma le hizo darse cuenta de algo que había pasado por alto producto de la actitud que el par de hermanos habían tenido los últimos días.

El celo de Deku había comenzado.

El rubio jamás había visto a su esposo así, de hecho nunca había presenciado el celo de un Alfa, sólo había oído de otras personas o en la escuela acerca de cómo un Alfa solía actuar de forma salvaje en ese momento.

Pero ahora, Katsuki había presenciado de cerca aquello y vivido en carne propia la rudeza con la que podía actuar un Alfa.

Deku parecía fuera de sí, lo había comenzado a desvestir de forma apresurada mientras lamia cada parte del cuerpo del rubio Omega, apenas le había dado tiempo de reaccionar a este.
El Alfa gruñía y jadeaba mientras lo tomaba por los muslos y lo obligaba a abrir las piernas. No hubo caricias ni suaves besos, como solían hacerlo cuando tenían sexo.

En un brusco movimiento el peliverde introdujo su duro pene en el interior del rubio, y sin esperar que el Omega pudiera acostumbrarse, comenzó a dar fuertes embestidas. Deku lo había penetrado una y otra vez, mientras lo tomaba fuertemente de las caderas y clavaba sus uñas en la pálida piel.
Los gemidos por parte del rubio inundaron la habitación, a pesar del dolor que había sentido al comienzo, el placer lentamente comenzó a nublar su mente.
Inclusive perdió la cuenta de la cantidad de veces que el Alfa anudó en su interior, Katsuki había caído rendido producto de la sobre estimulación y los múltiples orgasmos que sufrió.

Ver a Deku así lo asustó, pero no podía negar que tener sexo de una forma tan salvaje le había gustado. Tal vez el celo de un Alfa no era tan malo después de todo.

Katsuki se levantó de la cama con bastante dificultad ¿Que hora era?
Deku no estaba en la habitación, el idiota lo había dejado casi sin poder caminar y se dignaba a no estar ahí para ayudarlo a levantarse.

El rubio caminó despacio hacia la pequeña cómoda frente a su cama y de un cajón sacó las píldoras anticonceptivas que había comenzado a tomar a diario desde hace unos meses.
Al ver su reflejo en el espejo que se encontraba sobre el mueble, se percató que tenía bastantes marcas en el cuerpo. Observó detalladamente sus brazos y muslos, estos estaban llenos de mordidas, las marcas eran profundas y había rastros de sangre seca en ellas.
-Maldito Deku- Gruñó para si mismo -Me la pagaras-

Cayó en cuenta que no recordaba aquellas mordidas, al parecer el peliverde las hizo cuando él había quedado inconsciente.
Rápidamente, con algo de temor tocó su nuca y trató de observar su reflejo en el espejo.
¡El idiota de Deku no se habría atrevido a marcarlo! ¿O si?

El pánico se apoderó del Omega, tenía una pequeña marca en el cuello pero no podía observar su nuca.
-¡Mierda! ¡Mierda!-

Sin importar el dolor de su cadera, rápidamente se cubrió con una bata mientras salía de la habitación.
-¡Deku! ¡¿Donde estas, pedazo de idiota?!- Comenzó a gritar bastante furioso.

A pesar de los gritos, este no respondió ¿Donde mierda se había metido?

-¿Qué ocurre Katsuki?- Preguntó sorprendida Inko al ver al rubio -¿Que haces aquí?-

-¿Cómo que que hago aquí? Aquí vivo- Respondió algo desconcertado por la pregunta de la mayor.

-No me refiero a eso. ¿Acaso no habías salido con Izuku? -

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