Prologo

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—Hoseok, tenemos que hablar.

Esas eran cuatro palabras que Hoseok aborrecía escuchar viniendo de su estricto padre durante la primera semana de clases en el instituto. Normalmente significaban problemas, y en un hogar donde la perfección y la disciplina se valoraban en exceso, sería prudente evitar enfrentarse a ellos o empezar a pensar en mentiras que utilizar para defenderse.

Hoseok miró al hombre que había llamado una vez a su puerta abierta para alertarle de su presencia, y asintió en silencio. El profundo ceño fruncido en su rostro moreno había hecho que Hoseok soltara instantáneamente el lápiz y se olvidara de sus deberes durante unos minutos. Mientras cerraba su libro de biología, su mente preocupada empezó a repetir todo lo que había hecho a lo largo de la semana, pero no le venía nada a la cabeza.

¿Qué podría haber hecho?

Para cuando salió de la habitación y se plantó frente a la escalera, su padre ya estaba de pie junto a su madre, que estaba sentada en el sofá rojo oscuro en la pequeña sala, y en la mesita de café frente a ella estaba su portátil abierto.

A Hoseok le dio un vuelco el corazón, y cada paso que daba estaba cargado de temor. No quería hablar de nada de lo que había visto o buscado estas últimas noches.

Como era esperado de un estudiante, se estaba estresando con sus deberes, y se vio forzado a encontrar una forma de relajarse. Estaba solo en la casa después de que sus padres salieran de compras con Jiwoo, y él aprovechó la soledad para buscar algo que tenía ganas de ver hace mucho.

Todos los adolescentes tenían necesidades, ¿o estaba equivocado?

Cuando llegó a la sala, miró a su madre y luego a su padre, que le hizo un gesto hacia el sofá que tenían enfrente antes de tomar asiento.

—Hijo, nos has hecho sentir orgullosos con tus logros académicos, y no tenemos dudas de que te graduarás con honores, pero hemos encontrado algo realmente inquietante en el historial de búsquedas de tu portátil. A tu madre y a mí nos preocupa tu bienestar.

Lo único que pudo hacer Hoseok fue quedarse quieto, con las rodillas juntas, mientras su pie derecho rebotaba ansiosamente. Aunque estaba nervioso por lo que habían encontrado, también se estaba impacientando por saber por qué parecían tan perturbados. Echó un vistazo a su portátil y esperó en silencio que no fuera lo que pensaba.

— ¿Por qué demonios estabas viendo porno gay? —Su madre hizo una mueca como si las palabras que pronunciaba fueran agrias.

Dio la vuelta al portátil y Hoseok sintió como su corazón empezaba a latir erráticamente, amenazando con salirse del pecho. Las excusas se murieron en su boca mientras respiraba entrecortadamente. Ante él estaba la página porno y el vídeo que había visto varias veces a lo largo de la semana después de clase. El vídeo se convirtió en su recurso cada vez que se sentía sexualmente frustrado, y era el único vídeo en el que se sentía atraído por las personas que actuaban, lo que aumentaba su placer sexual.

—Esto es preocupante y hablaré con el sacerdote sobre qué hacer contigo. ¿Te he educado para que te alejes de Dios? —La madre continuó, y Hoseok negó con la cabeza, sintiendo como su cara se calentaba cada vez más.

No sabía qué decir ni qué hacer.

Esta situación era tan improcedente, especialmente antes de la cena, cuando estaba seguro de que sus padres contarían todo lo sucedido a sus abuelos y a su hermana mayor, Jiwoo.

— ¿Tienes algo que decir en tu defensa? —preguntó su padre, cruzando los brazos sobre el pecho.

Hoseok levantó la vista del vídeo en pausa y se aclaró la garganta. Probablemente parecía un ciervo ante los focos del coche, completamente conmocionado e inmóvil. Quería que se lo tragara la tierra y no volver a verlos a los ojos, pero sabía que tenía que ser realista. Al instante sintió náuseas al pensar que sus padres supieran que se había masturbado viendo a otros chicos teniendo sexo y sintió que la cara le ardía de vergüenza.

Blue is better than PinkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora