Anya no podía creer que Hoseok hubiera intentado matarla de verdad. Sí, sabía que le habían ordenado que lo hiciera; y sí, él ya lo había intentado antes.
Sin embargo, sus intentos previos habían sido desganados. Aquel último no. Había querido matarla. Si ella no se hubiera esfumado, la habría decapitado. Y en aquel momento, estaba siguiéndola, decidido a terminar la tarea.
Estaba herida y furiosa.
Se trasladó de un sitio a otro con tanta velocidad que no era más que un borrón, tratando de perderlo. Aquel mismo día había ido de compras con él y se habían reído juntos. Ella le había hablado de la llave. Por una vez, parecía que él había disfrutado. Y además le había prometido que la llevaría al Ártico.
Y después había intentado matarla. Su cólera se intensificó.
¡Cómo se atrevía!
Ella no había sido otra cosa que amable con Hoseok.
Bien, pensó con los ojos entrecerrados, aquello iba a cambiar. Sería ella la que acabara con él.
Se trasladó a su apartamento de Zurich y rápidamente, se puso ropa negra, que no se mancharía tan fácilmente con la sangre de Hoseok.
Fue a otros dos lugares para recoger armas; cuando tuvo cuchillos, estrellas y una pistola taser, se fue a la habitación del palacio de Hoseok, en Seoul. Allí tomó las cadenas que él había usado para atarla, se tele transportó al glaciar del Ártico y se puso las cadenas en la cintura.
No sólo iba a matarlo, sino que iba a divertirse electrocutándolo antes de cortarlo en lonchas.
—Desgraciado... Me las vas a pagar...— murmuró mientras sentía el aire helado en la piel.
Hoseok no sabía que ella era la única inmortal a quien no podían aprisionar las cadenas ni las prisiones.
Gracias a su padre, que le había dado la "Llave Absoluta", Anya podía escapar de lodos los lugares en cualquier momento. Podía escapar de todo, salvo de su maldición.
«No la entregaré».
Entregar aquella llave era firmar su destrucción, y ella lo sabía bien. Su padre sabía que se debilitaría cuando se la diera, pero lo había hecho. Para compensarla por su ausencia durante la mayor parte de su vida, para demostrarle que la quería de verdad.
Para horror de Anya, él había empezado a deteriorarse rápidamente. Y en aquel momento, tantos años después, era una sombra de sí mismo. No recordaba quién era, lo que había hecho durante su vida, ni que había tenido una esposa. Apenas podía cuidar de sí mismo. Y como Anya había dejado a Temis pudriéndose en la prisión, era Disnomia quien estaba cuidándolo.
Sin embargo, Anya creía que eran felices. Disnomia, porque tenía un hombre que la necesitaba y no la insultaba. Tártaro, porque la prisión y su horrible mujer ya no lo asfixiaban.
Eso no significaba que Anya fuera a reducir el sacrificio de su padre para negociar con Cronos y perder todo lo que había ganado. Si le daba la llave, volvería a ser vulnerable. Perdería sus poderes y sus recuerdos. Su habilidad para escapar de cualquier atadura se acabaría.
Maldito Cronos.
Ojalá nunca hubiera sabido de la existencia de aquella llave. Seguramente había visto como Tártaro, que había sido bendecido con ella de niño, se la daba a Anya. Después de todo, estaban encerrados en la misma prisión, así que tenía sentido. Y si ella no la hubiera usado para liberar a sus padres después de que Cronos los encerrara, seguramente el dios se habría olvidado de ella.
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2. Besos Oscuros // Jung Hoseok
FanficAunque contaba con siglos de existencia, Anya, la diosa de la Anarquía, no había conocido el placer hasta que cruzó caminos con Hoseok, la encarnación de la Muerte. Un guerrero condenado a llevar las almas de los perecidos al Más Allá durante toda...