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Anya, diosa de la Anarquía, hija del Desorden y portadora del Caos, se hallaba en el borde de una abarrotada pista de baile. Todos los bailarines eran mujeres humanas, bellas y casi desnudas, que habían sido elegidas específicamente por los Señores del Inframundo para que les proporcionaran una noche de entretenimiento. 

Tanto vertical como horizontal. 

Había volutas de humo que formaban una niebla a su alrededor, y la lámpara estroboscópica giraba y lanzaba una lluvia de luces dentro de la discoteca, dibujando círculos lentos. 

Por el rabillo del ojo, Anya vio el duro trasero de un inmortal embistiendo hacia delante y hacia atrás a una muchacha embelesada. 

«Las fiestas que me gustan», pensó con una sonrisa de picardía, aunque no la habían invitado. «Como si eso me impidiera venir». 

Los Señores del Inframundo eran guerreros inmortales poseídos por los demonios que una vez habían escapado de la caja de Pandora. Y en aquel momento, con unas cuantas rondas de alcohol y sexo, los guerreros estaban despidiéndose de Seoul, la ciudad que había sido su hogar durante cientos de años. 

 Anya quería entrar en acción. Con un guerrero en particular. 

—Apartaos— dijo, conteniendo su tendencia a gritar « ¡Fuego!» y observar cómo los humanos corrían presas del pánico, gritando histéricamente. 

«Deja que lo pasen bien».

Un ritmo trepidante de música rock, que iba al compás de los desacompasados latidos de su corazón, salió a todo volumen por los altavoces, haciendo imposible que alguien pudiera oírla. Sin embargo, todos obedecieron, impelidos por una obligación que probablemente no entendían. 

Le abrieron paso, lentamente... muy lentamente... 

Por fin, el objeto de su fascinación apareció ante su vista, y ella se estremeció. 

Hoseok. Lleno de cicatrices, irresistiblemente estoico y poseído por el espíritu de la Muerte

En aquel momento estaba sentado en una mesa del fondo, hablando con YoonGi, su amigo y compañero en la inmortalidad.

¿De qué estaban hablando? Si Hoseok quería que el guardián del Dolor le proporcionara a una de aquellas mujeres mortales, la menor de sus preocupaciones sería una alarma de fuego falsa. Apretando los dientes, Anya ladeó la cabeza se concentró en ellos y, tras borrar el ruido que los rodeaba, escuchó. 

—...ella tenía razón. Revisé las fotografías en el ordenador de Jin. Esos templos se están alzando desde el mar— dijo YoonGi— Uno está en Grecia y el otro en Roma, y si continúan elevándose a esa velocidad, estarán lo suficientemente adelantados como para que podamos explorarlos mañana. 

—¿Y por qué los humanos no saben nada de ellos?— preguntó Hoseok, girando la cabeza de repente hacia un lado, un gesto típicamente suyo— Jimin ha visto las noticias de diferentes cadenas y no dicen nada. Ni siquiera hay especulaciones. 

«Tonto», pensó Anya, aliviada por que el sexo no fuera el tema de la noche. «Vosotros lo sabéis porque yo quería que lo supierais». 

Nadie más iba a verlos. Ella se había asegurado usando eso llamado «caos», su principal fuente de poder. Había escondido los templos con tormentas para mantener a los humanos alejados y, al mismo tiempo, les había proporcionado a los Señores la suficiente información como para que salieran de Seoul. 

2. Besos Oscuros // Jung Hoseok Donde viven las historias. Descúbrelo ahora