8.

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—Podría concederte uno o dos días, para que pudieras despedirte de tus seres queridos.

—¡Oh! Que amable por tu parte...— respondió ella. 

Sin embargo, su sarcasmo no duró mucho. Recordó su corta lista de seres queridos con una punzada de dolor en el corazón. Su madre. Su padre. Kang, su único amigo. 

Si Hoseok conseguía vencerla, lo más probable era que nunca supieran lo que le había ocurrido. La buscarían, se preocuparían. 

—¿Les concedes la misma cortesía a todas tus víctimas? 

—No. 

—Entonces ¿soy una chica con suerte? 

Él frunció los labios con desagrado. 

—Sí. 

—Voy a tener que rechazar tu generosa oferta, querido. Creo que prefiero matarte. Verás, tu presencia está empezando a ofenderme de verdad. 

Él se puso tenso. 

—¿Y ahora quién está siendo grosero?— preguntó. 

¿Acaso se había creído que ella se refería a su apariencia llena de cicatrices? 

Tonto. 

Responder, sin embargo, habría sido abrir otro tema de conversación, así que Anya se limitó a decir: 

—¿Cómo vamos a hacer esto?— Tiró las dagas hacia arriba, las atrapó por la empuñadura y las giró en las manos. 

Él la miró con resignación. 

—Recuerda que eres tú la que has elegido esto, no yo. 

—Lo elegiste tú, al empezar a seguirme... 

Anya no había terminado la frase cuando él se materializó a dos centímetros de su cara, nariz con nariz. Ella jadeó del susto, y él aprovechó su desconcierto para darle un golpe en la mano y hacer que tirara una de las dagas. Después, intentó hacer lo mismo con la otra, pero Anya ya estaba preparada. Apareció detrás de él y le dio una patada rápida, hacia arriba, en la cabeza.

No sabía por qué no lo apuñalaba en la espalda. 

El se tambaleó hacia delante, consiguió recuperar el equilibrio y se volvió a mirarla con los ojos entrecerrados. 

—Te he visto matar, Florecito— le dijo ella— Conozco tus movimientos. Vencerme no te va a resultar fácil. 

Anya volvió a aparecer detrás de él, pero Hoseok fue más listo en aquella ocasión; se dio la vuelta y le rodeó la cintura con uno de los brazos en cuanto ella se materializó. Después le dio un golpe y le quitó la otra cuchilla de la mano. 

Ella estuvo a punto de gemir ante la sensación embriagadora de estar entre sus brazos; la violencia aumentaba de algún modo su excitación. Se quedó quieta más tiempo del que debería, disfrutando del contacto de su... ¿erección? 

¡Oh, sí! 

¿Así que a él también le gustaba la pelea? 

Interesante. Estimulante. Absolutamente delicioso. 

—Qué fuerte es mi pequeño Hobi. Casi lamento tener que jugar sucio...— añadió justo antes de darle un rodillazo en la entrepierna. 

Él aulló de dolor y se dobló hacia delante. Ella se rió mientras se trasladaba en un destello unos metros más allá. 

—La traviesa Anya habría sido mucho más amable con esa parte de tu anatomía si hubieras venido a verme por diferentes motivos. 

—Por última vez, mujer, no quiero hacerte daño— dijo él entre dientes— Estoy obligado. 

2. Besos Oscuros // Jung Hoseok Donde viven las historias. Descúbrelo ahora